Dolores, seguiremos luchando
Dolores Ibárruri ha fallecido... Con ella ha desaparecido una de las figuras legendarias de este siglo, un siglo desgarrado y dramático que quizá por estas características produjo personalidades extraordinarias. Desde diversos partidos han surgido mensajes, cuando no de abierta simpatía, sí de un profundo respeto por una vida y una obra marcadas por el coraje, la lealtad y el desinterés.Y sin embargo, para muchos españoles, Pasionaria sigue siendo una gran desconocida. En el editorial de un diario se dice que el "lado oscuro" de su vida consiste en que ha sido la "última estalinista". He ahí un estereotipo vulgar que no corresponde en absoluto a la realidad. Dolores es una defensora apasionada de la primera revolución obrera triunfante. Ve en ella la realización del ideal de emancipación con el que sueñan en ese momento millones de trabajadores.
Y en el período en el que la humanidad se enfrenta con la amenaza fascista, Pasionaria, como toda una generación, piensa que la URS S es el único dique firme que se opone al triunfo del hitlerismo. En ese momento son -para hablar así- estalinistas muchos de los intelectuales más destacados, y desde luego, elogian a Stalin hasta políticos tan poco sospechosos de comunismo como Churchill, Roosevelt y De Gaulle.
Pero cuando el XX Congreso del PCUS pone de relieve las sombras del período estaliniano, Dolores no duda: apoya a Jruschov, y más tarde se enfrenta contra la ocupación de Checoslovaquia, y desde Moscú, donde reside -lo que tiene más mérito-, apoya firmemente el eurocomunismo, resistiendo las presiones de la dirección brezneviana. Hasta que, comenzada la transición, regresa a España, Dolores, durante varios años, es un huésped incómodo para los dirigentes, aunque muy amado por el pueblo soviético.
Pasionaria no ha podido enterarse de los últimos acontecimientos. Pero el derrumbamiento del muro de Berlín le hubiera producido enorme alegría. Ella había hecho una opción, sin vacilaciones, 1 por el comunismo democrático.
Dolores desaparece en el umbral de una nueva época, en la que surge la posibilidad real de un encuentro entre las dos grandes familias del movimiento obrero: la comunista y la socialista. Pero mientras la edad y los achaques se lo permitieron, Dolores, protagonista de este siglo, tenía ya la mente y la esperanza puesta en lo que venía, más que en el pasado. Es una pena, en su caso, que la vida humana tenga límites biológicos y que no haya podido ver lo que un futuro, quizá no demasiado lejano, va a aportar como superación de luchas intestinas y de apertura a nuevos horizontes de progreso. Yo estuve en su casa, visitándola, muy pocos días antes de morir, entre sus dos últimas estancias en el hospital. Me reconoció, y entre el recuerdo de su madre y de Gallarta, que venían frecuentemente a su boca, tuvo lucidez para decirme: "Santiago, hay que seguir luchando".
Seguiremos, Dolores, como tú nos has enseñado, luchando por un porvenir luminoso de paz, fraternidad e igualdad para todas las mujeres y los hombres de esta tierra.
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