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Tribuna:EL FUTURO DE EUROPA
Tribuna
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El tratado INF y los aliados

El presidente de EE UU, firmante, junto con Mijail Gorbachov, del primer acuerdo para destruir armas nucleares, describe aquí el futuro tratado como una conquista de la humanidad para reforzar la seguridad del mundo y, más concretamente, de Europa. Reagan analiza el proceso que ha desembocado en el acuerdo.

El tratado que hemos firmado el señor Gorbachov y yo mismo la semana pasada representa una conquista que hace historia y un avance notable hacia la edificación de un mundo más seguro. Pero la situación encierra promesas de mayor progreso en el afianzamiento de nuestra seguridad y en el asentamiento de las relaciones Este-Oeste sobre bases más firmes. Quisiera por ello exponer unas reflexiones sobre este tema.Me referiré primeramente al tratado INF en sí mismo. Aunque son bien conocidos los antecedentes de este decenio y del anterior, creo necesario repasarlos brevemente.

La Unión Soviética desplegó ya en 1977 los primeros proyectiles SS-20. No se trataba de otra arma táctica de corto alcance semejante a las que ya dotaban por entonces los dispositivos tácticos, destinados a un empleo en teatros de operaciones limitados, ni tampoco de otra arma intercontinental de largo alcance como las que ya poseían la URSS y Estados Unidos. El SS-20 era un amenazador proyectil de alcance medio capaz de batir en un plazo de minutos objetivos situados en Asia y en todo el territorio europeo occidental.

La OTAN no contaba con un arma semejante en condiciones operativas y que pudiera servir de contrapeso de la nueva amenaza. Aun así, la Unión Soviética siguió desplegando estas nuevas armas. Ya en 1979 había desplegado unos 130 proyectiles de esta categoría INF dotados con unas 390 cabezas nucleares; para 1982 la cifra era ya de más de 300, con más de 900 cabezas. Para los países amigos y aliados de Europa y Asia, esos proyectiles representaban una amenaza de dimensiones enormes, completamente nueva. Esto nos lleva a la primera precisión.

El tratado INF que hemos firmado no pretende efectuar una suerte de reajuste superficial de los arsenales de las superpotencias, una especie de reordenación de las piezas de un tablero. Hemos de recordar que el objetivo que cumple el tratado es, por así decirlo, algo enteramente real: no un reordenamiento de cifras, sino la eliminación de un grave peligro para nuestros aliados de la OTAN y para nuestras propias tropas estacionadas en Europa, además de para los países aliados y amigos de Asia.

Recordaremos que fue el canciller Helmut Schmidt el que encabezó en la OTAN el llamamiento para que se contrarrestara la situación creada. Y en una reunión del año 1979 la OTAN aprobó su famosa doble decisión. Por un lado, desplegar un número limitado de nuestros propios proyectiles de alcance medio; por otro, hacer valer la unidad y la fortaleza, de los cuales daría prueba el despliegue por la OTAN, para hacer comparecer a la URSS en la mesa de negociación. En ningún momento fue objetivo de esta decisión de la OTAN el despliegue permanente de los proyectiles norteamericanos.

Este despliegue se entendió siempre como medio subordinado a una finalidad. Giscard d'Estaing, presidente de Francia en el momento de la decisión, escribía recientemente que "el despliegue constituyó un ejercicio táctico, cuya finalidad preferente era la de inducir a la URSS a que eliminara los SS-20".

Pues bien, no cabe duda de que la URSS intentó poner a prueba la determinación de la OTAN. Y, cómo no, el despliegue de nuestros proyectiles de crucero lanzados desde tierra y Pershing 2 habría de efectuarse frente a fuertes protestas e incluso grandes manifestaciones.

Cuando estuve en Bonn en 1982, recuerdo que tomé la palabra mientras al otro lado del río marchaba una manifestación cantando y coreando consignas. No pude evitar el pensar en la paradoja de la situación, porque precisamente para conseguir la paz que ellos querían había desplegado la OTAN los misiles contra los que protestaban.

Pero la OTAN se mantuvo firme; comenzó el despliegue de los proyectiles. Y, sí, fue entonces cuando hicimos demostración de fortaleza, cuando quedó patente que no nos dejaríamos intimidar, y sólo después de ello comenzó al fin la URSS a negociar de buena fe. El tratado INF representa la culminación -culminación histérica- de ese proceso largo y arduo. Un primer paso de importancia decisiva para edificar una paz más duradera. Y dos precisiones finales sobre el proceso mismo.

Empeño occidental

La primera es que, como se evidencia por lo que acabo de señalar, no se ha tratado tan sólo de un empeño norteamericano, sino de un verdadero empeño occidental. La OTAN ha dicho desde el principio que tendríamos que estar dispuestos a detener, modificar o deshacer los despliegues en caso de que la URSS eliminara la amenaza de los SS-20. En todas las reuniones ministeriales de la OTAN desde 1980, los ministros de Exteriores y Defensa han suscrito los intentos de EE UU para lograr un tratado, incluida nuestra formulación de la opción cero. Y en una serie de momentos de este proceso, nuestros aliados nos han solicitado que alteráramos o diéramos otra formulación a nuestra posición ante la negociación, y lo hemos hecho. La segunda es que hay que decir que después del tratado la OTAN seguirá contando con un efectivo factor de disuasión nuclear, igual que el dispositivo con el que contaba antes del primer despliegue de proyectiles SS-20 en 1977. En el comunicado final de sus reuniones de este mes, los ministros de Defensa de la Alianza, los mismos que tienen a su cargo la seguridad aliada, aseguraban que el tratado "lo ha hecho posible la determinación y la solidaridad de los Gobiernos aliados a lo largo de los años", y añadían que depositaban "suma confianza en la perspectiva de la firma y ratificación del tratado".

Ansiedad ciudadana

Sé que el tratado ha creado ansiedad en algunos ciudadanos de Europa y Estados Unidos. Yo considero que las deliberaciones del Senado sobre su ratificación prestan un foro en el que toda preocupación producida por el tratado podrá ser examinada. Estoy convencido de que sencillamente con que sigan su curso natural servirán para aquietar ansiedades y ayudar a configurar el consenso necesario. Entre tanto, creo que deben hacerse unas consideraciones que han de contar mucho en ese diálogo.

A lo largo de tres años, Estados Unidos y la Unión Soviética van a eliminar por completo todos los proyectiles de alcance medio: la URSS eliminará cuatro cargas nucleares por cada una que elimine Estados Unidos. La URSS va a desmantelar no sólo sus SS-20 y SS-4, sino también sus proyectiles balísticos de corto alcance, los SS-12 y SS-23. Estos últimos son capaces de emplearse con cargas químicas y cargas convencionales perfeccionadas y de atacar objetivos militares de la OTAN, en particular, los puertos, centros logísticos y aeródromos de valor capital en el plan de refuerzo de la OTAN. Así, dentro de tres años no habrá ni en Europa ni en Asia ni en lugar alguno de la Tierra proyectiles nucleares de alcance medio norteamericanos o soviéticos. El régimen de verificación será el más riguroso de la historia del control de armamentos, con muy vastas consecuencias. Por primera vez la Unión Soviética permitirá las inspecciones sobre el terreno, entre ellas inspecciones con apenas preaviso. Y la URSS podrá hacer lo propio. Esto es por sí mismo un avance notable.

Lo que tenemos, pues, es un nuevo punto de arranque en las relaciones Este-Oeste, un tratado efectivo, verificable, que ha de traer consigo no sólo un control de armas, sino la primera reducción de armas nucleares de la historia.

Si miramos ahora más allá del tratado, y pensando en cuál ha de ser nuestra estrategia ante el futuro, se hace evidente, por lo pronto, que es esencial el mantenimiento de la fortaleza de la Alianza. Por parte de Estados Unidos, he de asegurar que se mantendrá la presencia militar en Europa occidental.

Respuesta flexible

Además, vamos a seguir asumiendo sólidamente -que no quepan dudas- la estrategia de respuesta flexible de la OTAN para garantizar que no pueda tener éxito una agresión, cualquiera que sea su nivel. Más concretamente, vamos a mantener el despliegue de un moderno dispositivo de disuasión nuclear en tierra, mar y aire.

Como es sabido, estamos haciendo todo lo que podemos para disminuir la amenaza nuclear. Por encima de todo, presionamos por el avance hacia un tratado sobre armas estratégicas (START) que lleve a la reducción de tales fuerzas en un 50% por uno y otro lado. Y en el curso de la cumbre recién concluida hemos hecho nuevos progresos concretos hacia ese objetivo.

Vamos a seguir también avanzando en nuestro programa de la SDI, como elemento vital que es de nuestra estrategia para un porvenir más seguro. Ésa es, pues, la posición de Estados Unidos. Con relación a nuestros aliados, en los últimos años hemos asistido a la aparición de una voluntad de definir un papel mayor y más estrechamente coordinado de Europa occidental en el más amplio marco de la Alianza. Hemos sido testigos, por ejemplo, de la publicación de la Proclamación de la Unión Europea Occidental sobre la Seguridad Europea, de la cooperación defensiva franco-alemana y de los pasos dados por el Reino Unido y Francia para modernizar su dispositivo independiente de disuasión nuclear.

Son realidades que acogemos con satisfacción. En efecto, hay que señalar que desde el año 1981 hasta comienzos de 1986 la Unión Soviética mantuvo la condición de que todo acuerdo INF efectara a las fuerzas británica y francesa, y que nosotros nos opusimos con tenacidad y éxito a tal exigencia. Pusimos de manifiesto que en modo alguno podríamos negociar por nuestros aliados. Ya he señalado en. otra ocasión que durante los últimos cuarenta años la OTAN ha aparecido a menudo como alianza de una serie de socios con otro de mayor categoría. Pues bien, ahora la Alianza debe marchar hacia su conversión en alianza entre iguales; de hecho, alianza entre dos continentes.

Con este espíritu es como vamos a proceder, nosotros y nuestros aliados, a negociar con el Este en breve plazo sobre la corrección de los desequilibrios existentes en Europa en el orden de las fuerzas convencionales, a la vez que, naturalmente, adoptaremos las medidas necesarias para robustecer nuestras propias fuerzas convencionales. Y nos proponemos con idéntica prioridad la corrección del desequilibrio en el ámbito de las armas químicas, favorable hoy a la Unión Soviética. Y actuamos en este ámbito con clara comprensión de que esos desequilibrios han de tratarse con precedencia a cualquier nueva reducción de las armas nucleares adscritas a la OTAN.

Aunque todo lo dicho se refiere casi exclusivamente a la reducción de armas nucleares, quiero poner de relieve que la relación con la URSS comprende muchas más cuestiones, que las armas nucleares representan sólo un capítulo de los cuatro que componen el temario que hemos mantenido para Ginebra, Reikiavik y Washington, y sobre el cual insistiremos también en Moscú. Los otros tres capítulos son la auténtica cooperación en asuntos bilaterales, las mejoras sólidas y duraderas en materia de derechos humanos y, en lo que se refiere a los conflictos de orden regional, el cese del empeño soviético de imponer por la fuerza regímenes totalitarios en todo el mundo.

Las lecciones

Unidad, fuerza, persistencia y coherencia, tales son las lecciones que nos dejan las negociaciones sobre INF y que han de constituir la base de nuevas negociaciones.

Pero al mismo tiempo tenemos que insistir en la franqueza y el realismo, pero sin temor a soñar o a dejar que vuele el corazón. "No hagáis burla de nuestros soñadores", escribió Heinrich Heine, "pues sus palabras son semillas de libertad".

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