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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Jordania y la guerra

UNA DE las posibles víctimas de la crisis del Golfo es Jordania. Lo es a causa de su condición de país colchón entre Siria, Egipto y, especialmente, Israel e Irak; de la debilidad que nace de su tamaño y pobreza y de lo inseguro que resulta el liderazgo de un rey cuya autoridad ha sido frecuentemente disputada por el 60% palestino de la población y, últimamente, hasta por el resto beduino y jordano de la ciudadanía.El reino jordano lleva décadas padeciendo en su carne cuanto problema afecta a la zona. Como consecuencia de ello, ha arriesgado a cada paso su desaparición. Hasta ahora, las tres cuestiones que le han tenido permanentemente en el umbral del desastre han sido los quebraderos de cabeza palestinos en el interior, la hegemonía iraquí en el exterior y el efecto del integrismo islámico en toda el área. Desde agosto pasado, a estos sobresaltos continuos se ha añadido la necesidad angustiosa de tener que decidir entre apoyar al formidable vecino iraquí o ponerse de parte de los aliados, entre ellos las monarquías conservadoras del Golfo y, sobre todo, Estados Unidos.

Durante 20 años, desde la sangría del tristemente célebre septiembre negro de 1970, en que las Fuerzas Armadas jordanas diezmaron a los palestinos, las relaciones del rey Hussein con la OLP han oscilado entre lo borrascoso y lo desapacible. Finalmente, en 1988, para quitarse problemas de encima, el rey declaró que renunciaba a la soberanía sobre Cisjordania para reconocer la de Palestina. Pero si así conseguía una relativa convivencia pacífica con sus explosivos coprotagonistas (Israel y la OLP), la marea del fundamentalismo musulmán subió bruscamente en el interior. Era la consecuencia del surgimiento en todo el mundo árabe del integrismo como ideología redentora. En la primavera de 1989, el alza de los precios de los alimentos de primera necesidad condujo al estallido de unas revueltas del pan profundamente perturbadoras. Ello llevó en noviembre del mismo año a la convocatoria de unas elecciones parlamentarias -las primeras en 22 años- en las que los integristas, los únicos que habían podido hacer proselitisnio desde las mezquitas, ganaron casi la mitad de los escaños.

La dinámica de la historia produjo que, sin apagarse los ecos de tan inquietantes acontecimientos, haya surgido el problema del Golfo. Desde el momento mismo de la invasión de Kuwait, el Gobierno de Ammán intentó evitar comprometerse y suscitar la enemistad de Sadam Husein o de Arabla Saudí; pretendió situarse a medio camino y, tal vez, presentarse como el único capaz de mediar entre Irak y la coalición internacional que se montaba contra éste.

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Los kuwaitíes acusaron al rey Hussein de traicionarles después de que le hubieran ayudado durante años; los saudíes le cortaron el petróleo, tras achacarle tendencias proiraquíes. Washington le apercibió de los riesgos que corría la corona si el rey no optaba claramente por el campo áliado. Mal podía hacerlo, sin embargo, teniendo una larga frontera común con los iraquíes. Menos aún si se considera que, rompiendo el embargo, Sadam Husein empezó a mandarle petróleo barato y a utilizar la frontera para enviar refugiados y recibir repuestos. El rey Hussein, forzado por el contexto internacional, llegó a presidir un congreso de líderes árabes proiraquíes..., justo antes de que el presidente Bush le llamara al orden.

Desde entonces, incapaz de oponerse radicalmente al líder iraquí, lo que soliviantaría a su propia ciudadanía, no ha podido, sin embargo, apoyarle con franqueza, porque ello habría provocado a los aliados. De momento, las autoridades Jordanas se- limitan a señalar la gran desproporción que existe- entre el daño que la ONU querría corregir y los medios utilizados". Piden incesantemente un alto el fuego porque no creen que se pueda construir "un nuevo orden en la región a partir de la devastación". Y hacen poco convincentes declaraciones de que Jordania se defenderá si es atacada o de que no permitirá el abuso de su espacio aéreo (lo que, considerando los recientes ataques iraquíes sobre Tel Aviv, no parece una aseveración muy firme).

¿Cuál es la probabilidad de supervivencia de una monarquía que, igual que los reinos conservadores del Golfo, pero sin su riqueza, parece haber perdido el contacto con sus súbditos? Mucha gente está interesada en el destronamiento de Hussein de Jordania y en el consiguiente alineamiento del país con Irak y con el nuevo populismo panárabe. Sin embargo, pese a sus vaivenes y su debilidad, su permanencia en el trono es importante para el futuro de la región, al menos hasta que, terminada la presente crisis, pueda abordarse una solución para la zona palestina, en la que la configuración futura del reino hachemí es esencial.

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