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Tribuna
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Naipes

Manuel Vicent

De cuatro machetazos lo mandaron a rendir cuentas a Dios. El difunto se encontraba con la boca cerrada y los ojos abiertos, con la cabeza ladeada como mirando el cerezo en flor que había junto al camino. Tenía un brazo en reposo y con el otro, extendido, parecía estar saludando a la gente con una baraja en la mano, aunque nadie lo vio hasta que llegó el niño. Se trataba de un vagabundo, y el niño descubrió su cadáver mientras buscaba nidos en los álamos una mañana de mayo. Dio parte a la autoridad y por este servicio le felicitó el alguacil del poblado. Fueron cuatro estocadas las que había recibido el mendigo, y bien pudieron ser tantas como variaciones tienen los naipes. El machete había penetrado entre las costillas del desconocido después de atravesar un escapulario de paño; con otro de sus viajes, el asesino le había extraído por la quijada dos molares y un raigón; el tercer embite lo tomó el occiso en los riñones, con un tajo hacia abajo que le dejó al descubierto el huesito de la alegría; fue rematado con una suerte final en el corazón. Cuando el niño se tropezó con el cadáver, los tábanos libaban en sus heridas. A su lado había restos en una lata de atún, media botella de anís Machaquito, un zurrón con una biblia podrida y la baraja que blandía en la mano. El niño se la quitó.Nunca supo quién era y por qué lo habían matado, pero gracias a él tenía ahora el niño la primera baraja, y el entierro de aquel vagabundo tuvo lugar esa tarde de primavera. El niño estaba sentado en una acera del poblado y con los dedos movía los naipes que le había robado al difunto. Con ellos iniciaba el laberinto del azar, mientras en ese momento, por delante, pasaba un ataúd de pino llevado por un carromato y alguien cantaba salmos de tinieblas. El niño contemplaba las cartas y seguía barajando. El cortejo fúnebre se alejó del todo y entonces el niño blandió al sol de la tarde el as de oros, que brilló como un doblón cartaginés, y de esta forma supo que en adelante la suerte le haría olvidar la muerte para siempre.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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