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GENTE

Eduardo Chillida Belzunce

Dedicado a la pintura a pesar de una parálisis

Aurora Intxausti

Desde la ventana de su estudio, en la falda del monte Igueldo de San Sebastián, la mar encrespada muestra un color azul verdoso. Uno de esos azules que Eduardo Chillida Belzunce utiliza en sus cuadros. "Supongo que es porque me gusta. Miro por la ventana y veo la vida así porque dentro de mí está el azul. Es un color agradable que me permite conseguir las luces y las sombras que deseo expresar".Con 25 años de edad, ha expuesto por primera vez en Arco. Los 14 cuadros que trasladó a Madrid -"mi madre no me dejó llevar más", confiesa- fueron vendidos el mismo día de la inauguración. "Me están acostumbrando mal, porque el día que no venda todo me puedo sentir fracasado", reflexiona con una amplia sonrisa.

Cuando hace nueve años comenzó a pintar, lo hizo intercalando los pinceles y el lienzo con su gran pasión, la escultura. Sin embargo, hace cuatro años tuvo que abandonar este tipo de expresión artística debido a un accidente de circulación que le llevó primero a estar mes y medio en coma, para después dejarle paralizada la parte derecha de su cuerpo. Su mano permanece inmóvil, y habla con cierta dificultad. "Tuve que aprender a trabajar con la izquierda, y mi primer cuadro después del accidente lo pinté sentado en una silla de ruedas".

Asegura tener superada su parálisis parcial y se define como una persona optimista y tremendamente vital. Cuando aún no podía hablar pensaba que si había logrado salir del estado de coma y había llegado hasta allí, también tendría que encontrar alguna salida para seguir avanzando. No cree que haya una ruptura en su ritmo de trabajo entre el antes y el después, pero reconoce que ha aprendido más sobre la vida como consecuencia de haber estado al borde de la muerte.

Aunque por ahora no puede dedicarse a la escultura, está plenamente convencido de que los avances de la ciencia conseguirán algún día hacer que su brazo derecho vuelva a moverse para coger un trozo de barro y moldear una gran mano, elemento del cuerpo que para él tiene una gran belleza.

Ser hijo de un artista como Eduardo Chillida supone también una mayor exigencia en el desarrollo del trabajo. "Mi padre me suele reñir porque, según él, no estoy aprovechando todo lo que debería ese don que le parece que tengo. Y comenta: 'Todos corremos más que tú. Nos levantamos más deprisa, pero tú pintas mejor que ninguno de nosotros".

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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