_
_
_
_
_
EL NUEVO RUMBO AFRICANO

La 'perestroika' negra

La distensión internacional empuja a las dictaduras del continente hacia el cambio

Glásnost, perestroika, revoluciones contra regímenes corruptos, pueblos que exigen democracia... Los africanos, adictos a sus transistores, la mirada siempre atenta a Europa, sintonizan con las emisiones que les dedican las ex potencias coloniales y no pierden detalle de la batalla. El nuevo orden internacional que se cuece entre las grandes potencias dibuja una nueva geoestrategia también para esta parte del mundo. Tras el ejemplo de Namibia, el multipartidismo está sulvído en la costa oriental y el área austral. Y los autócratas de la costa occidental se tambalean ante la oleada de protestas.

Más información
Tradición genuina
La mecha de una bomba

La caída del telón de acero y el entendimiento entre la URSS y EE UU para lograr un nuevo orden internacional marcado por la paz han dado al traste con el contexto que convirtió sus sabanas en uno de los principales escenarios de la confrontación EsteOeste. El comienzo de la retirada de las tropas cubanas de Angola el pasado año, la independencia de Namibia el pasado marzo, las negociaciones para el fin de la guerra civil en Angola y Mozambique, los intentos de conversaciones para Etiopía o el Sáhara occidental son en gran medida el resultado de este viraje internacional.Pero los acuerdos entre las grandes potencias ajenas al continente no son los únicos factores que perfilan cambios en la geoestrategia africana. El ejemplo de la perestroika soviética ha cundido ya en Mozambique, Angola, Benin, Congo, algunos de los países que en el momento de su nacimiento optaron por la importación del modelo marxista-leninista. "¡A luta continua!", el emblemático grito de lucha de los países independientes negros contra el racismo y capitalismo exportador de la vecina Suráfrica, sigue siendo el lema favorito de los mítines políticos de la región. Sin embargo, entre los países de la Línea del Frente contra Pretoria sólo el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, se mantiene impertérrito en sus convicciones marxistas y en la creencia de que las revoluciones que se libran en los países del este europeo se deben a una conjura capitalista.

Fin del partido único

La evolución política emprendida por Pretoria hacia la implantación del principio de un hombre, un voto no ayudan a sus vecinos a mantener la tesis de la genuinidad africana del sistema de partido único y el liderazgo autocrático. La bestia negra, denostada por todos en los foros de la ONU y la OUA (Organización para la Unidad Africana) como sistema fascista, ya no lo es tanto, y corre el riesgo de dejarles en la cola de las reformas democratizadoras. Por si fuera poco, en sus fronteras ha nacido un nuevo Estado, Namibia, que el pasado noviembre dio un ejemplo sin precedentes con la celebración pacífica de sus elecciones multipartidistas.

El deshielo internacional y los imperativos económicos también estimulan el cambio de actitud hacia Suráfrica, el capitalismo y el multipartidismo. La aceptación en el país de otras fuerzas por parte del Gobierno angoleño de Eduardo dos Santos -que ya ha puesto en marcha la apertura al mercado capitalista- se plantea como una de las claves de la paz en Angola. A su vez, estas son las condiciones deseables para estimular las relaciones comerciales con Pretoria: el boicoteo económico cóntra el apartheid y las ayudas exteriores recibidas por los países del Frente no han podido borrar su dependencia económica de Suráfrica, que, de resolver su situación interna, se perfila como la gran potencia de la zona.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Zimbabue sigue siendo la única voz combativa en la zona austral a favor del mantenimiento del boicoteo a Suráfrica: no han caído en saco roto las advertencias del presidente De Klerk a los líderes de la Línea del Frente para que se enganchen al tren del único país subsahariano con capacidad industrial, el único de la zona en condiciones de ayudarles ante la previsible sequía de ayudas internacionales de sus tradicionales amigos, ahora más preocupados por el desarrollo de los países del Este que por el de África.

En este marco, un nuevo coloso económico -tanto por la situación estratégica como por los inmensos recursos en oro, uranio y diamantes de sus integrantesestá a punto de fraguarse como resultado de la aproximación -hace apenas un año ni siquiera impensable- entre Angola, Mozambique, Namibia y Suráfrica.

Namibia tiene previsto compensar sus escasos recursos desempeñando un papel de intermediario entre Suráfrica y los demás socios a los que la política de fachada obliga, por el momento, a mantenerse más distantes respecto a Pretoria.

El deshielo internacional también está favoreciendo las gestiones para la pacificación del Cuerno de África, donde Somalia, Etiopía y el sur de Sudán están enzarzados en sendas guerras civiles que a partir de ahora dejarán de explicarse con los términos promarxista y antimarxista para quedarse reducidas exclusivamente a las claves de las diferencias étnicas y religiosas o de los contenciosos territoriales como los que mantienen Etiopía y Somalia. Este último, es el único miembro de la OUA que se ha negado a firmar el principio, establecido por la carta de dicha organización, de la intangibilidad de las fronteras que fueron trazadas, a golpe de escuadra y cartabón, por los poderes coloniales y que son el germen de contradicciones explosivas. Los Gobiernos dictatoriales que supieron manejar las luchas de las superpotencias para lograr apoyos económicos y políticos han quedado heridos de muerte.

El 'emperador' rojo

El pasado año, la prensa norteamericana comenzó a cuestionar la cuantiosa ayuda financiera de su Gobierno a la Somalia de Siad Barre, una ayuda con la que en los años setenta Washington agradeció la reconversión ideológica de Mogadiscio, antiguamente alineada con la URSS, pero que los nuevos tiempos, sobre todo a raíz de la brutal represión policial en las protestas del pasado año, aconsejan revisar.

En el bando contrario, el régimen del emperador rojo de Etiopía, Mengistu Haile Mariam, sufre problemas similares: el apoyo de la URSS flaquea desde hace cuatro años. Moscú ha cogido al vuelo la oportunidad para deshacerse de un protegido incómodo. por el talante sanguinario de su régimen y la imposibilidad económica de contrarrestar sus ya endémicas hambrunas.

Envuelto en una guerra civil y acosado por atentados y el avance de las guerrillas independentistas, el emperador rojo intenta ahora jugar la última carta de una mayor flexibilidad hacia las demandas de libertad: los cambios registrados este año en la RDA, bajo cuya responsabilidad se hallaban los feroces servicios de seguridad etíope, han tocado de muerte al régimen de Addls Abeba.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_