La venganza de los 'kuchis'
El asesinato a finales del mes pasado del comandante Shomali Jan, jefe de la tribu Ahmadzai, ha puesto en pie de guerra las provincias afganas de Nangahar, Logar y Paktia, por las que se extienden sus fieles kuchis (nómadas). Al mando de los comandantes Munjay y Zardar, los kuchis amenazan con reducir a escombros Jalalabad, capital de Nangahar y sede de la shura (consejo de notables) que gobierna Nangahar. En esta semana de combates han muerto ya más de 120 personas.La exigencia de Shomali Jan, vicepresidente de la shura de Nangahar, de que se concedieran ciertos terrenos a su tribu para darle la posibilidad de abandonar el nomadismo exacerbó su enfrentamiento con el gobernador Haji Kadir, que ordenó su asesinato. Shomali Jan fue ametrallado junto con cinco guardaespaldas al salir de una reunión en la residencia del gobernador. Aquella misma noche, su hermano, el comandate Nazir, fue capturado y torturado hasta la muerte por los mismos asesinos.
Haji Kadir mantiene buenas relaciones con el ministro de Defensa afgano, Ahmed Sha Masud, mientras que Shomali Jan las tenía con el principal enemigo de Masud y primer ministro de Afganistán, Gulbudin Hekmatiar.
Antes de que los combates comenzasen, el radical Hekmatiar viajó a Jalalabad y trató de mediar en el conflicto. Su gestión fue nula. Igual sucedió con Mojadedi, un moderado cercano a Masud.
Los kuchis tomaron el miércoles pasado la presa que abastece de agua a Kabul, y la capital afgana se quedó de nuevo sin agua y sin electricidad. La carretera que une Kabul y Jalalabad fue cortada la semana pasada por las fuerzas de Haji Kadir a la altura de Sarobi, en un intento de cercar a los comandantes kuchis que tienen su cuartel general en esa ciudad, situada a unos 50 kilómetros de Kabul. La aviación, fiel a Masud, ha realizado desde el martes diversos bombardeos de las posiciones kuchis, mientras que tropas leales a Hekmatiar se han unido a los más de 1.200 guerrilleros fuertemente armados que dirigen Munjay y Zardar.
"Huimos de Kabul porque no podíamos vivir en aquel infierno y ahora las llamas se trasladan aquí [a Jalalabad]" lamenta Tela, envuelta en un dupata (mantón) verde lleno de agujeros.
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