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El hospital de las focas

En Pieterburen, la catástrofe ecológica del mar del Norte no ha sido una sorpresa

Isabel Ferrer

ENVIADA ESPECIALBuena parte del centenar de focas que Hegan todos los años al centro guardería de Pieterburen, al norte de Holanda, tiene todavía sin desprender el cordón umbilical. Son los huérfanos del Waddenzee, una zona de bajíos que incluye las costas de Alemania y Dinamarca y que fue santuario natural de la foca común o vitulina hasta que virus de extraño nombre se apoderaron de sus indefensos cuerpos de cría. Este año, a ellas se han sumado numerosas focas enfermas que reciben en Pieterburen los cuidados para intentar salvarlas.

Los desvelos de los cuidadores no pueden nada contra la contaminación de los mares, que, según todos los indicios, deposita veneno en sus cerebros, debilita su sistema inmunológico y arroja finalmente los cadáveres a las costas del mar del Norte, como está sucediendo en la actualidad en una proporción que ha alarmado a los países ribereños.Cuando hace 17 años Lenie't Hart abrió el centro de Pieterburen, era sólo una mujer preocupada por las focas, unos animales que formaron parte de su niñez. Ahora la institución que dirige ha recibido de la Comisión Europea una subvención de 120.000 florines (unos siete millones de pesetas) con la que tratarán de establecer la relación entre las afecciones víricas de las focas y la contaminación, que ha aniquilado ya a unos 9.000 ejemplares en los mares del Norte y Báltico. Los estudios estarán encabezados por el doctor A. Osterhaus, que ya aislara un virus herpes hace cuatro años.

"Venimos observando anomalías en el sistema inmunológico de las focas desde hace más de tres años, pero sólo ahora, cuando la mortandad ha sido más viva, se organizan conferencias internacionales", dice Hart, que estuvo en la de Londres, organizada por Greenpeace. "Sólo combatiendo la contaminación podremos parar la epidemia", añade. Según los datos de su centro, una de cada seis focas de la zona holandesa del Waddenzee ha sobrevivido gracias a los cuidados allí recibidos.

Paraje singular

El Waddenzee es un paraje singular en el que abunda la foca común en una zona de abundante alimento y donde la marea baja deja al descubierto bancos de arena que son aprovechados por las focas para descansar y tener a sus crías. Cuando suben las aguas, las focas recién nacidas deberán ser capaces de nadar.Al centro de Pieterburen, ciudad de 400 habitantes, llegan buena parte de estas focas del Waddenzee. En su propia casa, Hart ha instalado el complejo que recibe, examina y cuida a unos 100 animales en un año normal. Su jardín es un pequeño laberinto de piscinas y solarios donde se reponen las focas llegadas de Holanda, Reino Unido, Bélgica, Alemania e incluso Grecia. Allí trabaja también un equipo de 15 personas. Son en su mayoría mujeres que alimentan, limpian y administran medicamentos a los animales. Huele muy levemente a mar en este recinto donde todos trabajan con trajes aislantes y guantes de cirujano.

Hasta hace pocos años, la crías recogidas en el mar del Norte habían perdido a sus madres. Aparecían a finales de junio aullando en los bancos de arena del Waddenzee y eran llevadas a Pieterburen por los pescadores ribereños. Tras múltiples pruebas, el equipo de investigadores y veterinarios consiguió un preparado oleaginoso, a base de agua y pescado que sustituye la leche materna y es administrado con la ayuda de un tubo de goma. Los primeros días, los bebés comen cada tres horas, luego cuatro o cinco veces al día, y a los tres meses ya pueden obtener su ración de tres kilos de pescado e ingerirla en el agua.

Estos huérfanos suelen permanecer en Pieterburen hasta septiembre, mes en el que pesarán 40 kilos y estarán dispuestos a regresar al mar. Para ello, Lenie't Hart cuenta con la ayuda de la policía marítima de Delfzijl, que los deposita en un banco de arena del Waddenzee durante la marea baja.

Los virus

Cuando estas crías se marchan, aparecen las focas que tienen unas seis semanas y sufren malnutrición o infecciones que les impiden pescar. Este grupo ha aumentado de forma alarmante en los últimos meses debido a la incidencia de los virus herpes y picorna, que debilitan sus pulmones y les producen además encefalitis. "Hace pocos años sólo fallecía un 10% de las que llegaban", asegura Hart, "ahora no sé si podremos salvar un 10% de las que tenernos".El centro guardería de Pieterburen no cierra nunca, y así, durante el invierno recibe a las focas que ya han cumplido los tres meses y presentan grandes heridas infectadas que no se cierran. Sólo pesan 15 kilos, cuando su peso normal debiera ser del doble. Este grupo sufre también las consecuencias de los vertidos químicos que llegan del Rin con la marea alta. El mercurio se deposita en sus cerebros e hígados y quiebra su resistencia natural; el DDT provoca abortos y esterilidad en las hembras, con lo que la supervivencia de la especie está seriamente amenazada. Con la foca común corren también peligro las focas grises (Halichoerus grypus), que cada vez llegan en mayor número desde las islas británicas de Farne.

[El Gobierno británico ha decidido la adopción de medidas para investigar la causa de la creciente mortandad de focas en el Reino Unido, tras confirmarse la extensión de la epidemia que afecta al mar del Norte, informa Reuter.]

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