Pura rutina
Con el paso de los años parece haberse convenido que el programa especial de Nochevieja ha de ser una producción dirigida a todos los públicos, que de forma habitual lo observan, con mayor o menor atención, reunidos en ambiente familiar. En cuanto a contenidos, una heterogénca selección musical, algunos números de humor y uno o varios presentadores con gancho popular han sido siempre los ingredientes fundamentales, sazonados con un baño de alegría y felicidad tan forzado como asumido con resignación por todos. Este esquema, con distinto acierto, se ha mantenido en España desde el comienzo de la historia de TVE. Este año, lamentablemente, no ha sido diferente.La sorprendente decisión de Pilar Miró de asumir personalmente la dirección del programa de este año había abierto una lógica expectación. Sus duras críticas al espacio realizado la anterior Nochevieja y sus declaraciones iniciales en las que afirmó que prefería aceptar la responsabilidad directa debido a que, de todas formas, las críticas externas iban a recaer sobre ella, despertaban moderadas esperanzas.
Además de la propia Pilar Miró, el espacio fue elaborado por profesionales contratados de fuera de TVE para desempeñar los puestos fundamentales: el realizador (Hugo Stuven), el programador musical (Fernando Salaverri), el guionista (Miguel Hermoso) y los presentadores (Carmen Maura y Arturo Fernández). Cada uno de ellos cumplió con su trabajo.
Correctos trabajos
La realización -lógicamente repetitiva en un espacio de casi seis horas grabado en un único escenario para los números musicales- incluía momentos de cierta brillantez, con una moderada y efectiva utilización de avanzados efectos electrónicos y apoyada en la novedad que suponía la utilización de la cámara Pyton, manejada a control remoto (por cierto, por operadores británicos contratados para la ocasión).
La amplia selección musical apenas incluyó números descartables. Su principal defecto, como siempre ocurre, fue el de la dispersión. En el ánimo de gustar a todos se suele correr el peligro de no gustar a nadie, al tener que verse en la obligación de juntar a Radio Futura, Francesco de Napoli, Astrud Gilberto y Sara Montiel.
El sencillo guión, quizá en exceso reiterativo y evidente, se vio ostensiblemente perjudicado por la larga duración del programa, que impedía una correcta consecución de las escenas. El uso y abuso de recursos fáciles, como los tacos, y la inexistencia de intencionalidad alguna le restaron interés a una idea en principio atrayente.
Por último, Arturo Fernández y Carmen Maura cumplieron con un planteamiento que tampoco les permitía lucimiento especial, demasiado condicionados por la artificiosa versión de sí mismos que marcaba el texto. Más eficaz resultó el papel de un regidor de TVE realizado por Guillermo Montesinos, mucho más realista que el de sus compañeros de reparto.
Sin embargo, el defecto mayor fue el que precisamente deseaba asumir Pilar Miró, el de la concepción global del programa. La idea del espacio fue tan tópica como lo han sido todas las anteriores. Lo más impactante para el público, al igual que en otras oportunidades, fue el recurso a las prominentes glándulas mamarias de una penosa cantante. El humor tampoco pudo salvar esta vez el espacio al fallar los sketchs de Martes y Trece y La Trinca.
El programa de fin de año no pasará a la historia de TVE. Pilar Miró deseaba que se la responsabilizara de cuantas críticas pudieran hacerse al programa. En esto sí acertó, porque el mayor error del espacio es sólo atribuible al planteamiento que ella diseñó. No hubo sorpresa alguna, ni acidez, ni ingenio, ni siquiera grandes fallos. En fin, pura rutina.
