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El Rey rescata en el puerto de Palma a dos náufragas

ANDREU MANRESA"No os podéis quejar, porque habéis tenido un rescate real". Don Juan Carlos animaba así a las regatistas María Ortiz y Berta Bonastre, de 17 y 18 años de edad, respectivamente, que acababan de superar un complicado trance, en aguas de Palma de Mallorca. Su velero, Castor, de la clase snipe, había zozobrado en el interior del puerto de Palma, como consecuencia de una súbita tempestad que en la tarde del sábado asoló durante media hora el Mediterráneo balear.

Después de intentos frustrados a causa de la fuerza del viento y del peso de las velas hundidas en el agua, la embarcación había quedado con la quilla al revés. María y Berta, hijas de dos capitanes de la Armada que pasan sus vacaciones en la base naval de Porto Pi, actuaron como mandan los cánones marineros. No se agotaron en el esfuerzo y se sentaron sobre el casco volcado de su pequeño velero. Esperaron a que alguien acudiera en su ayuda. Pero jamás pensaron ser rescatadas por el Rey.

"Estábamos completamente mojadas, y aunque el viento era muy fuerte no teníamos miedo", confesó ayer María, futura estudiante de Telecomunicaciones.

A los pocos minutos del naufragio apareció una lancha rápida tripulada por don Juan Carlos. María y Berta creían que se trataba de una simple embarcación que les serviría de enlace con el destacamento naval próximo, desde donde organizarían la operación de rescate. Con la colaboración de don Juan Carlos, primero se intentó recuperar el equilibrio del velero, pero al haberse perdido la orza era imposible realizar la operación de palanca. María ató el cabo que les lanzó el Rey desde su lancha y las dos jóvenes subieron a la embarcación.

El impacto fue grande, y la sorpresa, mayor. "El Rey es muy simpático", recuerda María, "fue muy agradable y nos animó. Nos secamos con sus toallas y remolcamos a Castor hacia la dársena". Junto al muelle, y a causa del poco calado existente, fue necesario desmontar las velas, que seguían sumergidas en el mar. De pronto, el Rey, en pantalón corto y sin quitarse los zapatos náuticos, se lanzó al agua y trabajó para replegar las velas junto con su ayudante Richard, capitán del yate Fortuna. En pocos minutos, el velero recuperó su línea de flotación. "Fue un gesto muy bonito, propio de Su Majestad", sentenció el capitán de corbeta Jesús Ortiz, padre de María. El sector naval emitió después del rescate un comunicado de agradecimiento al Monarca.

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