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Entrevista:

"La cornada ha sido de pronóstico leve"

"No fue un pulso, ni una cabezonería. Lo volvería a hacer". Si José Luis Corcuera, a sus 48 años, volviera a encontrarse con la Ley de Seguridad Ciudadana encima de la mesa tal y como fue redactada inicialmente, volvería a defenderla igual. Como jugador de mus, sostiene que su dimisión no ha sido el órdago más caro de su vida.

Las invitaciones a comer parece que le han hecho ganar peso físico. Sus numerosas intervenciones públicas parecen destinadas a conservar peso político.

Pregunta. Usted se veía a sí mismo en mayo como un buen torero a punto de cortarse la coleta y al que la afición le pediría luego que volviera. ¿Veía usted venir la cornada?

Respuesta. Sería demasiado decir que veía venir la cornada. Veía mucho ruido, mucho ruido, en relación con la Ley de Seguridad Ciudadana. Y aunque siempre he creído en la independencia del Tribunal Constitucional, lógicamente el ruido es el ruido.

P. ¿Quiere decir que el ruido ha influido en el Tribunal Constitucional?

R. Estoy seguro de que por mucho ruido que se haga el Tribunal Constitucional toma las decisiones en frío y con absoluta independencia. Pero siempre pensé que podía existir un riesgo. En cualquier caso, la cornada ha sido de pronóstico leve, si se tiene en cuenta que el tribunal ha declarado constitucional toda la ley excepto un artículo, en el que exige el cambio de una palabra por otra, y matiza cómo debe ser regulada otra disposición.

P. Si la corrección que exige de la ley el Tribunal Constitucional en absoluto perjudica la persecución policial de los vendedores de droga, ¿qué sentido tiene haberse opuesto a esa corrección con tanto ahínco?

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R. Yo defendí la redacción inicial de la ley porque creía que era constitucional. Lo creí hasta el extremo de que cuando se plantea un debate nacional en que se nos dice que estamos atentando contra derechos individuales y colectivos yo me sentí en la obligación de decirle a la opinión pública que si eso se demostraba dimitiría.

P. Pero usted anunció formalmente que dimitiría cuando comenzaba la campaña electoral, la época en la que los partidos intentan soltar lastre...

R. Lo dije mucho antes, en Radio Nacional. Siempre lo he dicho. Por cierto que cuando lo dije nadie entendió que estaba ejerciendo una presión sobre el Tribunal Constitucional, ni era mi pretensión, desde luego.

P. ¿No ha habido en su actitud un cierto pulso al Tribunal Constitucional?

R. En absoluto. Simplemente, me sentí en la obligación de demostrar que no era mi pretensión recortar ninguna libertad. No fue un pulso ni una cabezonería. Lo volvería a hacer.

P. Su coherencia, en el fondo, ¿es la de quien paga después de haber perdido una apuesta?

R. Yo me niego a tratarlo como si hubiera sido un pulso o una apuesta.

P. ¿No ha sido éste el órdago más caro de su vida?

R. No tengo yo esa percepción. No fue ningún órdago. En todo caso, ha habido en mi vida política y sindical ocasiones en que lo he pasado peor.

P. Si el compromiso de dimitir fuera, como usted está planteando, un recurso lógico para dar credibilidad, los ministros tendrían que poner en juego su dimisión cada vez que son mal interpretadas sus intenciones.

R. Sería una barbaridad. Entre otras cosas porque cuando se aprueba un proyecto de ley ya no es un asunto del ministro, sino del Consejo de Ministros, y cuando lo aprueban las Cortes ya no es una ley del ministro ni del Gobierno, sino del Parlamento.

Esto no es, ni mucho menos, un precedente para nada. En política se deben cumplir los compromisos que está en la mano de uno cumplir. Y como muy bien decía Javier Pérez Royo en un artículo en EL PMS, tampoco se puede interpretar que el Tribunal Constitucional es capaz de conseguir el cese de un ministro.

P. Pero, en su caso, el Consejo General del Poder Judicial, el Defensor del Pueblo e incluso juristas afines al PSOE le habían advertido del riesgo de inconstitucionalidad. Y su reacción se pareció al toreo suicida.

R. Para torear bien hay que adelantar la pierna, embarcar bien y adelantar la mano, y cuando eso se hace existe el riesgo de recibir un achuchón. Pero la verdad es que todos los que han dicho tanto en relación con esta ley deberían estar en un prudente silencio. Porque algunos llegaron a ver hasta diez motivos de inconstitucionalidad, y el tribunal ha dicho que sólo el artículo 21.2 tiene que ser rectificado. El resto, no, Por tanto, estaba yo más cerca de la verdad que muchos que hoy, paradójicamente, se sienten satisfechos cuando el Tribunal Constitucional les ha dado en poco la razón.

P. Antes ha dicho que lo había pasado peor en otras ocasiones. ¿La convocatoria por UGT de una huelga general es para usted uno de esos malos momentos o ha dejado de serlo después de tantas huelgas generales?

R. Ver que se convoca una huelga general me produce preocupación, porque creo sinceramente que no servirá para nada. No va a servir para soluclonar los problemas de los trabajadores en España: servirá para ponerlos un poquito peor.

P. ¿UGT está actuando de forma más conservadora que el PSOE?

R. (Segundos de silencio). En temas que tienen que ver con el contrato de aprendizaje, por ejemplo, no he conseguido entender por qué tanta reticencia sindical, cuando hay más de un millón de jóvenes menores de 25 años que no tienen formación profesional y no logran encontrar trabajo. En este y otros temas el PSOE ha sido más imaginativo y menos conservador.

P. Ante la incertidumbre ¿los sindicatos se han refugiado en actitudes defensivas?

R. Lo peor que le puede ocurrir a un sindicalista es que una decisión, por bien concebida que él crea que está, se vuelva contra sus propios intereses. En España debe perder peso el ámbito más político de los sindicatos para adquirir más peso el ámbito más próximo a los trabajadores, más próximo a la fábrica. Yo conozco a algún sindicalista que no sabe lo que es una fábrica...

P. ¿Y no recuerda su nombre?

R. ... Y si sabe lo que es una fábrica, hace muchos años que no la ha pisado.

P. ¿Usted quiere que cambie algo en el PSOE?

R. Hay algo que ya ha cambiado y que el congreso creo que refrendará. La teoría de que compañeros de valía política podían tener dificultades para trabajar en un equipo dirigente porque tenían alguna discrepancia ha desaparecido. Por tanto, es probable que la dirección del partido sea más plural. El partido se va a hacer más plural.

P. Si fuera necesario que el espacio que ha ocupado Alfonso Guerra lo ocupara otra persona, ¿aceptaría usted ese papel?

R. No es posible plantearse lo que me acaba de decir. Desde mi punto de vista, Alfonso Guerra puede, si él quiere, y debe, en mi opinión, estar en la comisión ejecutiva del PSOE.

P. ¿Que continúe en la ejecutiva federal implica que continúe en la vicesecretaría general?

R. Yo creo que la inmensa mayoría de este partido piensa que debe continuar en la dirección.

P. Usted tuvo que renunciar a ser ministro de Trabajo y luego lo ha sido de Interior. Se vio obligado a renunciar a ser candidato a diputado por Vizcaya y ahora es diputado por Burgos. Está claro que Felipe González siempre acaba por rescatarle.

R. Voy a trabajar sin intención de volver a la ejecutiva. No tengo ninguna pretensión que no sea la de que este congreso salga bien, aborde los problemas que tenemos los españoles y no nos encerremos en querellas que no les interesan a los ciudadanos.

P. Parece cierto que a los ciudadanos no les interesan las querellas internas en los partidos. Pero también parece cierto que es el funcionamiento de los partidos más que el de las instituciones el que distancia a los ciudadanos de la política.

R. El PSOE se ha distinguido por irse adaptando, y con bastante éxito si atendemos a los resultados electorales. No tenemos que poner sordina a las discrepancias, y menos en un periodo precongresual. Pero una vez que se tomen las decisiones, terminado el congreso, en el PSOE hay que recuperar la solidaridad entre sus miembros, y unas reglas de funcionamiento, que nos den cobijo a todos, sin excepción.

P. Para usted, ¿su partido es una patria?

R. No.

P. Si los sindicatos fueran una patria, ¿usted sería un emigrante económico o un exiliado político?

R. No son una patria. Son un instrumento. Hace mucho tiempo que no hago de mi partido y de mi sindicato un mundo. Patria, sólo tengo una.

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