_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sospechosos

LA DETENCIÓN de Marion Barry, alcalde de Washington, sorprendido drogándose en un hotel de la capital estadounidense tras caer en una trampa tendida por el FBI, no sólo acaba con la carrera política del interesado, sino que suscita cuestiones de mucho mayor alcance.Barry, el primero de los 300 alcaldes negros que hay en EE UU, ha sido, durante los 12 años de sus tres mandatos al frente de la más importante ciudad negra del mundo, todo un símbolo del sueño americano. Hijo de un pobre recogedor de algodón de Misisipí, peleó sólo hasta conseguir un doctorado universitario, y se sumó a mediados de la década de los sesenta al movimiento de derechos civiles de Lutero King y Jesse Jackson. Barry fue elegido alcalde de Washington por primera vez en 1978, y en una ciudad en la que el 70% de los ciudadanos es de raza negra, el entonces joven político de color parecía tener asegurada la carrera hasta cuando quisiera; de hecho, se preparaba para presentarse a un cuarto mandato. Tanto que Jesse Jackson, derrotado candidato a la designación demócrata para las últimas elecciones presidenciales, se vio obligado a declarar que nunca concurriría a los comicios municipales contra Barry.

Pero el héroe tenía los pies de barro. Sus mandatos han sido una concatenación de escándalos, éxitos menores, complejos de persecución, desplantes y corrupción. Aunque nunca nadie fue capaz de probarle nada, con los años, lo que al principio era presentado por el propio Barry como una campaña antinegra de linchamiento moral por parte de The Washington Post, ha resultado ser cierto: su administración era efectivamente corrupta, las sospechas sobre su drogadicción estaban justificadas y su megalomanía, su escandaloso estilo de vida y su ineficacia como administrador han podido más que su popularidad como uno de los principales políticos negros de su país. Sólo su soberbia explica que un personaje público de la relevancia del alcalde de la capital de EE UU, el rey de Washington, se deje sorprender como un colegial. Su popularidad era grande: denostado, acusado de drogadicción, pero intocable.

Dicho esto, resulta cuanto menos sospechosa la diligencia y el lujo de medios empleados por el aparato policial federal para coger en flagrante al alcalde capitalino. Si el adulterio y el consumo de drogas fuesen motivos suficientes para someter a tan intensa vigilancia a los altos cargos públicos -no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo-, no quedarían fuerzas policiales bastantes para llevar a cabo tareas mucho más importantes para la seguridad del Estado. Sucede, sin embargo, que Marion Barry era negro y demócrata, y ello, para determinadas instancias policiales norteamericanas, constituye ya motivo de sospecha.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

La detención ha coincidido, por otra parte, con una fuerte campaña de varios alcaldes norteamericanos a favor de la legalización de la droga, un movimiento que empieza a extenderse y que pone en cuestíón todos los esfuerzos, humanos y presupuestarios, llevados a cabo hasta ahora por la Administración. Después de la detención de Noriega en su propio país, la de Barry revestía todos los caracteres de ejemplaridad necesarios para justificar esos esfuerzos.

La alusión al color de la piel de Barry en este caso no es gratuita. Por estos mismos días, Estados Unidos se conmocionaba con el desenlace de un trágico suceso ocurrido en Boston: un joven blanco mató a su esposa, embarazada de siete meses, y se autolesionó para fingir un asalto. En sus declaraciones a la policía culpó a un negro y, naturalmente, nadie puso en duda sus declaraciones. Después de múltiples redadas en los barrios negros, un joven de color fue inculpado oficialmente del crimen, y sólo se salvó de un auténtico linchamiento jurídico gracias a la confesión de un hermano del asesino y del posterior suicidio de éste. Sin que ello sirva para descargo de Barry, lo cierto es que, por desgracia, sospechoso negro no es igual a sospechoso blanco en los Estados Unidos de hoy.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_