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Tribuna:LA GUERRA DE GUERRILLAS EN NICARAGUA
Tribuna
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El águila y su final de vuelo después del revoloteo

La guerrilla antisandinista se encuentra en una fase final, ya de carácter mortal, que explica el esfuerzo del presidente Reagan por conseguir una nueva ayuda económica. Ésta es la tesis del autor del artículo, en el que analiza la situación actual de la guerrilla y las posibilidades de negociaciones y acuerdos. El águila norteamericana, según su parecer, está terminando su vuelo centroamericano.

El título de este artículo no pretende de ninguna manera ser el eco de aires triunfalistas sobre un eventual conflicto en Centroamérica, como resultado del cual las huestes sandinistas terminen por apoderarse de la White House, como ironizaba hace un par de años, en un cuento, Manuel Vicent, sino simplemente advertir de los peligros que entraña la obcecación del presidente del país más poderoso de la Tierra para con un país de escasos 130.000 kilómetros cuadrados y tres millones de habitantes.La trayectoria fatal de una espiral acecha sobre el devenir de los acontecimientos en Nicaragua. Ésta puede romperse y explotar sobre el istmo centro americano, afectando su onda expansiva la cotidianidad, ya de por sí herida en algunas de sus partes, de Guatemala y El Salvador, reorientándose la dinámica en una vorágine incontrolada de violencia que sólo la reflexión y el diálogo a tiempo podrán frenar.

La dinámica en espiral

La dinámica en espiral ha provocado un atolladero en la actividad militar de los contra. Temerosa de esta situación, la Administración de Reagan, en estos días, busca desesperadamente el apoyo del Congreso para entregar 100 millones de dólares a más de 10.000 elementos que adolecen de moral y cartuchos.Más de cuatro años de incesante ofensiva de los contra han provocado miles de muertos, 3.500 niños huérfanos, destrucción de cooperativas agrícolas, escuelas, puentes, daños en los puertos, fisuras graves en la economía de un país que invierte el 50% de su presupuesto en la defensa, escasez de algunos productos básicos, mas no una situación de acorralamiento o de sitio final para el Gobierno que el Frente Sandinista organizo en 1979 con el desmantelamiento de la dictadura somocista, y después, en 1985, como resultado de las elecciones generales.

A inicios de año, la contra enfrenta una decisiva derrota estratégica al haber sacrificado la cohesión de sus fuerzas en intentos ofensivos sin resultados concretos. La consolidación de la autodefensa en las zonas rurales -las más afectadas por la guerra- y el aprovechamiento de combates en los últimos cinco años prevén un creciente aniquilamiento de las fuerzas agresoras.

Los contra sufren, por tanto, de un ciclo mortal, a través del cual, desde sus bases en Honduras, les cuesta cada vez más atravesar la frontera nicaragüense, y cuando lo logran, les cuesta regresar inermes a sus santuarios. De una fase inicial (1980-1982) que consistía en conflictos fronterizos provocados por grupos de unos 50 hombres a una etapa de desarrollo táctico intensivo (1982-1984), oxigenado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), llegando en 1985 a construir comandos operacionales utilizando medios sofisticados, no lograron, finalmente, hacer tambalear al Gobierno sandinista.

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Pese a los esfuerzos y logros del Grupo de Contadora y al respaldo del Grupo de Apoyo (Argentina, Uruguay y Perú), con sus demandas de cese a la ayuda para los contra, aunados a la normalización de las relaciones entre Costa Rica y Nicaragua -muestra de que se puede convivir con los sandinistas-, la inestabilidad en la región es el clima que prevalece amortizado por la presencia de más de 72.000 efectivos militares de EE UU, que desde 1981 han participado en ejercicios militares en la frontera honduro-nicaragüense, mientras fuerzas de la Marina estadounidense, como el Arl-24 Sphinx, se despliegan frente a las costas nicaragüenses. Al entregar la Administración de Reagan cohetes SAM-7 a los contra se produce el desequilibrio militar en la región y la consecuente bofetada a los esfuerzos por la paz del Grupo de Cortadora.

Peticiones de diálogo

Desde sectores democráticos latinoamericanos y europeos, al dobierno de Nicaragua se le pide el diálogo con la oposición; algunos, desde Europa, piden que se dialogue con Arturo Cruz y Alfonso Robelo, dirigentes de la contra recibidos hace pocos días por Reagan. Un diálogo político entre fuerzas divergentes se produce cuando existe el interés de lograr objetivos comunes.La certeza y la confianza en la dirección saridinista de objetivos comunes con estas personas es dudoso que exista, puesto que se sientan con la Administración que organiza y dirige el terrorismo ejecutado por mandos militares; en un 80%, ex oficiales del derrotado ejército somocista. Las premisas para un diálogo tendrían que buscarse desde otras coordenadas que no ignoren los logros y la estabilidad de un proyecto político rubricado por las elecciones en 1984 y en marcha -a pesar de la guerra- un proceso de redacción de la Constitución política, democrática pluralista y de economía mixta, sometida a consulta con partidos y en cabildos abiertos con la ciudadanía en los próximos meses.

El llegar al poder en Nicaragua de la mano de los marines de EEUU pertenece al pasado. De manera que el diálogo que pide el presidente Daniel Ortegá con Washington, y respaldado por el Grupo de Contadora en el documento de Caraballeda, es para garantizar el futuro de la paz.

Cien millones de dólares no bastan para apropiarse de tres millones de conciencias. En Nicaragua hay desacuerdos políticos entre los paítidos que allí coexisten, pero no ímpetus involucionistas, y si este ciclo mortal que padece la contra, alimentado por el águila del viento del Norte, se deteriora en su propia dinámica -como ocurrirá si el Congreso aprueba la nueva millonaria ayuda-, un final de vuelo nada feliz tendrá el águila, con presagios nada dichosos para los centroamericanos.

La Administración de Reagan tendría que tomar una decisión final y, por lo que sus portavoces han afirmado, no descarta la utilización de tropas, de modo que estamos como empezamos: equivocadamente, el águila queriendo morder lo que, a diferencia de Granada, no es una presa fácil.

Orlando Castillo Estrada es embajador de Nicaragua en Madrid.

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