Pulso público
Los disturbios han hecho pensar a algunos diplomáticos y observadores extranjeros en Cuba que se trata sólo del comienzo de protestas más graves. Lo más lógico, sin embargo, es que la situación se normalice a corto plazo.La manifestación que dio origen a los enfrentamientos con la policía fue espontánea. Todo sucedió cuando centenares de personas se reunieron en los muelles y el malecón para seguir los secuestros de lanchas de pasajeros que durante tres días se repitieron en el puerto de La Habana. Muchos de los asistentes manifestaron a la prensa extranjera su voluntad de irse del país en una lancha.
Al intentar disolver la policía a los curiosos, éstos, en su mayoría mulatos y negros de los barrios marginales, contestaron a los agentes, primero tímidamente y luego con violencia y determinación, lo que desembocó en los primeros disturbios serios en 35 años de régimen castrista.
Pese a las consignas de "¡Abajo el socialismo!" y "¡Esto se va a caer!", los manifestantes expresaban más su queme por la situación económica y por no poder emigrar que una actitud ideológica consistente.
La noche del viernes, centenares de policías y miembros de los Destacamentos de Respuesta Rápida detuvieron en sus casas y en la calle a los participantes de los hechos que pudieron localizar y a los vecinos más contestarios y problemáticos. Fue una noche caliente, en la que fornidos obreros propinaron palizas a los que se resistían a manifestar su fidelidad a la revolución. Tras los incidentes del malecón desaparecieron los apagones en los barrios marginales, aumentó la presencia de policías y tropas de élite del Ministerio del Interior y Fidel Castro dijo que en breve: no se detendría a nadie que quisiese irse del país en barcos o balsas, con lo cual se abre una nueva válvula de escape. "Lo que sí es cierto", dice un veterano observador, "es que ha habido un primer pulso y que, si se pierde el miedo, los incidentes se repetirán más tarde o más temprano".