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Alemania recupera su plena soberanía

Alemania recuperó ayer en Moscú, bajo la mirada del presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, la soberanía perdida hace 45 años, cuando el Tercer Reich hitleriano se rindió incondicionalmente a las potencias aliadas. Los ministros de Asuntos Exteriores de los países vencedores de aquella contienda -EE UU, la URSS, Francia y el Reino Unido-, junto con sus homólogos de las dos Alemanias, firmaron en el hotel Octubre, la residencia de lujo donde se hospedan los cuadros comunistas de todo el mundo, el tratado en el que se establece el estatuto internacional del que dentro de tres semanas será uno de los Estados más poderosos del mundo.

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Los términos del tratado

"El 30 de enero de 1933, la noche del fascismo cayó sobre Alemania. En este momento recordamos el infinito sufrimiento de la gente, no sólo de aquellos cuyos representantes están reunidos en esta mesa. Nuestros pensamientos. se dirigen especialmente al pueblo judío" Con estas palabras empezó su discurso ante la prensa internacional el jefe de la diplomacia de Bonn y auténtico artífice de la unidad alemana en el tablero internacional, Hans-Dietrich Genscher.A diferencia de lo sucedido en las tres primeras sesiones de la llamada conferencia dos más cuatro, celebradas en Bonn, Berlín y París, la conferencia de prensa ofrecida ayer por sus protagonistas carecía realmente de intriga, ya que, con la excepción de algunos flecos sin importancia, había acuerdo en todo.

A media mañana, en menos de cinco minutos, y por este orden, Genscher; el ministro presidente de la República Democrática Alemana (RDA), Lothar de Maiziere; el secretario de Estado norteamericano, James Baker; el jefe de la diplomacia francesa, Roland Dumas; el secretario del Foreign Office británico, Douglas Hurd, y el ministro de Exteriores soviético, Edvard Shevardnadze, firmaban el tratado bajo la mirada sonriente de Gorbachov y brindaban después con champaña soviético.

El documento, titulado Tratado del Acuerdo Final con respecto a Alemania, cierra definitivamente un capítulo histórico que ha abarcado casi la mitad de este siglo. Diez meses después de que una auténtica revolución popular, animada incluso por el pro pio Gorbachov, derribara el muro que dividía Berlín y toda Alemania, y con ello acabara con el régimen comunista, desapare cían las últimas barreras que aún quedaban para que Alemania recupere su puesto soberano entre las naciones.

Para ello ha habido que ir sal tando vallas, una especialmente delicada y significativa: la perte nencia de esta potencia emergente a la Alianza Atlántica, el gran enemigo de la Unión Soviética durante casi medio siglo. Hasta hace tan poco tiempo como el pasado mes de julio, en París, no levantó el Kremlin su veto, y tuvo que ser el canciller federal Helmut Kohl, quien, en un viaje al Cáucaso, consiguiera el acuerdo del líder soviético a cambio de un futuro tratado de amistad entre Alemania y la URSS, que en algunos lugares se calificó como de "un nuevo Rapallo". Hoy, Genscher y Shevardnadze tienen previsto trabajar sobre el último borrador de este tratado y posiblemente estampen en él su firma.

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Estas relaciones privilegiadas de Alemania con la URSS, junto con considerables cantidades de dinero, tanto en cuestiones como la financiación de la retirada de los 370.000 soldados soviéticos estacionados en suelo alemán, como en préstamos y convenios comerciales, se unieron a la declaración de Bruselas de la cumbre de la OTAN por la que se dejaba de considerar a la URSS como un enemigo y en la que se abría incluáo la posibilidad de que la OTAN y el Pacto de Varsovia trabajaran conjuntamente.

Pocas son las condiciones que se imponen a la Alemania unificada, y todas ellas autoasumidas. Un ejército que no superará los 370.000 hombres y la renuncia a fabricar o poseer armas nucleares, biológicas y químicas. Asimismo, el tratado establece los límites del territorio alemán al especificar que el país se compone "del territorio de la RFA, la RDA y Berlín", que supone la renuncia definitiva a los territorios de Silesia, Pomerania y Prusia Oriental que hoy día. forman parte de Polonia, y prevé la firma de un tratado entre Bonn y Varsovia para ratificar la frontera Oder-Neisse. La fecha real en la que Alemania recuperará plenamente su soberanía es todavía un enigma, ya que depende de la ratificación del tratado por los Parlamentos de todos los países implicados, lo que sucederá en los primeros meses de 1991.

2 de octubre, cita en Berlín

La noche del día 2 de octubre, Berlín, la ciudad hasta hace poco dividida, vestirá, en lo posible, sus mejores galas y los alemanes se lanzarán a las calles para celebrar la unidad de su patria. El canciller Helmut Kohl ha invitado a los presidentes soviético, norteamericano y francés, Mijaíl Gorbachov, George Bush y François Mitterrand, respectivamente, y a la primera ministra británica, Margaret Thatcher, aunque con toda seguridad Gorbachov y Bush no asistirán, según indicó ayer el portavoz del Gobierno de Bonn, Hans Klein.Durante más de dos meses, hasta que se celebren las elecciones generales en toda Alemania, el país estará gobernado de una extraña manera. Un grupo de unos 150 diputados de la Volkskammer, el Parlamento de la RDA, se trasladará a Bonn para formar parte del Bundestag, el Parlamento federal, mientras que unos cuatro ministros, posiblemente De Maiziere, Peter Michael Diestel, Günter Krause y un representante del Partido Liberal, se integrarán en el Gabinete de Kohl.

La fiebre electoral habrá hecho estragos ya por entonces. El día 14 de octubre se deben celebrar las elecciones para los Parlamentos de los cinco Estados federados en que se reestructura Alemania Oriental, al tiempo que también en Baviera se renueva la Cámara. La batalla por la cancillería habrá entrado ya en su recta final. El 2 de diciembre se elige el Parlamento de la Alemania unificada, del que deberá salir el nuevo Gobierno, y que decidirá dónde se instala la nueva capital, si sigue en Bonn o se va a Berlín.

El tratado no entrará en vigor hasta bien entrado el año que viene, cuando lo ratifiquen todos los Parlamentos involucrados. Además, los más de medio millón de soviéticos estacionados al este del río Elba se quedarán hasta 1994.

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