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Noche de Reyes

Antonio Elorza

Cuando escribo estas líneas, al filo de la Navidad, el presidente del Gobierno ha reconocido el éxito de la huelga general, pero existen aún serias dudas sobre el curso que seguirán los acontecimientos. De momento, la CEOE se encrespa, ha sido puesto en libertad el cerebro del 23-F, quien, según sus propias palabras, siempre respetó la Constitución, y las locomotoras siguen haciendo buenas migas con el impresionismo. Habrá que esperar, pues, al 6 de enero para ver si se cumplen las expectativas suscitadas por aquella jornada, es decir, si al margen del giro social se abre una nueva etapa política en que el Ejecutivo acepte la colaboración efectiva con un poder judicial independiente, destierre el estilo No-Do de la televisión, tolere el control parlamentario por parte de la oposición y desate los nudos de corrupción que hoy le ligan aquí y allá al poder económico. Y también si desde la otra orilla, la que gracias a la iniciativa sindical y a la torpeza del Gobierno supo dar vida al 14 de diciembre, la tensión social se traduce en iniciativa política, por lo menos tendencialmente, hacia una izquierda para esa sociedad española cada vez más integrada en Europa. Algo que, para romper puentes con el pasado, llamé hace poco la euroizquierda.El término euroizquierda tuvo alguna difusión en los comienzos de la década para designar el acercamiento entre los partidos llamados eurocomunistas y ciertas socialdemocracias. Ahora sus perspectivas son más amplias y vienen dadas por la unificación de espacios económicos que en Europa cabe esperar a partir de 1992. Mientras en el pasado el internacionalismo pareció un patrimonio del movimiento obrero, por contraposición al individualismo nacionalista de los Estados burgueses, hoy los términos se han invertido, y el capitalismo transnacional ajusta mucho mejor sus piezas al proceso de agregación económica que sus oponentes de izquierda. Ningún síntoma. mejor de este repliegue que la reunión de los partidos comunistas tradicionales de la Comunidad que basó su estrategia defensiva en la salvaguardia de las soberanías nacionales. El hecho es que esa superación del espacio nacional constituye hoy ya un dato de la realidad económica, y su desconocimiento solamente puede justificar actitudes defensivas. Además, el retraso comparativo en la construcción de la Europa comunitaria social frente a la económica ofrece un campo de trabajo privilegiado para esa coordinación de actitudes. Al mismo tiempo, las divisorias tradicionales llevan camino de diluirse. Las políticas neoliberales de los socialismos mediterráneos marcan una distancia siempre mayor frente a la socialdemocracia del tipo alemán o sueco y, correlativamente, la denominación comunista cubre hoy un Mosaico de contenidos heterogéneos, sin otra conexión que el origen compartido. ¿Qué puede fundamentar la identidad entre el PCI de Ochetto, el estalinismo nacional / familiar de Ceaucescu, la renovación de Gorbachov y las actitudes tradicionalistas de los pecés de Francia o Portugal? Aunque no todos se enteren, los alineamientos están saltando por encima de las siglas.

Entre otras cosas, porque los márgenes de acción se encuentran a corto plazo tan acotados como amplias resultan las perspectivas (y las exigencias) de cara a un futuro más lejano. La alternativa al modelo neolíberal no puede ser pensada ya como la construcción de una nueva sociedad con sus habitaciones listas para ser ocupadas en sustitución de la negatividad del ordenamiento vigente: la baja calidad de tales edificaciones y la escasa propensión de los trabajadores occidentales a abandonar la sociedad de consumo llevan las cosas a otro terreno, el de la política reformadora dentro del marco capitalista. Ahora bien, desde el tipo de relación entre Gobierno y sindicatos, o la lucha contra la sociedad de los dos tercios, a la propia estructura del poder político y de la participación ciudadana existe aquí un amplio campo de juego que en absoluto excluye el conflicto de clases y una perspectiva inevitable a largo plazo de ruptura con la lógica del capitalismo. Ruptura en la determinación del proceso de construcción de la casa común europea y, sobre todo, cuando se afronten las orientaciones del sistema económico mundial respecto al Tercer Mundo y a la conservación del medio. Pero entrar en ese juego requiere conocer previamente el engranaje de equilibrios y dependencias en que se mueven nuestras sociedades eurooccidentales, y al que están profundamente adheridos la mayoría de quienes las habitan. El olvido de este dato equivale a una cesión total del espacio político a la hegemonía neoliberal.

Queda, en fin, el problema nada secundario de quién puede configurar entre nosotros esa euroizquierda que evite la desagregación del impulso social puesto de relieve el 14 de diciembre. Un enfoque realista aconseja aquí partir de los mínimos actuales, no de cero, y renunciar de antemano, tanto al ensueño de la capitalización singular como a la conservación pura y simple de lo existente. Conviene además que tenga lugar un proceso en dos direcciones, de reflexión por parte de las organizaciones, pero también de movilización política a cargo de quienes a título individual han sentido el desfase entre la ola de fondo popular y el campo de ruinas de la izquierda política. Porque los sindicatos están ahí, han jugado su papel y muy posiblemente seguirán desempeñándolo, pero tienen un límite en su ámbito de actuación que ellos mismos reconocen y no tienen intención de vulnerar.

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Es, pues, la hora de la política, por más que lo encubra el goteo de encuestas adormideras, según la vieja terminología bakuninista. Y para ello no cabe pensar otra perspectiva que articular -y desde ahí modificar- el pluralismo de la precariedad que hoy caracteriza a nuestra izquierda. Son piezas muy dispares, pero con el denominador común de un fuerte voto de izquierda sociológica, orientado hacia el cambio, lo que supone un punto de encuentro nada desdeñable. Además, la huelga general ha traído para cada uno de los grupos enseñanzas que no deben ser echadas en saco roto. Un poco, jugando de nuevo con las fechas, los Reyes le han traído a cada uno su parte de carbón.

Incluso a Euskadiko Ezkerra y a Izquierda Unida, aun cuando en su haber cuenten con el apoyo al paro general. El éxito de éste ha sido un claro revelador de sus respectivas carencias. En el caso de los izquierdistas vascos, por su incapacidad para entroncar la superación del particularismo con una perspectiva de renovación política estatal, más allá de la suma de grupos dispersos; como diría Aresti, "kanta dezagun batea", cantemos a una, por lo menos ahora. En cuanto a Izquierda Unida, la huelga ha recordado que dos años han sido perdidos en un juego de cúpulas sin base social y que el reconocimiento de la realidad, no el mito, constituye hoy y siempre el soporte de una transformación social que aspire a ser racionalizadora y que cuente con el apoyo de las viejas masas. Nada mejor para valorar las exigencias de cambio en EE y en IU que las intervenciones de los respectivos portavoces en el debate parlamentario sobre la huelga.

Por fin, el PSOE se ha ganado, y a pulso, la carga de carbón de estas Navidades. Ahora nos aguarda la incertidumbre, pero de haberse impuesto la No Huelga hubiéramos asistido inexorablemente al auténtico vaciado de la democracia a cargo del partido de gobierno. Tal como han ido las cosas es el Estado-partido el que ha fracasado de forma inapelable, y ésta debería ser la lección del 14-D, incluso para los propios militantes no implicados en el sistema de poder. Dada la persistencia del apoyo electoral de izquierda, es aquí donde también se juega el futuro, y quizá aquello que más incline a buscar la salida electoral, la escapatoria, a Felipe González. Lo más razonable, por recoger su palabra-fetiche de los últimos días, sería un replanteamiento general de la función política del PSOE, una revitalización como sujeto político encargado de transmitir las demandas de su base y no sólo de garantizar el cumplimiento de las decisiones de un vértice compuesto por personajes infalibles. Ciertamente, no todo cambiaría de inmediato, pero sí quedaría abierto el camino de una normalización, donde incluso los errores fueran seguidos de derrotas electorales. En otro caso, el PSOE puede seguir ganando elecciones, consolidando su pirámide de cargos entroncada con el poder financiero, con la corrupción institucional, pero a costa de estallidos recurrentes y de una malformación definitiva de la democracia. Así que también al PSOE, paradójicamente, corresponde un papel de primer orden en la gestación o el fracaso de una euroizquierda en España, en el contenido político de esta noche de Reyes marcada por el 14 de diciembre. Como en el cuento, lo más importante -y, en la realidad, lo más improbable- es que Scrooge haga caso de las advertencias del fantasma de Marley.

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