Atractivamente especial
A las nuevas generaciones consumidoras de papilla televisiva sus facciones se asociarán al segundo a las de la anciana millonaria de Los Colby, hermana, creo que era hermana, de Charlton Heston. Para los que, en esto de la pequeña pantalla y en tantas otras cosas, andamos con un par de décadas más a las espaldas, ella es la autoritaria madre de un western familiar y seriado, Valle e pasiones, oportunamente rescatado por las televisiones autonómicas estos días. En ambos casos, una mujer con sus posaderas sólidamente asentadas en el trono institucional más respetado por la sociedad yanquee, dios y la patria al lado.Hay que reconocer que la actriz, la actriz avejentada que es desde hace ya muchos lustros Bárbara Stanwyck, da ese tipo de mujer a la perfección. Pero Bárbara Stanwyck, a quien esta noche podremos ver homenajeada por la corte faraónica hollywoodiense, para el amante del cine no es ésa sino otra, y muy lejos de encarnar valores patrios, espíritu constitucional y hogar para toda una vida. Por ejemplo, puestos ya a presidir una mesa de comensales con el revólver al cinto y un rancho de altura, el cinéfilo la recordará en Forty guns, un dinámico westem de Sam Fuller donde sus rasgos, oportunamente virilizados, entroncaban directamente con la filosofía de los outsiders y el destino de los sin ley.
Otros westems de categoría, como Las furias de Anthony Mann o La reina de Montana de Allan Dwan -compartiendo papel estelar con Ronald Reagan, nada menos-, la tuvieron a ella sin que su figura femenina, a veces a medio camino del ser andrógino, desentonara en un universo y una iconografía esencialmente masculinos.
Más allá del Far West, la Stanwyck ha sido una mujer no especialmente atractiva sino atractivamente especial, de mirada luminosa y ambigua, que mejor ha estado cuanta más perfidia haya podido irradiar. Ya sea en la comedia, sobre todo en Bola de fuego, de Howard Hawks, donde encarnaba a una vivaz cabaretera caída en un plácido arroyo de bonachones profesores capitaneados por Gary Cooper, a quien seducía irremediablemente, ya en un drama como Perdición, de Billy Wilder, en una genuina femme fatale de cine negro, los atractivos de Bárbara Stanwyck -ácida, divertida y tan excelente comedianta como Carole Lombard o Claudette Colhert, tan trágica como la Marlene Dietrich de Fatalidad- nos arrebataban, vendíamos el alma al diablo y emprendíamos un deletéreo camino al fin del mundo, o a los infiernos, que lo mismo da.
Dado que el contexto en que vivió sus años de gloria era el Hollywood de las convenciones, su potencial erótico, de deseo irracional y huida romántica al fondo de los océamos del amor se vio notablemente amortiguado por un buen número de filmes sin ángel, acomodaticios y conformistas.
Homenaje a Barbara Swanwyck, por TVE-1, a las 23.00.