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Mubarak advierte que la actitud de la oposición egipcia pone en peligro la democracia

Hosni Mubarak habría querido dar una última oportunidad a sus adversarios al convocar el jueves 27 de febrero -dos días después de los trágicos sucesos que ensangrentaron la capital egipcia- a los cinco jefes de la oposición con intención aparente de poner a prueba su conducta. Obtuvo de ellos la unánime y firme condena de los saqueos perpetrados por la policía amotinada, aunque alguno, como Ibrahim Chukri, líder del Partido Socialista del Trabajo (PST), aprovechó la ocasión para pedir el cese del ministro del Interior, Ahmed Ruchi, destituido horas después.Los partidos de oposición, recalcó poco después el diario kuwaití Al Rai Al Aam, haciéndose eco de un sentimiento general, han comprendido "la envergadura de la conspiración y han sido capaces de estar a la altura de sus responsabilidades". La democracia en Egipto está, por ahora, salvada, se comentó entonces en los círculos diplomáticos cairotas.

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No siempre, en opinión del presidente Hosni Mubarak, supieron estar sus adversarios a la altura que exigían las circunstancias. En un solemne discurso pronunciado a principios de febrero ante la Academia de Investigación Científica, el jefe del Estado egipcio les echó en cara, en términos de una virulencia inusual, su "comportamiento irresponsable", caracterizado por la propagación de "falsos rumores" y que suponía un "grave peligro para los intereses nacionales y el conjunto del pueblo".

Pero es, probablemente, en una larga entrevista concedida por Hosni Mubarak dos semanas antes a su amigo Makram Mohamed Ahmed, director del samanario Al Mussawar, donde el rais formuló la crítica más vehemente y exhaustiva de sus enemigos dentro y fuera del Parlamento. "No discierno nada en la actual vida política" afirmaba, "más que a grupos que intercambian acusaciones y exageran en sus periódicos

( ... ) aprovechando cualquier oportunidad para excitar a la gente". "Si ésta es la manera como algunos conciben la democracia, esto es el final", decía.

"El país", proseguía, "no puede tolerar esto durante mucho más tiempo. Tenemos que ir pensando en serias opciones a la democracia porque, aunque no he perdido la fe en el sistema democrático, quiero acabar con el acoso de la oposición". "Las opciones a la democracia son aún desconocidas para mí", concluía, "pero, créame, son graves y preocupantes".

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Denuncias de adversarios

¿Qué voces corridas por la Prensa de la oposición y sus responsables exasperaron a Mubarak hasta el punto de incitarle a emplear el lenguaje más duro desde su acceso a la presidencia y a formular amenazas directas?Antes de que estos rumores fuesen difundidos, el presidente estaba ya disgustado por las denuncias de sus adversarios, que exigían, por ejemplo, la renuncia del ministro de Defensa tras el estrepitoso fracaso del rescate por un comando egipcio de los rehenes secuiestrados a bordo de un avión de Egypt Air, desviado en noviembre hasta la isla de Malta. Mubarak opinaba -al parecer, en privado- que se trataba de una cuestión de Estado en la que todos los egipcios debían haber cerrado filas contra el terrorismo.

Pero fueron, más bien, recientes asuntos de política interior los que sacaron de quicio al jefe del Estado. Primero, a principios de enero, se produjo en la enfermería de la prisión militar cairota el suicidio de Suleiman Jater, estudiante que efectuaba el servicio militar como sargento de la policía. Había sido condenado a cadena perpetua y trabajos forzados por el asesinato de siete israelíes -cuatro niños, dos mujeres y un anciano- en la península del Sinaí.

Mientras el semanario Al Ahali, del Reagrupamiento Progresista Unionista (marxista nasserista), ponía abiertamente en tela de juicio la versión oficial del suicidio, otras publicaciones no dudaban en evocar la eventual responsabilidad del Mosad, el servicio secreto israelí. Las muchedumbres estudiantiles, arengadas por oradores de la oposición, se echaban a las calles en El Cairo y Zagazig para corear eslóganes que describían al policía como un héroe.

"¿Cuál fue el significado de la agitación fomentada por los partidos de oposición entre los jóvenes al convencerles de que Jater no debía ni siquiera haber sido juzgado porque era un héroe que dio muerte a siete enemigos israelíes?", se preguntaba Mubarak en sus confidencias a Al Mussawar. "Estoy entristecido y sorprendido porque algunas gentes puedan creer que el Mosad es capaz de infiltrarse en una cárcel castrense para asesinar a Jater en su celda( ... )". "Si la oposición ha caído tan bajo, entonces esto es el final de la experiencia democrática", reiteraba el presidente.

La irritación del rais aumentó a los pocos días, cuando las mismas revistas empezaron a especular con que la gripe que aquejaba oficialmente al nuevo primer ministro, Ali Lufty, era en realidad una "enfermedad diplomática", con la que se pretendía disimular la incapacidad de este economista, considerado por algunos de sus mínistros como un intruso en el seno del Gabinete y del Estado.

El jefe del Ejecutivo sufría, en realidad, de fuertes dolores en la espina dorsal que, a partir del pasado 13 de enero, le obligaron a reducir sus actividades oficiales. Pero el temor a suscitar especulaciones maliciosas sobre la gravedad de su estado de salud incitó al Gobierno egipcio a ocultarlo e informar de que se encontraba con gripe, lo que acabó por provocar rumores más insensatos, todavía que los que se pretendía evitar. Lufty solamente logró acallarlos desplazándose a Londres para someterse a un tratamiento, más rápido que el que seguía en su país.

Un error

"Hemos cometido un error sobre la naturaleza de la enfermedad del primer ministro", reconoció posteriormente el socialdemócrata Ibrahim Chukri, "pero los errores en los que han incurrido miembros del Gobierno y sus medios de comunicación -que anunciaron el enfriamiento infeccioso de Lufty- son mucho más gordos que el nuestro". "Si algunos periódicos de oposición", enlaza su adjunto Helmi Murad, "señalan un inminente reajuste gubernamental o discrepancias en el Gabinete ( ... ), no es una razón suficiente para que el jefe del Estado se ponga furioso".

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