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Regionalismo sí, extremismo no

El año 92 no será recordado en Madrid por su cultura, sino por el malestar generalizado, porque, según el autor de este artículo, es notoria la ausencia de dirección política de un Gobierno regional sumiso a las directrices del poder central que se preocupa muy poco de solucionar los problemas que aquejan a la región.

El pacto autonómico sigue pendiente en España, está cojo, ninguna fuerza regionalista lo ha refrendado, los partidos nacionales que lo sellaron no tienen la fuerza moral ni política para cerrar esta cuestión nacional. Y es urgente apostar sin reservas por la verdadera vertebración del Estado de las autonomías que ampara nuestra Constitución, no vengamos todos a lamentamos en un futuro no lejano del resurgimiento de los extremismos, cuya ola arraiga en parte de Europa invadiendo ya nuestras fronteras.España está invertebrada en la práctica, al tener tres comunidades, de ordenación política fuerte y 14 comunidades meramente administrativas, concebidas por un. concepto de Estado unitario y monocéntrico, tanto del PSOE, en el Gobierno, como del PP, en la oposición. El uso partidista que de lo regional hacen estos dos partidos llena de ideas confusas al ciudadano, llevando a una prostitución de la doctrina regionalista, que, en lugar de crear conciencia regional, produce el efecto contrario.

Las comunidades históricas de Cataluña y el País Vasco mantienen una luna de miel con el PSOE motivada por la prevalencia de gobierno, en sus respectivas comunidades, de los partidos nacionalistas.

La nueva configuración electoral que se avecina hace comprensible la ambigüedad permanente del PNV y CiU, con la dualidad de actitudes del nacionalismo radical a los mensajes de Estado para amortiguar los efectos de sus reivindicaciones. Esta actitud es entendible y rechazable al mismo tiempo. La posición actual de Galicia, asumiendo lo bueno existente en la "Administración única", planteada por el señor Fraga, que quiere dar un corte nacionalista a su partido en esa región, es de dudosa credibilidad, y aceptándole el derecho a evolucionar y de ser converso y tránsfuga de sus ideas, se duda de Ia autenticidad de su convencimiento si no es por el oportunismo político coyuntural que disfruta en la actualidad o el de largo plazo de convertir al PP en un entramado político seudorregionalista.

Un concepto impreciso

Para nosotros, el concepto de región es una de las ideas guías del presente siglo. Sin embargo, en España, la región y cuanto le rodea se inscribe en el ámbito de las más flagrantes contradicciones, y a diferencia de los conceptos de Estado, provincia y municipio, que están solidificados, el de región sigue en unas coordenadas de imprecisión e inconcreción que impiden una aproximación, comprensión y asentamiento definitivo.

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Todo proceso regionalizador tiene una doble fuente o procedencia, la tradicional y la actual. La primera tiene su entramado histórico, y la segunda no se fundamenta en el pasado ni en la lengua, lino en los valores de índole social y la aspiración a participar en la gestión de los asuntos cotidianos. El regionalismo moderno es, por tanto, una actitud, un comportamiento, un talante, y, en definitiva, algo personalizado en cada ciudadano, que a través de una germimación compleja, pero cierta, aparece y se consolida con el paso del tiempo.

Madrid, por el hecho de la capitalidad, el volumen de su población, la creciente red de servicios, las actividades industriales, el desarrollo urbano, el núcleo importantísimo de comunicaciones, reúne unas peculiaridades y presenta unos rasgos definidos que conducen inexcusablemente a un regionalismo capaz de generar en todos los madrileños sentimientos, vivencias, compromisos propios, pese a los grandes intereses políticos y económicos que tienden a desvirtuar el concepto para Madrid y apuestan fuertemente por una comunidad administrativa, sumisa siempre a las directrices del poder central.

En esta línea lleva actuando el señor Leguina, y en esta misma actuaría, el PP de llegar a acceder al Gobierno de la Comunidad de Madrid. Hemos sido testigos de cómo la voz de la defensa de los mnadrileños está callada cuando otras regiones, últimamente Aragón, están exigiendo la cuestión regional para su comunidad.

Inteligencia catalana

Se han vivido elecciones regionales, ha sido debatida la cuestión autonómica, y los ciudadanos van depositando su confianza en partidos regionalistas o nacionalistas. En este sentido, es digna de alabanza la inteligencia en el voto de los catalanes, que en elecciones nacionales y municipales eligen, de forma significativa, a un partido nacional, en este caso el PSOE, y le crean un contrapoder al dar la mayoría absoluta a un partido nacionalista en las elecciones autonómicas, y de esta forma les obligan al entendimiento, obteniendo unos beneficios que no se darían de otorgar su confianza a un solo partido, porque generaría una política de confrontación, de indiferencia o vegetativa, como en el caso de Madrid. Por todo ello hay que erradicar el pensamiento de muchos que sienten Madrid como un conglomerado artificial de personas, organismos e instituciones, y exigir para Madrid un regionalismo propio que no sólo es posible sino necesario.

El año 92, para nuestra región, en lugar de cultural será recordado por huelgas, suciedad, el malestar generalizado, la desindustrialización, así como por la falta de dirección política propia del Gobierno regional y enfrentamientos entre las dos instituciones, Comunidad / Ayuntamiento, por utilizar Madrid como catapulta al Gobierno del Estado y como pieza electoral, dejando en un segundo plano la realidad regional, aquejada de graves problemas sin solución por el momento.

La existencia de un partido regionalista madrileño hubiese producido una labor de eficacia y de gestión destacable por dar solución a los problemas que más, afectan a nuestra ciudadanía, evitando la confrontación abierta y soterrada que mantienen en Madrid PSOE y PP. Éste sigue siendo nuestro objetivo.

Nicolás Piñeiro es presidente del Partido Regional Independiente Madrileño (PRIM).

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