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Tribuna:
Tribuna
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La aventura exterior de Efe

He tenido el honor de servir en dos ocasiones, y subrayo el verbo servir, como director-gerente de la agencia Efe -entonces, el máximo puesto ejecutivo de la empresa, tanto en el plano empresarial como periodístico-, desde 1965 a finales de 1969 la primera etapa, y la casi totalidad de 1976 la segunda. En mi ya larga andadura profesional inicié mis actividades precisamente en la sección de in ternadonal de Efe el 1 de julio de 1956, dirigida por un gran agen ciero, Antonio Herrero Losada, como redactor de segunda (salario mensual, 1.750 pesetas), cuando todavía cursaba mis estudios en la Escuela Oficial de Periodismo de la calle de Zurbano- puedo afirmar rotundamente que nunca me he sentido más realizado como pe riodista que en esas dos ocasiones. La razón es muy sencilla: nunca tuve frente a mí un reto de tal magnitud como el que se me presentó cuando estuve al mando de Efe. Y los que conocen mi trayectoria profesional saben que algún reto he aceptado a lo largo de mi vida, entre ellos, la fundación de PRISA, empresa editora de EL PAÍS, Delegación de EFE en Caracas, junto a José Ortega, Darío Valcárcel, Juan José de Carlos y Ramón Jordán de Urries.En la primavera de 1965, a los 31 años, yo dirigía desde hacía dos años la sucursal en España de la agencia norteamericana United Press International (UPI), en aquellos momentos el wire service más competitivo del mundo. Creo que fue en abril cuando recibí una llamada del vicepresidente de UPI para Europa, África y Oriente Próximo, Thomas Curran, anunciándome el paso por Madrid, camino de Roma, del presidente mundial de la agencia, A. Mims Thomason. Me pidió que organizara en 48 horas un almuerzo en honor de Thomason con "algunas personalidades", entre las que se encontraban, entre otros, el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne me has jodido una cacería, pero iré", me dijo-, y el director de la Oficina de Información Diplomática, Adolfo Martín Gamero. Al final de ese almuerzo, Thomason anunció, ante mi ab soluta sorpresa, mi traslado a Buenos Aires en un próximo futuro, como news manager o gerente regional de noticias para América Latina. Recuerdo que Fraga sonrió, aunque entonces yo no supiera por qué.

Buenas noticias

Las buenas noticias, como las desgracias, nunca vienen solas. Dos días más tarde, Manuel Jiménez Quílez, director general de Prensa, me convocó a su despacho y me espetó nada más sentarnos: "El ministro te va a ofrecer la dirección general de la agencia Efe. Si te apetece la oferta, baja a su despacho, donde te espera". Así lo hice, todavía no repuesto del estupor que me causó la propuesta. Fraga me expuso su teoría, que, en síntesis, era ésta: constituye una vergüenza que España, con la segunda comunidad idiomática del mundo occidental, no cuente con una agencia de noticias internacional. Hay que internacionalizar Efe, me dijo, e intentar colocar un servicio de noticias en español y con mentalidad española en el mundo, empezando por Latinoamérica. ¿Se siente usted capaz de intentarlo?, me preguntó. Aclaro que mi relación con Fraga hasta ese momento no había sido otra que la que tiene un corresponsal extranjero, bastante pejiguera por cierto, con el portavoz del Gobierno. Tengo que pensarlo, le dije, entre otras cosas porque me acaban de hacer una. oferta en UPI. Lo sé, contestó y comprendo que lo quiera usted pensar. Yo me voy cuatro semanas a Estados Unidos. Piénselo y deme la contestación a mi vuelta. A los 28 días acepté, quizá por la audacia que dan los pocos años.

El 10 de junio de 1965 regresé como director-gerente al viejo edificio de Ayala -una de las mejores adquisiciones de la sociedad, ya que se había comprado en 1940 al marqués de Moctezuma por la cantidad de 1.500.000 pesetas-, del que había salido como redactor en 1958 con destino a UPI Madrid. Cuando me hice cargo de Efe, la agencia, a efectos de corresponsalías, limitaba, como en una lección de geografía, al norte, con los Pirineos, y al sur, con el estrecho de Gibraltar. Por no tener, no tenía ni corresponsal en Andorra. Su déficit de explotación era de 17 millones de pesetas, y la titularidad de sus acciones -Efe fue siempre, desde su creación, una sociedad anónima- era, por su confusión, lo más parecido a una tela de araña.

Hice inmediatamente una reorganización de personal, preparé en un fin de semana un embrión de libro de estilo, pedí al ministerio que enjugase el déficit de Efe para empezar a cero y me dediqué a la creación de una red de oficinas, primero en Europa y después en Latinoamérica, al tiempo que encargaba la recuperación de las acciones en manos de accionistas privados, vendidas en 1939 como suscripción patriótica, para poder ofrecérselas a los que yo consideraba sus lógicos destinatarios, los periódicos españoles a través del grupo de diarios. En este sentido debo reafirmar mi fe en el principio de la cooperatividad de las agencias de noticias, modelos Associated Press, Reuter, DPA y ANSA. Durante mis dos etapas en la agencia trabajé intensamente para conseguirlo y para convencer a los medios de comunicación españoles de sus ventajas. En noviembre de 1976, cuando fui defenestrado por segunda vez de la agencia, las acciones de Efe estaban repartidas en tres tercios, de los que eran titulares a partes iguales el Patrimonio del Estado, el Instituto Nacional de Industria y los periódicos y emisoras españoles, cada grupo representado por cinco consejeros en el Consejo de Administración.

Embrión de servicio

Tras crear una red europea y norteamericana de transmisiones que pudiera proporcionar a Madrid un embrión de servicio mundial, acometimos la aventura latinoamericana. Tras un viaje de prospección de mercado de tres meses en el verano de 1965 decidí basar la expansión en Latinoamérica en una mesa de cuatro patas: Buenos Aires, México Lima y Caracas. La primera transmisión intercontinental de un servicio noticioso español entre Madrid y América Latina se realizó el 1 de enero de 1966. Dada nuestra carencia de medios, y para ahorrar dinero, utilizamos una transmisión a la mitad de la velocidad normal del teletipo, 50 baudios, equivalentes a 60 palabras por minuto, lo que hizo interminable la transmisión de la primera noticia. Hasta tal punto era interminable, que el jefe de la delegación de Buenos Aires, Ernesto Ché Bonasso, uno de los pocos miembros del Partido Socialista Argentino, agenciero experimentado, me hizo aquel comentario que luego pasaría al anecdotarlo de la agencia. "Y, ¿esto es lo que vamos a vender?" Ante mi respuesta afirmativa contestó: "Pues me parece que es como vender humo".

Aparte de la falta de medios nuestro principal problema era de credibilidad. Franco estaba vivo; su régimen no se tambaleaba todavía y la agencia se llamaba Efe. Por eso me decidí a realizar algu nos nombramientos arriesgado de gente que no hubiera tenido nada que ver con el régimen y que, en algunos casos, eran francamente opositores. Eso explica el nombramiento de Perla, que nos causó algunos problemas serios a Fraga y a mí con el alto estado mayor español. Perla era un exiliado republicano que llevaba en Argentina desde 1940. Antiguo editorialista de Mundo Obrero, Mariano había evolucionado hacia posiciones netamente liberales. Cuando le contraté era el periodista televisivo más conocido en la República Argentina, con los dos programas informativos diarios de más audiencia en los canales 11 y 13. Era uno de los dos únicos personajes a quienes los argentinos anteponían el título de don para referirse a él. El otro era don Arturo llía, el anciano presidente radical, derrocado por Onganía.

A las cuatro patas aludidas anteriormente pronto siguió la apertura de oficinas en el resto de las capitales latinoamericanas, con excepción de las de América Central y el Caribe, abiertas durante el mandato de mi sucesor, Alejandro Armesto, padre del proyecto ACAN, una de las más ambiciosas expansiones de Efe. Al mismo tiempo, nos introdujimos en Asia con la apertura de la delegación de Manila y la firma de un contrato de intercambio con la agencia nipona Kyodo, y en el norte de África y en Oriente Próximo, con la inauguración de Rabat y unos contratos con varios servicios de noticias árabes. En total, cuando Alfredo Sánchez Bella, recién nombrado ministro de Información, decreta mi cese a principios de diciembre de 1969, Efe cuenta con 21 delegaciones exteriores, cuatro interiores (Barcelona, Bilbao, Santiago y Sevilla) y una red mundial propia de transmisiones. Todo ese esfuerzo se hizo con el entusiasmo sin límites de un personal en su mayoría joven, motivado por lo que yo he calificado de patriotismo informativo, unos medios exiguos y una austeridad más que franciscana, trapense.

Planes de desarrollo

Para hacer frente a la expansión exterior que el Estado español pedía a Efe conseguí, gracias a las hábiles gestiones de Pío Cabanillas, que la ayuda estatal se institucionalizara con su inclusión en los planes de desarrollo. Efe hizo todo su montaje exterior con las siguientes ayudas: 53 millones de pesetas (un dólar de entonces era igual a 60 pesetas) para el año 1966; 75 millones para 1967; 83 millones para 1968, y 93 millones para 1969. Cuando regresé por segunda vez a la agencia en 1976, el presupuesto confeccionado para el ejercicio de 1977 ascendía a 482 millones de pesetas, de los cuales 232 eran ingresos propios de la agencia, y los 250 restantes constituían la aportación del Estado español para financiar el servicio exterior.

Para no hacer interminable un relato provocado más por el corazón que por la cabeza, quisiera sólo resaltar que en el año escaso que duró mi segunda etapa conseguí que por primera vez en su historia Efe obtuviera la presidencia de la Alianza Europea de Agencias de Prensa, la organización que abarca a todos los servicios de noticias europeos de ambos lados del hoy afortunadamente desaparecido telón de acero.

Para este periodista, que no ha querido ser otra cosa que periodista en su vida, sus años en Efe son imborrables. Gracias a la profesionalidad y abnegación de su personal, Efe se convirtió en una agencia internacional de prensa, algo que en la acepción clásica supone no sólo distribuir noticias internacionales en el interior, sino vender un servicio internacional propio en el exterior. A los presidentes del consejo de administración, que no eran entonces presidentes ejecutivos de Efe, con los que tuve el honor de trabajar -Jesús Pabón y Suárez de Urbina, en mi etapa de redactor, y Carlos Sentís, Miguel Mateu Plá, Manuel Aznar, Zubigaray, nombrado a propuesta mía en 1967, y José María Alfaro, ya como director gerente-, gracias por su comprension y apoyo. A los companeros muertos, un recuerdo emocionado. A los que compartieron conmigo la aventura de convertir Efe en la quinta agencia mundial de prensa, mi gratitud eterna. Y a los que trabajan en la actualdidad para qué Efe siga presente en el mundo compitiendo con los monstruos sagrados de siempre, un ¡adelante, compañeros!, ¡vuestra tarea merece la pena!.

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