_
_
_
_
_

45.000 'turcos' de Bulgaria, expulsados en tres semanas

El éxodo forzoso de los musulmanes que viven en Bulgaria, que Ankara considera étnicamente turcos, iniciado el pasado 1 de junio, ha alcanzado la cifra de 45.000 personas en apenas tres semanas. Llamada deportación por las autoridades turcas, esta operación podría extenderse a 200.000 personas en las próximas semanas si el Gobierno comunista de Sofía no da marcha atrás en sus planes.

Según testimonios recogidos en la frontera búlgara, del lado turco, en Edirne, los búlgaros han improvisado cuatro campos de concentración para albergar a miembros de la minoría musulmana. Estas personas tienen que esperar allí una media de cinco días antes de ser expulsados a Turquía. Hay colas de espera de 15 kilómetros del lado búlgaro, según diversos testigos, que aseguran que varios miles de personas esperan con impaciencia el momento de cruzar la frontera.La minoría turca en Bulgaria existe desde el imperio otomano y hoy constituye el 10% de la población, cerca de un millón de personas. El drama comenzó en 1984, con la política de asimilación forzada aplicada por el número uno del régimen de Soria, Todor Jivkov, con el objetivo de bulgarizar a esta minoría. Los búlgaros han prohibido a los turcos ir a las mezquitas, practicar la religión musulmana y hablar la lengua turca, han cerrado sus colegios y cambiar a la fuerza sus nombres por otros búlgaros.

Después de las manifestaciones para protestar contra la política del Gobierno de Sofía, desarrolladas el pasado mes de mayo, se produjeron diversos enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y, según diversas fuentes, hubo un mínimo de 20 y un máximo de 300 turcos. A partir de entonces, Bulgaria comenzó a enviar a la fuerza a los turcos, en un primer momento, hacia Austria y Yugoslavia y, posteriormente, a Turquía. Los expulsados llegan en tren, cada día, por millares, a Derekoy y a Kapikule, dos localidades situadas en la frontera búlgara. Entran en Turquía tan sólo con algunas maletas porque, según cuentan, se les confiscan todos sus bienes.

Después de los kurdos iraquíes, cuyo número asciende en Turquía a 65.000, refugiados desde septiembre de 1988 en este país después de huir de las armas químicas de Sadam Husein, ahora las autoridades de Ankara se preparan a recibir al menos a otras 100.000 personas a las que consideran compatriotas. Por el momento, son instalados en tiendas de campaña cerca de Edirne.

Responsabilidad de Evren

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

La Prensa turca ha responsabilizado a la política del presidente-general Kenan Evren en 1982, por entonces hombre fuerte de la Junta Militar, que rechazó un "éxodo negociado" con Jivkov. Ahora, el Gobierno del conservador Turgut Ozal pide una solución de este tipo. Los búlgaros acaban de responder que sólo aceptarían un diálogo que se abra "sin condiciones". Ankara lo rechaza, e interpreta esta actitud como una maniobra diplomática por parte de Sofía para minimizar los daños que su brutalidad pueda causar a su imagen a nivel internacional.Desde hace unas tres semanas, el drama de los refugiados turcos de Bulgaria ocupa la primera página de los diarios turcos, así como las primeras informaciones de los telediarios. Pero el Gobierno considera que los países europeos continúan manteniendo un culpable silencio sobre esta tragedia.

Ankara quiere que sus amigos europeos condenen abiertamente a Bulgaria y su brutalidad y la denuncien como un atentado a los derechos humanos.

El Gobierno de Ankara aplica un doble rasero sobre este asunto. Oficialmente, en Turquía no viven más que turcos. Se rechaza, por ejemplo, la existencia de una minoría kurda. Los búlgaros dicen prácticamente lo mismo al afirmar que no hay más que búlgaros en su país. Para despertar a la opinión pública internacional, se ha convocado una gran manifestación en Estambul para mañana.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_