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Un cafelito

El café de media mañana, el de sobremesa, el de la tarde, hacen llevadera la jornada. Un cafelito es golosina, pausa reparadora en el avatar laboral, buena excusa para un rato de charla. Dicen que también posee propiedades diuréticas, vasodilatadoras, tonicocardiacas. El árbol del café lo descubrieron unas cabras de Yemen que al ingerir el fruto se ponían como su propio nombre indica, y los monjes de Chehodet tuvieron el gusto de imitarlas.Pero ése es otro asunto. El cafelito guarda gran distancia con las infusiones monacales primigenias, salvo en la pureza del café, que es lo que da gloria. Varía el aroma según de donde venga, y los buenos cafeteros hacen mezclas de diversos orígenes y torrefacciones. Nicaragua ofrece un excelente café de grano gordo, poco conocido, ya que su cosecha es corta; Colombia, un oro negro, calidad excelso, y quien lo prueba ya no quisiera tomar otro.

El reverso de la exquisitez cafetera es esa ácida negrura que cuelan por café en muchos bares. Durante la hambruna de posguerra los clientes pedían café-café y les servían café a secas, pues café-café era un lujo exclusivo de estraperlistas. Café a secas significaba triache de dudosa procedencia, achicoria, guanina, torrado garbancero o incluso recuelo de todo ello. Uno de tantos males menores que imponía la escasez. Sin embargo, ahora no se explican estos sucedáneos si no es desde la estafa. El café de muchos bares recuerda al de la posguerra, y si están en la carretera, sabe a rayos. El viajero que osa catar café en un alto en el camino sufre una agresión gustativa que le deja con un ojo mirando al Gobierno y otro a los sindicatos.

El cafelito es uno de los pocos reductos placenteros de este asendereado mundo. El olor del café humeante, pizca de azúcar y dos vueltas de cucharilla para atenuar su amargor, sorbito que rompa la quemazón, par de ellos más largos regalando el paladar, apurar el néctar, quedar satisfecho. Tampoco es pedirle tanto a la vida. Sobre todo porque al final pagas, y lo cobran como si te fueras a llevar la taza a casa.

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