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LA CAMPAÑA ELECTORAL

González realiza una campaña de fines de semana sin contacto con sus bases

Anabel Díez

El resultado será satisfactorio en números: Felipe González, presidente del Gobierno y aspirante a repetir en el cargo, habrá visitado al final de esta campaña electoral 15 capitales de otras tantas comunidades autónomas (este fin de semana estará en Navarra, País Vasco y Asturias). A pesar de la cifra, cualquier parecido con la campaña de 1982, aquella del cambio, será mera coincidencia. Ahora, en aras de la seguridad y de sus responsabilidades de gobierno, desciende a los aeropuertos, se traslada como una exhalación a plazas de toros y polideportivos y se eleva dos horas después rumbo a la Moncloa. Los militantes no pueden abrazarle los dirigentes locales no pueden hablarle y los periodistas que lo acompañan apenas si pueden hacerle cuatro preguntas en tres días.

Los estrategas electorales del PSOE se ufanan de que sus adversarios les han copiado el modelo de 1982, aquel que ahora no pueden repetir. Los líderes del centro y de la derecha se han metido en autobuses confortables y se han lanzado a recorrer España. Como hiciera Felipe González cuatro años atrás, se puede ver a los candidatos departiendo relajadamente con los informadores que les acompañan en el interior de estos vehículos, que irrumpen en las ciudades con los altavoces al máximo volumen anunciando la hora en la que el político de turno se dirigirá a los ciudadanos.González lo advirtió pronto. Su campaña iba a ser de fines de semana; nada menos que cuatro comunidades autónomas en menos de 48 horas. Un avión Turbo, de ocho plazas, alquilado por el PSOE, es el vehículo utilizado por el presidente para cumplir tan apretada agenda. Cuatro escoltas, un médico, su esposa y el siempre vigilante secretario, Julio Feo, le acompañan. No hay tiempo para los detalles accesorios. Nada de paseos por las calles ni charlas informales; hay que ir al grano. Apresuradas ruedas de prensa y, directamente, a la plaza de toros.

"Cuánto me gustaría coger el autobús y recorrer España", confesaba el presidente días atrás. Dicen que es imposible. Hay que gobernar de lunes a viernes. Julio Feo lo tiene todo cronometrado. La escena se repite en cada ciudad. El avión presidencial se acerca, los periodistas se agolpan para verle, observar cómo desciende por la escalerilla, junto a su esposa, tan elegante y risueña.

Los incontables policías que aguardan su llegada indican a los periodistas que se aparten; tienen que hacer un pasillo humano para que el presidente llegue sin apreturas a la mesa, atestada ya de micrófonos, desde donde protagonizará una de las cuatro conferencias de prensa de la jornada. Sonríe. "Bien, lo mejor es que, sin preámbulos, hagan las preguntas que deseen". Todos nerviosos, cuatro preguntas aceleradas, el mitin empieza dentro de 20 minutos.

"Felipe, Felipe", gritan miles de personas que han intuido que en ese remolino de seguridad está él. Sí, levanta la mano. Ya no lo ven. El escenario es diferente a los anteriores, en los que los candidatos y él en el centro se sentaban ante la vista pública. Ahora, el presidente espera abajo a que terminen los teloneros -ministros, alcaldes, cabezas de lista-.

Sube al espectacular escenario y el griterío es ensordecedor. Atempera con los gestos, no quiere que le aclamen. "Gracias, pase lo que pase, nunca olvidaré la confianza que me dísteis, aunque sea otro el que vaya a la Moncloa". "¡No, no!, ¡Tú, tú!". Es el diálogo que se repite. Arriba, es el de siempre. Mantiene intacta la capacidad de establecer una total complicidad con el auditorio cuando, por ejemplo, le pide paciencia para acabar la obra iniciada en 1982.

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Lo peor son los militantes. Han estado muchas horas preparando el escenario, machacando clavos y pegando carteles. Al final, no han podido dirigirle la palabra; no hay tiempo ni oportunidad. Está en La Coruña, pero le esperan en Canarias. En Zaragoza el auditorio captó que algó le pasaba. Estaba enérgico y apretaba los puños. "Sóis libres, votad lo que queráis", gritaba con una rabia destinada a aquéllos que dicen que va a utilizar el recurso del miedo.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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