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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Más sobre los vascos

En su artículo La imposible sutura, (EL PAÍS, 26 de octubre), el señor Juaristi denuncia gravísimas. arbitrariedades de la Administración nacionalista vasca durante la última década (imposición de sus propios símbolos: bandera, himno, jerga neo-euskérica, etcétera) y evoca la resignación con la que los no nacionalistas soportan el dictado cultural nacionalista, precisando que "han escolarizado a sus hijos en euskera, y muchos de ellos, como el propio Gómez Pin, lo han estudiado amorosamente".Cuando los designados no somos ni siquiera vascos, tal humildad no sería más rentable que la del judío ante los valores del ario, y Juaristi evoca a Sabino Arana: "Si un vasco que desconoce el euskera causa un gran daño a la patria, mucho mayor se lo inflige un maketo que llega a aprenderlo". Juaristi disculpa ciertamente tal actitud en la comunidad no nacionalista por el amedrentamiento a que se hallaría sometida, al cual él, felizmente, escapa, puesto que se erige en paladín de la intransigencia frente al fanatismo y del "aislamiento de sus cómplices". Para que tal programa se lleve a efecto es de suponer que cuenta con la favorable disposición de la mayoría de los vascos. Pues bien: dos días después de la aparición de su artículo, las diferentes ramas del nacionalismo (que Juaristi vincula por igual al aranismo) obtienen abrumadora mayoría de votos. ¿Se introdujo también el miedo en las urnas? ¿Renuncia el señor Juaristi a su cruzada o empieza a introducir matices? ¿El nacionalismo vasco es intrínsecamente canalla o una parte ayudará a Juaristi a combatir a la otra? Tal distinción entre los nacionalistas es posible en términos políticos abstractos, pero el señor Juaristi -su artículo lo muestra- sabe perfectamente que en la cotidiani dad es imposible establecer clara frontera entre ellos, cuando se trata del grado de repudio del vínculo con España en las formas que la Constitución dispone. Como mucho, los firmantes del Pacto de Ajuria Enea son públicamente algo más cautos.

Lo único que a los españoles (yo lo soy, desde luego; diferente es exigir que otros lo sean) nos honraría es afrontar tal realidad "guste o no guste", dejando de enviar a la humillación (o al sacrificio) jóvenes en cuyo cuerpo uniformado la contradicción adquiere los dramáticos tintes a los que, desde luego, las clases política e intelectual escapamos.

Siempre es noble tomar distancia frente a sí mismo. Euskaldún viejo y amamantado en el nacionalismo vasco, Juaristi lo hace al interiorizar las razones del nacionalismo español; lástima que tal actitud se adopte comprometiendo el cuerpo... de los otros.

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