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El G-7 no consigue acordar una política conjunta para impulsar el crecimiento económico mundial

Los ministros de Finanzas y gobernadores de los bancos centrales del Grupo de los Siete (G-7) no fueron capaces de llegar a un acuerdo sobre el diseño de una política de crecimiento mundial, después de 11 horas de duros debates. Al final, la reunión se cerró con un comunicado de compromiso, en el que se hacen concesiones a las tres posiciones encontradas. Estados Unidos no consiguió que Japón cediera en una política fiscal más expansiva ni que Alemania relajara su política monetaria con el mismo objetivo. Todos convinieron en buscar un crecimiento sostenido no inflacionario, impulsar el desbloqueo de la Ronda Uruguay, apoyar las reformas del este de Europa y animar a la recuperación económica en los países en vías de desarrollo.

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Hace tiempo que no se recordaba una reunión tan polémica del G-7. Los ministros de Finanzas y gobernadores de los bancos centrales de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá mantuvieron posiciones encontradas en una larga sesión de trabajo de cerca de 11 horas que, además, se cerró sin acuerdo. Aunque, como es habitual en estos encuentros, los responsables económicos de los países más ricos de la tierra consiguieron elaborar un comunicado conjunto que expresaba el sentimiento general. La nota, difundida la madrugada de ayer, es un perfecto ejercicio diplomático que refleja, a lo largo de 11 puntos los acuerdos y desacuerdos disfrazados con el espíritu de consenso en el que se enmarcan estas cumbres.La posición de partida se caracterizaba por una fuerte presión de los Estados Unidos para que sus socios del G-7 adquirieran compromisos de crecimiento económico para consolidar la incipiente recuperación económica registrada hasta la fecha. Los mensajes iban dirigidos tanto a Alemania como a Japón, aunque las pretensiones eran muy diferentes. El secretario norteamericano del Tesoro, Nicholas Brady, quería que el Bundesbank relajara su política monetaria y contribuyera con tipos de interés más bajos al crecimiento en toda Europa; y que el gobierno de Tokio aprovechara que es el único del G-7 con superavit presupuestario para relanzar su economía con fondos públicos. La intentona de Estados Unidos se encontró con una fuerte resistencia de ambos países, más preocupados por la evolución de la inflación.

Después de largas discusiones, en las que Francia actuó de árbitro, los siete optaron por renunciar a un acuerdo real y se emplearon a fondo en la redacción de un comunicado de compromiso. La citada nota dedica sus primeros puntos a reconocer que se han producido algunas mejoras desde su última reuniones del 25 de enero, pero que esa incipiente recuperación económica no era suficiente para reducir el desempleo en estos países. Se refieren entonces a la necesidad de llevar a cabo políticas que incentiven el crecimiento económico y que apoyen a los países del este de Europa en su incorporación al sistema de mercado mundial.

Una vez hechas estas puntualizaciones, el G-7 dedica un largo y tortuoso punto cuarto a la política fiscal. El texto consensuado reparte mensajes para las tres partes enfrentadas y, de paso, para los otros cuatro socios, con una idea común: reducir el déficit presupuestario para consolidar las políticas de crecimiento.

Política fiscal

El resto de los puntos del comunicado insisten en la conveniencia de que los tipos de interés sigan bajando dentro de las posibilidades de cada uno; que continúen las reformas estructurales iniciadas; que se llegue a un acuerdo definitivo en las negociaciones comerciales de la Ronda Uruguay; que se mantenga la cooperación para controlar los tipos de cambio de sus divisas; que se apoye a Rusia y el resto de repúblicas de la CEI y otros países del este de Europa en su integración a los mercados libres; y que se valoren los logros obtenidos por lo países en vías de desarrollo y se les anime a continuar por ese camino.

Fuentes de la delegación española que asiste a la reunión del FMI señalaron que los acuerdos del G-7 no alteran las líneas básicas de la política macroeconómica para los países industrializados, ni para España, y que reconoce que no hay capacidad de maniobra para llevar a cabo una política fiscal expansiva -con excepción de Japón-. A su juicio, relajar la política monetaria deberá esperar hasta que cedan las tensiones inflacionistas en Alemania.

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