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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El trabajo de Fraga

EL PARTIDO Popular ha obtenido -pendiente de los votos de los emigrantes- la mayoría absoluta en las elecciones autonómicas de Galicia, y su cabeza de lista, Manuel Fraga, se ha hecho con un triunfo personal significativo, aumentando en tres puntos el porcentaje de votos obtenido en la anterior convocatoria de 1985. La victoria conservadora se produce sin ningún género de paliativos, por cuanto el mal tiempo que presidió el desarrollo de la jornada electoral no se tradujo en una participación inferior a la de otras convocatorias.Desde luego, los conservadores jugaban en campo doblemente propio: sociológicamente, Galicia sigue otorgándoles la prioridad en su orden de preferencias políticas, y personalmente, Fraga competía en su tierra natal, que conoce palmo a palmo. Pero estas constataciones no suponen demérito alguno de la victoria registrada: efectivamente, el viejo león de Perbes jugaba en casa, pero es una casa ganada a pulso, trabajando el voto como nadie. Pasada su oportunidad histórica como conductor de los asuntos de España -ampliamente pasada pese a la victoria de ayer-, el resultado de Galicia tiene las virtudes de: un premio de consolación simbólico y de un reconocimiento histórico para Fraga, un hombre que tan bien simboliza a todos aquellos que, habiendo servido al régimen anterior, supieron, sin embargo, colaborar lealmente en la construcción y consolidación de la nueva democracia española.

El avance del partido socialista, encabezado por Fernando González Laxe, es también digno de resaltar. Supone, en primer término, la consolidación de un bipartidismo imperfecto en la escena política gallega. Y en términos partidarios, plasma la capitalización de la obra de gobierno de estos dos últimos años a costa de los socios que la posibilitaron. Si los socialistas aumentan, lo hacen empero en menor grado del que apuntaban sus expectativas previas. Quizá algunos tics provocados por un peculiar estilo en el ejercicio del mando y compartidos con el resto del socialismo gobernante han limitado ese crecimiento. Gestos como la concesión de frecuencias radiofónicas en la vigilia electoral o eslóganes tan reveladores de la instalación intelectual de los socialistas en las ideas del mantenimiento y no en las del cambio, como el utilizado en esta campaña -"Con poder"- son constitutivos de ese estilo. Y si al cabo el socialismo gallego apelaba a los viejos reflejos subliminales modelados por el caciquismo (votar el poder), mal puede quejarse ahora de la actitud desplegada por los electores.

Conservadores y socialistas aumentan sus votos gracias al simétrico hundimiento del nacionalismo de centro, representado por el Partido Nacionalista y por Coalición Galega. La imprecisión de los perfiles y de la oferta del primero y el transfuguismo oportunista del segundo han concitado sus monumentales desastres electorales. El revés de esas formaciones se suma al del CDS, que sigue virgen en el Parlamento de Santiago y cosecha su tercera derrota en este año (Parlamento Europeo, legislativas del 29 de octubre y, ahora, autonómicas gallegas), así como también a Esquerda Unida-Izquierda Unida. El Bloque Nacionalista Galego y el Partido Socialista-EG recogen seguramente sectores de votantes de todas esas formaciones, reuniendo a un tiempo votos de protesta social y de nacionalismo radical. La tercera fuerza de Galicia es desde ahora este conjunto de formaciones y su eventual crecimiento futuro estará en función del sesgo más o menos radical -en sentido inverso- que quiera imprimir a su Gobierno el nuevo inquilino de Raxoy.

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Acabado ya el proceso electoral, quedan, sin embargo, dos asuntos pendientes, sobre los que muchos deberán definirse. El primero es que quienes desde la miseria moral y la inanidad intelectual negaron al PSOE su victoria real en las legislativas del pasado mes de octubre, eviten caer ahora en la misma miserable actitud respecto al Partido Popular escudándose en que a su mayoría absoluta no le sobra un solo escaño. Y el segundo es que todos sepan encajar los resultados y no se repita el espectáculo de las impugnaciones por las impugnaciones, es decir, aquellas que no tienden tanto a restaurar todos los hechos conforme a la voluntad popular como a intentar arañar ventajas partidarias sin reparar en las consecuencias de sus métodos.

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