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Un niño de 11 años fue arrollado por el Metro o cuando jugaba a saltar de un vagón a otro

, Grupos de niños y adolescentes practican un juego peligroso: saltar de un vagón a otro del metro cuando éste recorre los túneles. Miguel Antonio R. C, un chaval de 11 años considerado tranquilo por los responsables de la Comunidad de Madrid encargados de su tutela, participó el martes en esta arriesgada diversión. Perdió pie y fue arrollado por un convoy entre Cuatro Caminos y Quevedo. Ingresó grave en el Gregorio Marañón. Le ha. sido amputada media pierna y ha perdido el bazo, pero los médicos esperan salvarlo.

El accidente ocurrió hacia las 11.15 del martes. A esa hora, un empleado del metro avisó del atropello al puesto de mando de la compañía. Un convoy especial, con un inspector y otros trabajadores de la línea, halló al pequeño derribado bajo unas columnas que separan dos vías de distinta dirección.Uno de los empleados que participó en el rescate todavía se estremece al recordar al niño malherido tirado en medio de la oscuridad del túnel. "Nosotros íbamos preparados para lo peor y la verdad es que el chiquillo estaba muy mal, con la pierna desgarrada y una herida en la cabeza, todo manchado de grasa y de sangre", explica.

Un dibujo en el bolsillo

"Pensaba que como había presenciado otro accidente ya sería duro para estas cosas, pero yo tengo hijos y no hago más que acordarme de un dibujo con una mariquita y el nombre de una niña, Cristina, que el chaval llevaba en el bolsillo", añade.El pequeño fue trasladado rápidamente al hospital Gregorio Marañón, donde ingresó en la UVI infantil. El parte médico era y es grave porque ha sufrido "amputación traumática de la pierna izquierda, a nivel de su tercio medio; hemorragia intraabdominal por estallido de bazo; shock hemorrágico y diversos hematomas". Ayer sus constantes vitales eran normales, pero continuaba bajo estricta vigilancia y con respiración mecánica.

El equipo médico que lo atiende confía en su recuperación, aunque, según fuentes hospitalarias, quedará cojo y deberá recibir un tratamiento especial por los problemas inmunológicos que le puede crear la falta del bazo.

Miguel Antonio y sus seis hermanos permanecen desde hace dos años internados en el colegio Chamberí, bajo la tutela de la Comunidad de Madrid. Los informes de diversos trabajadores sociales sobre sus circustancias familiares aconsejaron la tutela. Pero todos los fines de semana el pequeño sale con sus padres, que, desde el momento del accidente, han permanecido junto a él en el hospital.

Un asiduo en los andenes

El martes, por algún motivo que sólo él conoce, Miguel Antonio no llegó a pisar las aulas. La educadora que a diario le acompaña desde el centro donde está internado al colegio nacional Santa Eulalia, en el que cursa cuarto de educación general básica, le despidió en el porche de la escuela. Pero el chaval no llegó a entrar. La siguiente noticia fue la de su atropello en el túnel de la estación.Educadores de la Comunidad y del colegio Santa Eulalia aseguran que el chaval "no acostumbra a hacer pellas en la escuela". La directora del colegio afirmaba: "El crío lleva dos años con nosotros y este curso se le veía contento, muy integrado y encariñado con su profesora". Unos y otros destacan que sus notas son buenas.

A pesar de que los responsables de su tutela creen que Miguel Antonio no es del tipo de chico que acostumbra a gamberrear dando saltos por los vagones del metro, algunos empleados del suburbano tienen una opinión diferente. "A este niño ya le hemos visto varias veces pasando de vagón a vagón en los últimos meses", aseguraban ayer varios trabajadores de la línea 2 (Cuatro Caminos-Ventas).

El intríngulis del peligroso juego que encandila a los chavales consiste en pasar de un convoy a otro a través de las, cabinas de mando ubicadas en los vagones intermedios de algunos trenes de las líneas 1, 2, 3 y 4.

Los chiquillos consiguen entrar a las cabinas por la puerta exterior, situada en la juntura entre un convoy y otro. Al acceder desde fuera no salta la alarma que podría revelar su presencia. Y así los niños viajan jugando con paneles que no pueden funcionar. Hasta que, en una de sus idas y venidas, alguno sufre un funesto traspié.

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