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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un perrito que nace caliente

LA MASCOTA de los Juegos Olímpicos de Barcelona es un perrito que nadie conoce todavía, pero que está rodeado de una gran polémica. Su creador, Javier Mariscal, efectuó unos días antes de la elección definitiva del boceto unos comentarios despectivos sobre los catalanes en general y sobre el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, en particular. Lo hizo en privado, durante un acto social en Valencia, pero trascendió. Mariscal no ha acudido al recurso facilón de desmentir al periodista que lo divulgó, si bien esbozó la excusa de que todo había sido "una charla relajada y en brorna", añadiendo que lo publicado traiciona su propia manera de pensar, pues no se considera anticatalán.Cuando una semana después ese diseño fue elegido definitivamente mascota de Barcelona 92, algunos sectores nacionalistas iniciaron una movilización cívica que ya no va dirigida contra Mariscal, sino también contra el perrito -que nadie ha visto por cuestiones de patente internacional- y, en el fondo, contra la misma estructura organizativa de los Juegos. Como ya es público, existe un contencioso sistemático para capitalizar los posibles éxitos de Barcelona 92. Los socialistas, que gobiernan el municipio, se han visto sometidos a un chantaje: o acceden a compartir el protagonismo o, en caso contrario, otras instancias políticas y administrativas de Cataluña, gobernadas por los convergentes, se encargarán de deslucir los resultados. El primer frente de batalla consistió en las acusaciones nacionalistas de que Pasqual Maragall no conseguiría que la lengua catalana fuese una de las oficiales de los Juegos. El Comité Organizador y el alcalde de Barcelona lo garantizaron, pero eso generó más resquemor que satisfacción, hasta el punto de que Pujol rechazó la posibilidad de firmar personalmente el convenio lingüístico de los Juegos, por considerar ahora que era una mera cuestión "sectorial".

Con las declaraciones de Mariscal, que tanto el Comité Organizador como los socialistas catalanes han criticado, se ha abierto una nueva brecha. El pasado domingo, Convergéncia dedicó al tema una parte de la reunión de su máximo organismo de dirección, y Miquel Roca sentenció luego ante los medios informativos que la elección de la mascota "no era pertinente" debido a las frases pronunciadas por su autor.

Jordi Pujol, más cauteloso, recordó ayer en una conferencia de prensa que los representantes de la Generalitat siempre habían preferido otros diseños, aun antes de los comentarios de Mariscal, pero a continuación mostró sus auténticos argumentos al decir que "un país tiene derecho a defenderse y a rechazar de manera colectiva los insultos que se le hacen". Inmediatamente, la Crida ha asumido la dirección del boicoteo y ha colocado en la calle un manifiesto pidiendo una postura activa, mientras recomienda textualmente "expresar de forma gráfica (pintadas, adhesivos ... )" el rechazo a Mariscal, a su mascota y, ya sin disimulos, "a Barcelona 92". El objetivo es intentar que el COOB reconsidere la decisión y elija otra mascota que no sea de ese autor. Para ello proponen también una campaña de protestas telefónicas, que bloqueará la centralita del Comité Organizador de los Juegos.

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Independientemente de que Mariscal cometiera una incorrección, no parece lógico juzgar la calidad e idoneidad de la obra de un artista por lo que dice en las recepciones o en sus arrebatos de frivolidad. Con tal criterio, hace años que la obra de Salvador Dalí, por poner un ejemplo próximo, hubiera debido ser arrojada a las tinieblas exteriores. Conviene recordar que Miquel Roca dice que ni siquiera desea ver la mascota de Mariscal, pues su rechazo a ella es previo a sus posibles cualidades. En el fondo, es evidente que aquí subyace una de las especialidades de determinadas corrientes nacionalistas: la facilidad con que se asigna la etiqueta de buenas o malas, gratas o no gratas, genuinas o falsas a personas o cosas desde su caprichosa concepción de lo que es y debe ser Cataluña.

Por otro lado, es imperdonable la manipulación de fondo que están efectuando unos sectores que apenas disimulan la tentación de hacer peligrar el éxito de los Juegos, por mucho que constituyan una ilusión colectiva y una oportunidad de proyección internacional de la moderna Cataluña, ante la idea de que sean otros quienes asuman su protagonismo. Se trata, en fin, de una cuestión completamente desquiciada, que no es ajena, al fin y al cabo, a la inmadurez, la irresponsabilidad y el escaso sentido común que adornan a muchos de nuestros profesionales de la política, igualándoles en tontería a determinados artistas que pretenden ser graciosos.

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