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Tribuna
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Una fantasía responsable

Cuando en los años treinta se produjo la expansión del nazismo y el fascismo, las democracias occidentales toleraron al máximo sus sistemáticas violaciones del derecho internacional, de los pactos establecidos, de los derechos humanos de centenares de millones de europeos, en la esperanza de que aquel Moloc totalitario y violento llegara a saciarse hasta el extremo de poder atacarle sin que tuviera capacidad de reacción.Fue, en términos de paz, de seguridad de sus países, un trágico error que costó decenas de millones de muertos y supuso la ulterior corrupción mundial. La paz, como la guerra, es algo demasiado serio como para confiarla a los estados mayores militares, a los políticos nacionalistas y militaristas, seudopacifistas y neutralistas, equidistantes de la democracia política y de la dictadura.

En aquellos años, que trágicamente parecen a punto de repetirse también en el hemisferio Norte, no se hizo uso de la defensa del derecho y de la paz. Los defendimos militarmente cuando fuimos atacados por las armas de quienes ya habían vencido políticamente. Francia y el Reino Unido fueron golpeados, casi batidos, y sólo la entrada de Estados Unidos en el conflicto hizo cambiar su suerte. Cuando se pierde durante la paz y se pierde la paz, difícilmente se vence en la guerra.

Al igual que entonces, con el espejismo y la coartada del uso futuro del arma militar, dejamos de utilizar en el presente las armas no violentas, políticas, de propaganda, de defensa de los valores fundamentales, de condicionamiento económico, científico, político, desestabilizadoras del poder alcanzado por el adversario que hace gala de totalitarismo y que en éste, exclusivamente, funda su poder bélico, militar.

Oídos de mercader

Frente a Hitler y Mussolini, frente a sus émulos, no se adoptó iniciativa alguna; jamás se les dijo "¡basta!". Se hicieron oídos de mercader a los consejos y a las peticiones de ayuda de los demócratas de aquellos países; se llegó incluso a convertir a Mussolini en un paladin de la paz cuando en Múnich, tras la anexión de Bohemia y la unión de Austria (Anschluss), y no estando Hitler preparado todavía para desencadenar su ofensiva, la Francia de Daladier y el Reino Unido de Chamberlain renunciaron a toda reparación, a cualquier garantía futura. Habría de pasar un año antes de que las dos democracias occidentales dieran muestras de querer defender a Polonia, agredida, y terminaran por declarar la guerra a Alemania, aunque en realidad nada hicieron en defensa del pueblo polaco exterminado por las infamias conjuntas de Hitler y Stalin.¡Cuidado! Aquel Múnich se asemeja a las Ginebras de hoy, con sus Reagan y Gorbachov.

París y Londres debieron echar sus cuentas -entonces como ahora- con el pacifismo, el neutralismo, además de con el inicial aislacionismo norteamericano, objetivamente preciosos para el enemigo. Moralistas carentes de moralidad, indiferentes al problema real y tremendo de la defensa y la inseguridad frente a los violentos y los totalitarios -habitualmente en guerra contra los derechos de sus propios pueblos, incluso cuando se mantienen en paz con el extranjero-, juglares de la protesta e incapaces de hacer propuestas, aulladores del miedo, no cantores de la esperanza, profesionales del no incapaces de cualquier factible y responsable ayer como hoy, los pacifistas oficiales no son, la historia lo demuestra gente de paz, sino preparadores de guerras y de derrotas de los pueblos y de la democracia.

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El combinado surgido de estas corrientes políticas occidentales las de los Gobiernos y las en cierto modo populares, desembocó entonces en la política de la línea Maginot, defensiva: el insuperable muro de contención contra Alemania levantado en el frente oriental francés, que fue superado en un abrir y cerrar de ojos como habían previsto que sucedería todos aquellos que no eran militares ni estaban cegados por el poder. En el momento presente la OTAN tiene como ideología -una vez más- precisamente la misma que inspiró la Maginot: hoy tiene forma de misiles totalmente inútiles y dañinos en la actualidad, porque no responden a las características del dramático enfrentamiento entre dos sistemas y dos imperios que se produce cada día no sólo en nuestras fronteras orientales, sino también en nuestra propia casa, cuando no, incluso, en la conciencia de cada uno de nosotros.

Los regímenes militares y totalitarios constituyen actualmente la regla: más de 120 países los sufren. Y a la larga poco importa que inicialmente fueran de derechas o de izquierdas. A la postre todo es válido para la estrategia del imperio o del sistema antidemocrático, soviético. Frente a este asedio, a este cúmulo de derrotas, la OTAN no ofrece respuesta alguna, salvo las de la complicidad o la estrechez de miras. Occidente recorre un camino suicida desde hace más de medio siglo, y lo que es peor, se obstina en la estabilidad, en la saciedad, en la tranquilidad del adversario.

Ciertamente, se están utilizando las auténticas armas de hoy, en primer lugar la alimentaria, que el secretario de Defensa norteamericano McNamara definió como la verdadera arma absoluta de nuestro tiempo y que una política estúpida emplea de forma que se produzcan más de 30 millones de muertos al año en el hemisferio Sur. Pero se suministra al enemigo. Reagan está a punto de servir a la URSS más de 30 millones de toneladas de grano en un año, frente a los 17 millones que ya le suministrara Carter. Los cereales destinados a los ejércitos de Afganistán, o que llegan de Moscú a Addis Abeba, en Etiopía, se anuncian en miles de quintales; los que arriban directamente de Occidente se airean, con poca evidencia, en miles de... toneladas. Bastaría con la quinta parte del grano que se suministra a Moscú para salvar cada año a las decenas de millones de seres humanos exterminados por el hambre.

Así, las armas tecnológicas y las ideológicas, de la propaganda, de la información, no se utilizan: italianos y alemanes de mi generación recuerdan la indiferencia fascista, o nazi, hacia las armas militares enemigas y el auténtico terror que producían las transmisiones de radio de onda corta desde La Voz de Londres...

Así, no se tiene en cuenta que el secuestro sistemático y estructural de los derechos de los trabajadores y de la libertad de los ciudadanos, reducidos a la condición de súbditos, constituye el arma más formidable del sistema totalitario, su supremacía, la acumulación de una plusvalía y de una renta parasitaria y filibustera de los Estados gobernados de este modo. No se tiene en cuenta que en la actualidad el derecho internacional y las cartas de los derechos de la persona, hasta los enunciados de los Acuerdos de Helsinki, constituyen un derecho subjetivo de las personas y de los pueblos, y que no es sólo un derecho, sino un deber, intervenir para defenderlos oficial y eficazmente. Bukovski no deja, inútilmente, de recordárnoslo: "El régimen soviético no teme vuestros misiles, sino la aplicación de vuestras ideas y la fuerza de vuestros valores".

El exterminio del hambre

En una visión culturalmente racista y eurocéntrica, pero a menudo antieuropea y contraria a los Estados Unidos de Europa propugnados por el Parlamento Europeo (y rechazados por otras instituciones de la CEE), se sigue defendiendo la paz contra el holocausto nuclear de mañana. Se olvida que en el hemisferio Sur tenemos tras de nosotros 40 años de guerras ininterrumpidas y que el hambre se cobra más víctimas en un año que las que causaron Hitler y Stalin juntos con sus guerras y sus exterminios internos a todo lo largo de sus vidas; se olvida luchar contra la prosecución de este exterminio sin par que ha ocasionado ya 700 millones de muertos en tres lustros, para llenar las plazas, las calles y las conciencias de advertencias contra el peligro de una hecatombe nuclear en Europa mañana.El meollo de la cuestión no está en el enfrentamiento Este-Oeste, en el conflicto Norte-Norte. El frente está en el Sur, en el hemisferio Sur. Una línea de interdependencia Occidente-Sur sería vencedora en términos inmediatos y de civilización a breve, incluso a brevísimo plazo. Pero el complejo industrial-militar denunciado por el presidente Eisenhower como el principal enemigo de la democracia y de Estados Unidos domina todo el hemisferio Norte, vive y se refuerza alocadamente en sus dos sectores, tiene necesidad del Sur para que sea escenario continuo de guerras, teme que se establezca en él la paz y la alianza en interdependencia. Un submarino nuclear último modelo cuesta por sí solo lo que costaría una contribución apropiada para el salvamento ambiental e histórico del Sahel, del Cuerno de África y de la Amazonia. Estados Unidos hace a la Turquía de los generales, por poner un solo ejemplo, contribuciones equivalentes al importe total de su ayuda pública al desarrollo y a la vida de los países del Cuarto Mundo.

Si Israel comete cualquier acción criminal, el mundo entero e informado al respecto instantáneamente; también se le informa si no la comete. Pero si regímenes como el sirio, del feroz dictado Assad, u otros de Oriente Próximo, de observancia soviética, y en cualquier caso reaccionarios y sanguinarios, matan de un solo golpe a tantos súbditos propios como palestinos ha asesinado Israel a todo lo largo de su historia pasada y probablemente futura, la noticia apenas trasciende. El racismo de los Gobiernos y de los pacifismos oficiales da muestras de ser único y solidario.

La independencia nacional, concepto que en el mundo moderno no pasa de ser una idiotez, se convierte en valor absoluto cuando toca fomentar, consentir, sostener guerras fratricidas, fracasos históricos (como en el caso de la, en otros aspectos, admirable clase dirigente yugoslava), cuando se trata de crear centenares de minúsculos Estados cuyos presupuestos serán destinados en gran parte, en todo caso y tanto si son magros como nutridos, a comprarle al Norte las armas que éste fabrica, a fomentar ejércitos de militares privilegiados o ejércitos demoribundos a causa del hambre y la ignorancia.

La OTAN actual no vale ideológicamente, y en el plano de la seguridad y la defensa de nuestros países, mucho más que la ya desaparecida Organización del Tratado del Sureste Asiático (OTASE). Es una ruina. Es peligrosa porque aparenta, por quién sabe qué voluntad o tendencia consciente de tipo belicista, una fuerza defensiva de la que carece.

La OTAN sólo es menos mala que una sola de sus alternativas: la de las defensas nacionales, las defensas militares nacionales. Ni siquiera Francia puede permitírsela todavía, ni podrá durante largo tiempo. Ciertamente, hoy no puede constituirla. Si salir de la OTAN supone, por tanto, volver a la independencia nacional, a la defensa nacional, tanto da quedarse en ella.

De ahí que nos parezca que la cuestión planteada en España con el referéndum del 12 de marzo sea, per se, más propia de otra época, de los años cincuenta. Gravísima, por tanto, para hoy. En nuestra opinión, el auténtico problema está en que se pueda, y se quiera, votar por la salida o la permanencia de España en la OTAN.

Convendría, sin embargo, traer a la memoria algunos hechos que están siendo arrinconados. Durante decenios, a partir de la histórica reunión de Lisboa en 1952, Europa ha dicho no a Estados Unidos, que la presionaba para que se decidiera a seguir una política de armas convencionales adecuada a la fuerza de las que, del mismo tipo, poseían la URSS y sus satélites.

Esta imposición ha sido rechazada siempre por los Estados europeos, prácticamente por unanimidad. Para sus economías, una defensa adecuada basada en armas convencionales era, y es, insostenible, ya que comportaba el fracaso social e histórico de sus sociedades. Fue Europa la que pidió a Estados Unidos y a la OTAN que la cubrieran con el paraguas nuclear, menos costoso y a cargo de otros. No es casualidad que Enrico Berlinguer justificara la adhesión del PCI a la política pro-OTAN de Italia cuando declaraba que consideraba más probable el crecimiento del eurocomunismo, del socialismo, bajo la sombra protectora del paraguas de la OTAN que sin ella.

Cultura milenarista

Por otra parte, la cultura milenarista antinuclear, la del day after, no se corresponde con la evolución de las armas nucleares, con su miniaturización, aparte, evidentemente, del problema de las existencias de aquéllas, con su terrorífico poder destructor. Hoy puede alcanzarse un objetivo situado a milies de kilómetros con una precisión de dos o tres metros del blanco. El problema, una vez más, no es éste, sino el del exterminio por la guerra, el hambre, la miseria y la independencia del hemisferio Sur, que en su acepción histórico-polí-tica terminará por comprender a las tres cuartas partes de la población mundial.La OTAN es peligrosa por lo que no hace, por lo que no piensa hacer, mucho más que por lo que hace, que, ciertamente, no lo hace bien.

La OTAN es peligrosa por lo que no es -¿atlántica?: ¿dónde están los países democráticos de Latinoamérica?; ¿Occidental?: ¿qué valores usa contra los orientales?; ¿los combate o es su cómplice o subalterno cultural?; ¿multinacional?: ¿qué pintan en el plano político y directivo los asociados de Estados Unidos?- bastante más que por lo que es.

Sé el desconcierto que pueden provocar estas observaciones entre quienes nos conocen. No obstante, desde las páginas de este periódico que ha sustituido, pese a la dificultad idiomática, a Le Monde, que tantos de nosotros hemos leído durante 30 años, tratamos de aportar nuestro granito de arena a las reflexiones, propuestas, proyectos, esperanzas y voluntad comunes.

Porque era ineludible, fatal, que se llegase en Europa a una aclaración, dramática pero necesaria, entre los no violentos ghandianos, organizados políticamente en el Partido Radical desde hace más de cuatro lustros, entre libertarios intransigentes defensores de la democracia política, del estado de derecho y de la unión (federal) europea, y el resto de la izquierda, con sus componentes de los años cincuenta, aun cuando también jóvenes en ocasiones, y un pacifismo aislacionista y genéricamente humanitario en sentido único, carente de la grandeza y la servidumbre que supone gobernar al propio tiempo la propia sociedad.

Somos el único partido democrático con representación parlamentaria, sea en un país determinado o en el Parlamento Europeo, cuyos militantes se encuentran encarcelados, todavía hoy, desde Bélgica hasta Italia, o condenados, como en Francia, por sus afirmaciones de conciencia contra las estructuras y los gastos militares, contra la política de Múnich (o de Ginebra, o de Cancún), contra el exterminio en marcha de decenas de millones de seres humanos.

Somos el único partido político internacional, no italiano, amigos españoles; en todo caso, y a título provisional, de rito italiano,que ha acumulado a lo largo de los años decenas de miles de jornadas en huelga de hambre y de sed, de acciones ¡legales no violentas, en los países totalitarios de todo el mundo, que logra alcanzar mayorías institucionales para las nuevas leyes de vida en el hemisferio Sur y en el Norte.

Aspiramos a ser un partido de propuestas, no de protestas; de gobierno de la sociedad, aquí y ahora, y de sus problemas, no de oposición irresponsable y demagógica; inermes, aunque no inertes, armados con las inagotables bocas de fuego de la no violencia que son las ideas, la inteligencia, la astucia, el cuerpo, la voz, la mano; la integridad política y personal, en una palabra.

No siempre alcanzamos nuestros objetivos, ciertamente. Pero no es casualidad que hayamos sido en nuestros países los únicos capaces de convencer, de vencer con nuestros pueblos, porque no pretendemos vencer contra, no buscamos el poder, no nos importa.

Para concluir, os anunciamos nuestro voto ideal, civil, a vuestro lado. Si tuviésemos que votar en el referéndum español, lo haríamos, ciertamente, por la salida de la OTAN. Pero también por situar el problema de una alternativa inmediata de defensa -sobre todo no militar, sino global, de la seguridad y de la paz- europea, gestionada por los Estados Unidos de Europa, como se propone en el proyecto de tratado votado por el Parlamento Europeo; por un coliderazgo europeo, con Estados Unidos de América, de una nueva OTAN, y por una recuperación de las riendas de la autoridad y la función de las Naciones Unidas -incluso militar-; por una política de defensa y de seguridad, de inteligencia política y estratégica entre Occidente y el hemisferio Sur; por una adecuada defensa contra el moderno Leviatán de la antidemocracia y de la violencia institucional; contra la atornización en una miríada de Estados, dependientes, por definición, de nuestro mundo, cada vez más único y ecológicamente amenazado en su propia supervivencia.

Sacudida reformista

Votaremos no porque de este modo, más que con el sí, lograríamos provocar una sacudida reformista, impondríamos a nuestros Gobiernos las necesidades de organizarse en el plano internacional como requiere el mundo de los años 2000, no el del Tratado de Viena o el de las revoluciones románticas del XIX.Votaremos no por nuestra profunda fe en este Gobierno que propugna el con superficial mecanicismo, debido, entre otras cosas, a la parquedad de reflexiones y de propuestas que llegan, en Europa y en el mundo, de las diversas internacionales, desde la socialista y la democristiana hasta la pacifista.

Pero, sobre todo, hacemos a nuestros hermanos de España una invitación apasionada y convencida: no os dividáis después del 12 de marzo, a partir de esta vicisitud, de esta peripecia. No hay, de una parte ni de otra, traidores ni ángeles salvadores, malos patriotas ni valerosos idealistas de lo posible. No son las vertientes las que os dividen hoy; confiamos, por el contrario, en que logren uniros en una política nueva, con todo el rigor de una fantasía responsable.

Marco Pannella es diputado radical del Parlamento Europeo y del Parlamento italiano.

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