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CIENCIA

Las discrepancias entre los países 'pobres' y 'ricos' obstaculizan el presupuesto de investigación de la CE

La presidencia belga del Consejo de Ministros comunitario está empeñada en conseguir la aprobación del programa de investigación de la Comunidad Europea para los próximos cinco años. Pero las divergencias sobre su presupuesto entre Estados ricos y pobres de la CE no permiten garantizar que tenga éxito en sus esfuerzos al término de la maratoniana reunión de ministros de los doce que empezó ayer en Bruselas, y en la que España está representada por el secretario de Estado Juan Rojo.

Iniciada hace cuatro meses, la negociación sobre este tema se ha convertido para la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y los países meridionales en una auténtica prueba que les permitirá evaluar la voluntad de los grandes Estados de la CE de poner a punto una tecnología europea a través de programas de investigación.Como ocurre con frecuencia desde que España y Portugal ingresaron en la Comunidad, la discusión en torno a este tema se ha convertido en un enfrentamiento Norte-Sur, aunque esta vez los pequeños países septentrionales apoyan con matices a los mediterráneos mientras los tres pesos pesados de la CE se resisten a aprobar un proyecto con el que sospechan que contribuyen a financiar indirectamente la investigación en la Europa mediterránea.

La necesidad de llegar a un acuerdo es tanto más apremiante que los recursos disponibles para llevar a cabo los programas en curso están prácticamente agotados y algunos pueden incluso quedarse paralizados en breve. De ahí la declaración en la que la Unión de Industrias de la CE expresaba la semana pasada su preocupación y de ahí también la intención atribuida al presidente belga, Guy Verhofstadt, de estar dispuesto a pasar una noche en blanco para alcanzar un compromiso.

Después de cuatro sesiones negociadoras celebradas desde diciembre ambos bloques siguen discrepando sobre la necesidad de añadir o restar aproximadamente mil millones de ECU (unidad de cuenta equivalente a 146 pesetas) del presupuesto a consagrar durante los próximos cinco años a la modernización tecnológica. Inicialmente el órgano ejecutivo europeo llegó a barajar la cifra de un presupuesto de 12.000 millones de ECU, que redujo después a 10.000, para acabar sometiendo a los ministros una propuesta firme de 7.735, que obtuvo el respaldo con matices de ocho capitales mientras Bonn, París y Londres la rechazaron tajantemente.

Verhofstadt, titular belga de la cartera de Investigación, ha logrado rebajar esa cantidad hasta casi 6.000 millones, pero su virtuosismo manejando cifras no basta para satisfacer a Alemania Occidental y Francia, que no quieren rebasar los 5.000 millones, y menos al Reino Unido, cuyo presupuesto tope se sitúa en 4.000 millones.

Verhofstadt fundamenta sus esperanzas de conseguir un acuerdo, según fuentes comunitarias, en la ruptura del bloque constituido por los tres principales países contribuyentes que el Gobierno francés de Jacques Chirac parece proclive a propiciar, secundado, acaso, por el de Helmut Kohl. Pero Margaret Thatcher sigue manteniendo una postura inflexible.

Si el compromiso es, a menos de doblegarse a las exigencias británicas, inalcanzable, algunas delegaciones aconsejan al presidente belga del Consejo de Ministros provocar una ruptura de la negociación, que conllevaría una interrupción de los programas de investigación. Pero esta maniobra le permitiría denunciar, con el respaldo de la mayoría de los Estados miembros, la mala voluntad de los grandes de la CE.

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