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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La batalla de los estadios

LA RATIFICACIÓN, en el último Consejo de Ministros, del convenio europeo sobre prevención de la violencia en el deporte no puede haber sido más oportuna. Desgraciadamente oportuna, a la vez. Los incidentes, con decenas de heridos, que marcaron el encuentro Athlétic de Bilbao-Barcelona del pasado miércoles en el estadio de San Mamés no pueden considerarse un hecho-aislado. En la jornada de hoy mismo o el próximo 26 de abril, con la disputa de la final de la Copa de Europa en Sevilla, podrían repetirse.Para desencadenar la violencia en los estadios existen ya grupos de hinchas organizados en casi todas partes. Hasta ahora fue exclusivamente la agresividad ocasional que provocaba un mal arbitraje la razón de los desmanes. Desde hace unos años, sin embargo, ha ido prendiendo el modelo de algunos hinchas británicos, grupos de jóvenes violentos que compiten no sólo como partidarios de un equipo, sino como bandas furibundas que presumen de ser temidos por su brutalidad y contundencia. Los ultrasur del Real Madrid, responsables del reciente altercado en Alicante y de otro al término del partido con el Zaragoza, o los Abertzale Sur y Herri Norte, en Bilbao, son casos constituidos. Pero su ejemplo está cundiendo en otras ciudades, al punto de que a veces, independientemente de la trascendencia del encuentro, aparece la violencia durante el partido o en sus entornos.

En el caso de los enfrentamientos que se produjeron en Bilbao hay que agregar también el fenómeno particular del País Vasco y el encono con que se saldan los enfrentamientos con la policía. En este caso, actuando primero para desalojar el terreno de juego, pero convirtiéndose después en foco de la agresividad que había suscitado el arbitraje de García Loza.

Contando con estos componentes agregados al fútbol, y la terrible amenaza que sigue planeando desde la tragedia del estadio belga de Heysel, se entiende mal que en todos los encuentros, pero especialmente en aquellos de previsible conflictividad, no se adopten minuciosamente todas las previsiones. Una, importantísima, es la elección de un colegiado adecuado. Ni a García Loza le faltaban antecedentes polémicos -recuérdese el escándalo Athlétic-Real Madrid del año pasado- ni su comportamiento, desafiante para los jugadores de casa y el público, podía tenerse como recomendable. Su habitual exhibición, rayana en lo chulesco, de no dejarse intimidar por las protestas, desata una cólera que, unida a las circunstancias de jóvenes airados y sentimientos nacionales asociados al equipo, conduce fácilmente a la algarada. Todo ello, de fácil conocimiento para los responsables, parece, sin embargo, ignorarse a la hora de tomar medidas, sea por parte de las autoridades gubernativas sea por el principal encargado de designar a los árbitros.

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