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Desconfianza

Enrique Gil Calvo

Cuentan que ciertas voces del PSOE solicitan un giro a la izquierda, para cambiar a CiU por IU como cónyuge político. Y para justificarlo, sin que parezca mero juego defenestrador, se alega el supuesto escoranúento a la izquierda del electorado, espoleado quizá por el deterioro económico. Pero cabe rebatir esa interpretación tan sesgada. ¿Por qué no sucedió lo mismo el 64 del 93, cuando el empleo caía en picado, en vez de hacerlo ahora que la recuperación ya es evidente y la flexibilidad laboral está creando empleo? Quizá porque, dada la incertidumbre económica y la propia naturaleza de los comicios, en las legislativas de 1993 se votó instrumentalmente, con cálculo estratégico, imponiéndose en consecuencia el voto útil y el voto del miedo.En cambio, en las europeas del 12 de junio pasado, como el clima económico mejoraba y no había nada decisivo en juego, se ha votado expresivamente, en un gesto ético de fidelidad o protesta que ha impuesto el voto leal (ese 30% que ha osado votar al PSOE) y, sobre todo, el voto de castigo anticorrupción. Los electores del PSOE que han desertado hacia el PP no lo han hecho para votar a favor de Aznar, sino en contra de Guerra o González. Y lo mismo cabe decir de quienes hayan emigrado hacia IU: su salida no es un apoyo al delirante programa de Anguita, sino un explícito rechazo del partido socialista.

Por lo demás, cabe negar la mayor: en el resultado electoral del 124 no hay tal giro a la izquierda. Por el contrario, globalmente, el electorado ha optado por el centro-derecha. En efecto, las legislativas del 93 todavía las ganó la izquierda, pues en conjunto (PSOE+IU) obtuvo el 48% de los votos, frente al 41% que sumó la derecha que cuenta (PP+CiU+PNV). En cambio, en las europeas del 94 las tornas se han volcado: la izquierda queda en minoría, con el 441/6 y 31 escaños, frente a la mayoría del centro-derecha, con el 48% y 33 escaños. Así que, puestos a exigir del Gobierno coherencia con los resultados, habría que pedirle que girase hacia la derecha, como el electorado.Pero aún hay más. Con los resultados del año pasado, el Gobierno se halló en disposición de optar entre dos coaliciones posibles para formar mayoría parlamentaria: con CiU o con IU. Y eligió la más coherente con su programa y que menos exigencias presupuestarias le hacía (pues mucho se habla del precio de CiU, pero ¿y el que IU pondría, en términos del deficitario crecimiento del gasto social?). En cambio, con los resultados del 124 sólo habría hoy dos posibles coaliciones mayoritarias: la natural o de derechas, con PP, PNV y CiU (33 escaños), y la antinatural o de centro-izquierda, con PSOE, IU y CiU (34 escaños). Pero si el único árbitro que decidía el año pasado qué coalición se formaba era el PSOE, hoy, con los datos del 124, este árbitro sería CiU, que participa en las dos únicas coaliciones mayoritarias ahora posibles y que, por tanto, impone aquella en la que ocupe la mejor posición relativa. Y por eso CiU escoge al PSOE, frente al cual goza de mayor poder del que dispondría respecto del PP en una hipotética coalición natural de toda la derecha española.

Y entonces, ¿por qué no se halla dispuesta CiU a votar una moción de confianza? ¿Por qué su coalición implícita con el PSOE no se transforma en explícita? Por desconfianza: CiU no se fía de la capacidad del Gobierno de resistir las presiones combinadas de IU, los sindicatos y la fracción guerrista del PSOE, que trata de encubrir su responsabilidad sobre la corrupción con la amenaza de radicalizarse y aliarse con los poscomunistas. Pero sobre todo CiU desconfía de González mismo, que hasta ahora, como demostró palpablemente al cerrar en falso el 33º congreso, se ha revelado incapaz de cumplir el compromiso electoral de cambio sobre el cambio contraído el 6-J, que le exigía tirar de la manta de Filesa y sanear los bajos fondos de su partido. Ahora bien, esta desconfianza de CiU es perfectamente explicable, pues es la misma que ha empujado al conjunto de los españoles a distanciarse electoralmente de González con su voto de castigo.

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