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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Historia de dos Chinas

LA ACTITUD del Gobierno de Pekín hacia los hermanos separados de Taiwan ha ido matizándose desde el fin de la Revolución Cultural a principios de los setenta. El giro de la política exterior china, que se inició en cierta medida con el propio Mao, a raíz de su entrevista con el presidente norteamericano Nixon, y se acentuó con Deng Xiaoping, no podía reparar los puentes de diálogo con los Estados Unidos, sin replantearse el problema de Taiwan. En estos últimos 15 años, una China crecientemente segura de sí misma ha resuelto de manera favorable para sus intereses el contencioso de Hong Kong con el Reino Unido y ha practicado, como corolario, una política de paciencia respecto a la otra China, convencida de que las pulsiones nacionalistas a uno y otro lado del estrecho acabarían por deshelar la intransigencia de Taibei. Está muy lejos Pekín de una solución satisfactoria en este caso, pero la celebración de las primeras conversaciones directas entre los dos Gobiernos, tras 37 años de extrañamiento, aunque versaran sobre algo tan minúsculo como la devolución de un jumbo a Taiwan, debe contemplarse como un éxito de la tenacidad del Estado comunista.Lo esencial para China es negociar, establecer lazos entre los dos Gobiernos, jugar a favor de la complementariedad entre un gigante que sólo recientemente ha virado hacia la producción de bienes de consumo para elevar el nivel de vida de su población, y un Estado de concisas dimensiones especializado en la industria ligera y en la transformación de materias primas en una línea intensamente competitiva con Occidente. Si Japón es el asociado ideal para la modernización de China, Taiwan sería el mejor proveedor de una tecnología intermedia y de un pool de experiencia técnica muy adaptado a las necesidades de Pekín.

Los actuales líderes de la isla son la segunda generación de los que en 1949 abandonaron el continente en seguimiento del general Chiang. El hijo del fundador del Estado es el presidente de una nación insular que ha sabido trabajar su prosperidad económica pero no resolver sus tensiones políticas internas. En la isla ha ido creciendo un cierto sentimiento separatista -que indignaba por igual a Mao que a Chang- pero una buena parte de la burguesía comerciante estaría dispuesta a negociar un acercamiento a Pekín, con sus enormes posibilidades de mercado a las puertas de casa.

La política china de apertura a la noción de beneficio y de mercado, sus relaciones con Occidente, y la conveniencia para Taiwan de insertarse en un área más amplia que permita sostener su crecimiento económico, son datos que a medio plazo apoyan la idea de un futuro encuentro de intereses. En sus orígenes Taiwan no era un separatismo de China, sino el fruto de una guerra civil y un intento -que duró 30 años- de encarnar la idea de la China secular ante el mundo. Falta todavía, sin duda, mucho para que pueda vislumbrarse ningún tipo de reconciliación. Pero la programación de Deng apunta al tiempo largo.

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