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La deuda de la reforma húngara

Fernando Luengo

La reforma económica húngara se encuentra en la actualidad en una encrucijada histórica. Los cambios introducidos en todos estos años no han sido capaces de crear nuevas y mejores condiciones de crecimiento, por lo que prosigue el deterioro de la situación económica, que incluso se ha profundizado en los últimos años. Ello no hace sino subrayar la necesidad de acometer nuevas reformas, acaso desde planteamientos más radicales que las anteriores y con otros protagonistas distintos de los que han controlado hasta ahora los resortes del poder. En este contexto se impone una reflexión sobre los objetivos y las políticas económicas más adecuadas para su consecución, sin olvidar que el dilatado período en el que se ha estado desarrollando el experimento reformista debe proporcionar importantes experiencias con las que contribuir a sortear los obstáculos que puedan presentarse en el futuro.El endeudamiento

Una pieza fundamental y uno de los elementos más novedosos de la estrategia de crecimiento que comenzó con la aplicación del nuevo mecanismo económico en 1968 fue el recurso al ahorro externo procedente de los mercados financieros internacionales. Esta nueva orientación se basaba en cinco consideraciones fundamentales. En primer lugar, las decisiones en materia de política económica no debían estar sesgadas desde consideraciones ideológicas, o, cuando menos, éstas no deberían ocupar un lugar exclusivo. Con esta perspectiva se consideraba que no resultaba incompatible con los principios del socialismo, o, si se quiere, con el funcionamiento de las economías de planificación central, acudir al crédito privado y público en el mercado capitalista internacional.

En segundo lugar se aceptaba la idea de que el aumento en la productividad del trabajo dependía en mayor medida de la renovación del equipamiento productivo que de las políticas encaminadas al empleo racional y al ahorro en la utilización de los recursos productivos, sin que en cualquier caso ambas opciones se considerasen de manera excluyente. Ante la evidente dificultad para generar, y sobre todo difundir, los avances técnicos en el conjunto del aparato productivo, y ante los obstáculos para garantizar una oferta de productos tecnológicamente avanzados desde los otros países socialistas, se contemplaba la alternativa de acudir a la importación de productos modernos de las economías capitalistas desarrolladas.

En tercer lugar, alcanzar los objetivos de la reforma económica exigía unas necesidades de financiación sustanciales que no podían ser adecuadamente ,cubiertas con los recursos procedentes del mercado interno. El endeudamiento externo se presentaba como, una opción inevitable, al menos durante una primera etapa, en la medida en que una de las piezas básicas del acuerdo social sobre el que pretendía sustentarse la reforma era el mantenimiento y la mejora de la capacidad de consumo, y tampoco se deseaba reducir la actividad inversora, pues resultaba incompatible con el objetivo de modernización del aparato productivo.

En cuarto lugar se partía de un endeudamiento externo relativamente reducido, y, por tanto, el margen de maniobra era bastante amplio. El incremento ,del potencial exportador, al que había de contribuir la compra ,de productos tecnológicamente avanzados en el mercado internacional, debía mantener el coste de la deuda en unas proporciones razonables e incluso permitir el acceso a nuevos créditos. Finalmente, los mercados financieros internacionales se caracterizaban en los primeros años de aplicación de la reforma por la abundancia y el bajo coste de los créditos, lo que suponía unos pagos en concepto de intereses y amortización soportables para Hungría.

De acuerdo con estos planteamientos, las autoridades húngaras desplegaron una política de endeudamiento activo, sobre todo durante la primera mitad de los años setenta. En aquel período, tanto los niveles de consumo como, principalmente, la dinámica inversora pudieron mantenerse gracias al crédito internacional. Pero en la medida en que la actividad exportadora no mejoró lo suficiente para contrarrestar el vertiginoso crecimiento de las importaciones, la carga de la deuda aumentó hasta que en 1978 alcanzó un punto crítico, situando a la economía húngara en la frontera de la insolvencia.

A partir de ese momento se aplicó una política de ajuste orientada prioritariamente a recuperar una posición de equilibrio en la balanza de pagos. El instrumento fundamental de esa política fue la reducción de las importaciones, principalmente las asociadas a proyectos de inversión, mientras que el mantenimiento de los niveles de consumo continuaba siendo un objetivo irrenunciable. Los buenos resultados de esta política de saneamiento se concretaron en la reducción del déficit de la balanza por cuenta corriente, que incluso alcanzó posiciones excedentarias. Ello mejoró la posición financiera de Hungría, si bien los niveles de endeudamiento permanecieron relativamente elevados.

Límites

El balance fue en ese sentido positivo, y permitió renovar la solvencia internacional del proyecto de reforma. Pero la política aplicada presentaba límites importantes: la restricción en las importaciones comprometía seriamente los empeños de modernización del aparato productivo; el equilibrio alcanzado no podía ser considerado sino precario, pues se basaba más en la contención de las importaciones que en la mejora de la capacidad exportadora, y el reforzamiento del control del aparato estatal sobre la economía, con el objetivo de ajustar la balanza de pagos, favoreció la reaparición de los métodos administrativos de dirección vinculados al modo centralizado de gestión.

La existencia de estos límites determinó, entre otras razones, el resurgimiento de los problemas financieros con redoblada intensidad. Así, en 1986 se alcanzó un nuevo punto crítico, pues tanto el déficit de la balanza por cuenta corriente como la relación entre el servicio de la deuda externa y las exportaciones alcanzaron las cotas más elevadas de todo el período analizado. A partir de ese año se modificó la tendencia al empeoramiento de la situación financiera y el nivel de endeudamiento se redujo, aunque todavía hoy Hungría ocupa un lugar destacado entre los países más endeudados del este de Europa, con . un coeficiente entre el servicio de la deuda y las exportaciones ligeramente inferior al 50%.

Parece claro que cualquier decisión en el sentido de acudir al mercado financiero internacional debe adoptarse con cautela, pues a diferencia de los primeros años de la reforma, se parte de una situación financiera muy comprometida. No obstante, en la situación actual, dominada por el bajo crecimiento económico, el débil potencial exportador y el atraso tecnológico, una política de captación de ahorro externo puede convertirse en una pieza fundamental para salir del estancamiento y generar nuevas condiciones de crecimiento.

Para que una política de endeudamiento activo surta los efectos deseados debe estar encuadrada en un diseño estratégico más amplio, dentro del cual las reformas internas desempeñan un papel fundamental. Hay que prestar especial atención a la selección de los objetivos de importación y su vinculación a proyectos de inversión rentables, así como al desarrollo de capacidades de producción que garanticen la obtención de divisas convertibles en condiciones de competitividad adecuadas. Ello exige, entre otras cosas, una definición cuidadosa de las líneas de especialización productiva a partir de las que sustentar la política industrial, una redistribución de recursos desde los sectores y ramas de la actividad económica que han constituido el núcleo del tejido productivo hacia aquellos con mayor potencial de crecimiento y de avance tecnológico, y un nuevo mecanismo de gestión del proceso económico capaz de vencer las Inercias características de la dirección centralizada y burocrática de la economía.

Obstáculos

Este proceso puede ser obstaculizado o favorecido por los países industrializados occidentales. Operan en el primer sentido los pronunciamientos meramente declarativos, la concesión de ayudas económicas condicionadas a la aplicación de un determinado modelo de organización económico, social y político, una política de asistencia incapaz de superar un horizonte de rentabilidad a corto plazo y una posición rígida en cuanto a las formas de cooperación entre el Este y el Oeste que dificulte el avance hacia el proyecto de una Europa común. Por el contrario, el apoyo a las reformas económicas exige suprimir las restricciones a las transferencias de tecnología a los países del Este, facilitar el acceso de sus exportaciones en dirección a los mercados de las economías capitalistas desarrolladas, crear mecanismos de financiación a medio y largo plazo adecuados a las estrategias de renovación del aparato productivo aplicadas en las economías planificadas y definir estructuras y mecanismos de cooperación con los países socialistas suficientemente flexibles. De cómo resuelvan los países occidentales este dilema depende en gran parte tanto la viabilidad de la reforma económica húngara y de los otros países socialistas como la posibilidad de caminar hacia la construcción de una casa común europea.

Fernando Luengo es miembro del Centro de Estudios de Países Socialistas.

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