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Entrevista:

"El fraude es un atentado, a la sociedad del bienestar"

El ministro de la Presidencia tiene la misión de ser el rostro y la voz del Gobierno. A él le toca explicar la crisis a lo s ciudadanos, pero confía en que al final habrá pacto de empleo y acuerdos con otros grupos parlamentarios para garantizar la estabilidad del Gobierno.

A sus 42 años, Alfredo Pérez Rubalcaba es el benjamín del Gobierno, pero tiene en su haber una larga experiencia en la Administración, así como una etapa previa de ministro de Educación antes de. asumir la cartera de Presidencia.Con casi 20 años de militancia socialista, este químico de profesión reflexiona desde hace un lustro sobre la renovación Ya no le gusta la palabra "porque tiene un bando" del PSOE.Pregunta. Como ministro portavoz, ¿qué siente al tener que transmitir el mensaje de la crisis?

Respuesta.

No sé que es peor, si gestionar la crisis o explicar las soluciones. En política, a veces, hay que adoptar decisiones impopulares. Me toca no sólo a mí, sino a todo el Gobierno, explicar que estamos en una situación de crisis económica y que no hay más remedio que pedir el esfuerzo y el trabajo de todos. Ése es el mensaje.

P. ¿Queda algún margen para el optimismo?

R. Habrá recuperación económica, qué duda cabe. Lo que se trata es de tomar ahora las medidas para que cuando llegue esa reactivación seamos competitivos y capaces de generar empleo.

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P. Y el Gobierno, ¿cómo va a actuar?

R. El Gobierno será austero y ha planteado la solución a la crisis sobre el rigor, la austeridad, el trabajo y la solidaridad.

P. El PP, ¿cómo lo haría?

R.. Eso ya..., pero no sería lo mismo. El problema fundamental es que no sabemos cuál es el modelo que proponen; en el Parlamento no lo han dicho. Pero tienen, por ejemplo, una concepción diferente del pacto por el empleo. El portavoz del Partido Popular, Rodrigo Rato, se ha limitado a decir que el que proponemos "es un pacto imposible y, por tanto, falso". El Gobierno cree que es un pacto posible y, además, conveniente y necesario para la sociedad española.

P. ¿Y esa insistencia sobre el fraude fiscal a qué se debe?

R. En una sociedad como la española, combatir el fraude es justamente combatir el mayor atentado contra la solidaridad organizada que constituye la sociedad del bienestar.

P. Al asumir su nuevo puesto prometió transparencia y claridad. ¿Eso quiere decir que antes el Gobierno era hermético?

R. No creo que la conclusión sea que el Gobierno no ha sido transparente en el pasado. Lo que sucede es que estamos ante una situación política nueva. La sociedad española ha emitido un mensaje claro en las elecciones: queremos que los socialistas sigan gobernando. en este país, pero queremos que cambien algunas cosas. Estas tienen que ver con la transparencia, el diálogo y con el cambio en las formas de hacer política.

P.¿Y cómo lo van a hacer?

R. Pienso que ha habido más diálogo político y social en estos dos meses transcurridos desde las elecciones que en muchos períodos anteriores de nuestra vida política. Hemos tenido y tenemos contactos parlamentarios con la lógica de la búsqueda de la estabilidad; hemos abierto el diálogo con los agentes Sociales.

P. Pero si no consiguen ni el acuerdo parlamentario ni él pacto, ¿no cree que la sociedad se sentirá frustrada?

R. El diálogo es siempre un método, un instrumento: se dialoga para conseguir acuerdos. No se trata simplemente de hacer una política distinta, sino de conseguir con ello consensos y mayorías. Es evidente que el Gobierno quiere que el Parlamento sea el eje de la acción política, y es una idea que compartimos con todos los grupos y algo que apoyan los ciudadanos. Respecto al pacto por el empleo, pienso que la sociedad española quiere un pacto porque es consciente de que la mejor forma de salir de la crisis es colaborando todos.

P. ¿Y si al final no hay pacto?

R-. Tendremos que explicar a la sociedad por qué no ha sido posible. El Gobierno es consciente de que tiene una responsabilidad en lo que a conseguir ese pacto por el empleo so, refiere. Es más, ése es el objetivo. También hemos dicho que no vamos a hipotecar la acción del Gobierno a ese pacto y que, con él o sin él, tomaremos las medidas que se crean necesarias para sacar a este país adelante.

P.- Para un acuerdo con nacionalistas vascos y catalanes, ¿están dispuestos a renunciar a parte del programa electoral?

R. Es evidente que consensuar, pactar, significa aceptar cosas de otros y, por consiguiente, renunciar a algunas cosas de lo que uno considera que debería hacerse.

P. ¿La coalición está desechada?

R. En este momento, sí. Ya no está encima de la mesa y hay un Gobierno constituido y pensado para que dure toda la legislatura. Lo que se necesita ahora es alcanzar estabilidad parlamentaria. Existen fórmulas alternativas y estamos seguros de que las vamos a alcanzar.

P. ¿Con Izquierda Unida el acuerdo es imposible?

R. La verdad es que los primeros debates parlamentarios han mostrado que la posición de Izquierda Unida está en este momento bastante alejada de las posiciones del Gobierno. Pero no se han cerrado las puertas, y, aunque las cosas son difíciles, no descarto que a lo largo de la legislatura podamos encontrar puntos de acuerdo en determinadas materias o leyes.

P. Algunos políticos de la oposición aseguran que no podrán cumplir los compromisos en materia social.

R. La voluntad del Gobierno es mantener el gasto social. Hay que gastar lo que estamos gastando e incluso subirlo un 6%.

P. ¿Los sacrificios afectarán, aunque sea poco, a las pensiones?

R. Asegurar el sistema de pensiones es una de las principales prioridades para este Gobierno. Basta mirar lo que ha pasado en, 1993: los salarios de los altos cargos han subido un 0%; los de los funcionarios, un 1,8%, y las pensiones, por encima del 5%. Este es un buen ejemplo de lo que es una política solidaria,. y cuando el país tiene que hacer un esfuerzo que se traduce en contención salarial, es razonable que quienes ganan más aporten más a ese esfuerzo colectivo.

P. Durante la campaña lanzaron la idea de un nuevo impulso. democrático. ¿De qué se trata?

R. No es sencillo de resumir. Durante los últimos años se ha discutido mucho sobre si los ciudadanos daban o no la espalda a la política. Las últimas elecciones de muestran que no, pero seguramente lo que que rechazan son determinadas formas de hacer política. Hay que acercar la política a los ciudadanos.

P. ¿Cómo?

R. Hay que reformar el reglamento y conseguir que la sociedad perciba que el Parlamento discute realmente sus problemas. El Consejo General del Poder Judicial tiene que adquirir más competencias. Impulso democrático tiene que ver con la reforma de la Administración de Justicia para que actúe más rápidamente y sea más eficaz. Y también con la reforma de la Administración pública, de forma que el ciudadano perciba que es su Administración y que se sufraga con sus impuestos para resolver sus problemas, para administrar las cosas de todos.

P. Ustedes un abanderado de la renovación de los partidos. ¿La señal de

Alfredo Pérez Rubalcaba

alarma se la dio la situación en el resto de los partidos socialistas europeos, o la división interna en el suyo propio?R. Quizá lo más relevante para mí es la dificultad que los partidos tienen pata afiliar jóvenes. Pertenezco a una generación en la que no decidíamos dedicarnos profesionalmente a la política, sino que entramos en ella por otras razones. Es verdad también que en los años ochenta los partidos políticos crecen con un ritmo acaso inferior al que se podía prever dada la situación política española, pero lo más significativo es que los partidos van envejeciendo y las nuevas generaciones no es que estén más despolitizadas, lo que sucede es que no se sienten atraídas.

P. ¿Los partidos son muy cerrados, o es que ofrecen orden establecido en lugar de revolución o cambio?

R. Los jóvenes no se sienten atraídos, pero, a mi entender, más que la falta de perspectivas revolucionarias, el problema es de formas de organización y de concepción de la acción política. Es un problema de fronteras entre los partidos y la sociedad, porque los partidos dividen tradicionalmente a los ciudadanos en dos bloques: los que son militantes, y tienen un carne y unos derechos, y los que no lo son. Y distinción es algo difícil creo que esa de admitir en el momento actual en las democracias occidentales, y más en la democracia española. Lo voy a decir de otra forma. El problema de los partidos o, por concretar, de los socialistas es cómo conseguir, que esos millones de personas que nos han otorgado su confianza sigan colaborando con nosotros. Se trata de lograr que la gente que no quiere militar en un partido, pero sí colaborar en un proyecto político, lo pueda hacer. Que no se vayan a casa sin más y vuelvan dentro de cuatro años a votamos. Eso tiene que ver con la organización y la concepción del partido, con la definición del militante.

P. ¿Habrá resistencia en el PSOE?

R. Creo que la inmensa mayoría de los militantes son conscientes de que el partido socialista tiene que abrirse más a la sociedad.

P. ¿No es paradójico que dentro del PSOE aumenten las luchas por el poder cuando nos piden a todos arrimar el hombro?

R. No tengo el mas mínimo interés en participar en una lucha por el poder dentro del partido, y la gran mayoría de los socialistas tampoco.

P. ¿Usted se define como renovador?

R. Soy socialista.

P. Bueno, al mal nombre de los partidos también han contribuido los escándalos sobre la financiación.

R. La ley de partidos que nosotros proponemos debería garantizar los derechos de los militantes y establecer las formas de financiación transparente. También nos referimos al control de la financiación y a modificaciones del funcionamiento del Tribunal de Cuentas.

P. ¿Y no es un privilegio hablar de exenciones fiscales para las donaciones a partidos?

R. De lo que soy partidario es de planteamos la posibilidad de que personas físicas colaboren en la financiación de los partidos. Los mecanismos de esa colaboración convendría estudiarlos a fondo. En todo caso, me parece que hay que considerar las dos vías, la pública y la privada, pero ésta última reducida, desde luego, a personas físicas.

P. ¿No le parece que los partidos son. responsables de haber dado mal ejemplo, por haber vivido por encima de sus posibilidades sin dejar de acumular deudas?

R. Creo que los partidos deben dar a la sociedad ejemplo de austeridad en todos los momentos, no sólo ahora. De ahí la necesidad de ir adoptando medidas para corregir los excesos. Y estas elecciones han sido modélicas porque todos los partidos han hecho esfuerzos por reducir sus presupuestos electorales.

P. Y, sin embargo, ha sido la campaña más larga de la historia.

R. En términos legales, no.

P. En términos reales, sí.

R. Quizá hubo quien empezó la carrera electoral muy pronto.

P. Estamos pues ante una nueva etapa, pero no se sabe bien como cambiar la vida política.

R. No, no estoy de acuerdo. Creo que el programa electoral socialista recogía estas cosas. Lo que sucede es que estamos viviendo una situación nueva en el mundo occidental, y es que la democracia ha pasado de ser el menos malo de los sistemas posibles a ser el único sistema político posible. Antes se afirmaba por comparación: parcipación se enfrentaba a autoritarismo, libertad a represión... Ya no estamos en esa situación, y ahora la democracia tiene que demostrar todos los días a los ciudadanos que es eficaz, que es un buen sistema político. Ha dejado de tener una referencia negativa para justificarse; los ciudadanos piden más a su democracia y los partidos tienen que dar respuesta.

P. ¿Entonces ya no importa la ideología, da igual el color de la política?

R. No, la acción política debe asentarse en valores. Los hay que pertenecen más a la izquierda y otros a la derecha, pero existen diferencias sustanciales. Lo que sucede es que muchos de los objetivos de la socialdemocracia hoy se comparten por casi todos los partidos. Hablo de protección social, sanidad para todos, educación gratuita y obligatoria, seguro de desempleo, determinadas formas de relaciones laborales. Son cosas que no cuestiona nadie. Eso obliga a la socialdemocracia a replantearse algunas cosas, y eso forma parte de la discusión de los socialistas. Y tiene que ver con la reflexión sobre la izquierda. Hay nuevos problemas en la sociedad española que para la socialdemocracia exigen nuevas soluciones desde los valores fundamentales que han animado este proyecto político, que son la sofidaridad, la libertad y... la igualdad.

P. ¿Y cómo reforzar esos valores que marcan la diferencia de la _izquierda?

R. La socialdemocracia tiene que reflexionar al. menos sobre seis problemas. El reparto del tiempo de trabajo, porque el pleno empleo parece que está muy lejos, por no decir que es algo inalcanzable. Hay que plantearse la crisis de la sociedad del bienestar, que es una crisis fiscal, por una parte, y también de legitimidad. También el racismo, -el nuevo asalto a la, razón, por definirlo de alguna manera- y,- consiguientemente, el tema de las migraciones. Y el medio ambiente y la economía, relación tormentosa como la del poder y la izquierda.

P. ¿Cuál es esa relación entre izquierda y poder?

R. La izquierda ha tenido siempre una relación pesimista y difícil con el poder. Esto es entrar en un tema tabú. La llegada de la izquierda al poder se ha producido con demasiadas ideas preconcebidas. Ha llevado aparejada la idea de la gratuidad y eso es un desastre en ocasiones. Un servicio público no tiene por qué implicar la funcionarización de todos quienes lo desempeñan. El concepto absoluto de la gratuidad es injusto, salvo en casos como la educación, pero una universidad gratuita pienso que también es algo injusto.

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