En defensa de los niños
El artículo de Antonio Muñoz Molina El nacionalismo y el niño interior (EL PAÍS, 30 de octubre) me parece excelente. Es interesante observar el paralelismo que ofrecen posibles justificaciones de hechos sociales e individuales que escapan a una línea de conducta normal, a partir de ciertos acontecimientos de un ayer, a veces muy remoto o inexistente, histórico o biográfico. Y no sólo es la sociedad americana la que tiende cada vez más a este tipo de explicaciones. Muy psicoanalítico todo.Pero ¿qué pinta Dios en todo esto? Me gustaría saber si una ausencia tan absoluta del sentido de culpabilidad y una absoluta certidumbre de estar en la razón, por parte de los grupos nacionalistas más radicales, no estarían más bien refrendadas por algún protagonista -héroe o dios- más cercano a los de ciertas mitologías primitivas y carniceras que a la idea de un Dios benévolo y complaciente.
En los textos de una de las religiones más universales, el cristianismo, por otro lado superadora de la visión judía de Dios iracundo y terrible, se presenta a los niños como ejemplo a seguir; y no exactamente como ejemplo de crueldad e intransigencia.
Supongo que éste no es el Dios al que Muñoz Molina alude, ni los "niños interiores" a los que acusa son parecidos a los del Evangelio; pero a partir de aquí, una de dos: o esos nacionalistas capaces de ciertas acciones no gozan de tanta paz interior como en su artículo se supone o la categoría de "niño interior", representaciones teológicas incluidas, es algo demasiado complejo para echar mano con tanta asiduidad y ligereza como lo hacen psicólogos y sociólogos. En definitiva, que habría niños y... "niños".-