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Refaat Mohamed el Sayed

Egipcio residente en Suecia, empresario de izquierda, se ha unido a la Volvo para crear un imperio bioquímico

RICARDO MORENO, Refaat Mohamed el Sayed, Refa para sus más cercanos, el hombre que acaba de concertar el mayor negocio de los últimos 30 años en Suecia, hace 20 soportaba el rigor del invierno sueco levantándose a las tres de la mañana para hacer el reparto de diarios que le permitiría costearse sus estudios en la universidad de Upsala. Días atrás, su inconfundible figura de cabeza negra -expresión peyorativa que designa a los tercermundistas en este país de rubios- compareció ante la televisión y ocupó la primera plana de los diarios junto a Pehr G. Gyllenhammar, el jefe de Volvo, para anunciar la creación de uno de los mayores consorcios del mundo en el ramo de la bioquímica y los productos medicinales.

Hasta ahora la condición de El Sayed de ser uno de los hombres más ricos de Suecia había transcurrido casi en silencio, hasta que las acciones de Fermenta, la empresa que comprara hace poco más de tres años en 39 millones de coronas (780 millones de pesetas), conseguidas en parte con préstamos de los propios empleados, comenzaron a subir vertiginosamente y hoy la empresa está evaluada en 7.000 millones de coronas.Un conocido programa informativo de televisión distinguió a Refaat el Sayed como el hombre del año, "porque con su fantasía y fuerza de voluntad desarrolló una técnica del medicamento en la que nadie creía, alcanzando con ella un éxito sensacional".

Los millones danzan, sin duda, en la cabeza de este egipcio de 40 años, pero no han cambiado ni su aspecto descuidado en el vestir ni la escala de valores que parece haber regido su vida. Casado con una sueca con la que tiene dos hijos, El Sayed vive en un apartamento de 150 metros cuadrados en un barrio de clase media de Estocolmo, juega al fútbol en un equipo de cuarta división, cocina comida egipcia, juega al ajedrez con su hijo, y su mujer trabaja unas horas como asistenta social en un hospital de Estocolmo. Admite que gana más de 700 millones por año, pero aclara que "la riqueza es algo que uno debe vivir con cuidado". "Tener el alimento de cada día", añade, "ser estimado por la gente, tener confianza en sí mismo y tener una familia, esto es un verdadero y auténtico capital".

En el caso de El Sayed estas palabras parecen traducirse en hechos. Se ha asignado para vivir 10.000 coronas por mes (200.000 pesetas), más un complemento para gastos de representación, y piensa que el mejor capital que les va a dejar a sus hijos es la educación y su cariño. Según ha manifestado, a su muerte destinará su dinero a una fundación que llevará su nombre para estimular la investigación en el campo de la bioquímica y la medicina y ayudar a los inventores y a los minusválidos.

El Sayed, que nació en El Cairo de padre egipcio y madre checa, comenzó sus estudios de Microbiología en su país y en 1964 se trasladó a Suecia para continuarlos en la universidad de Upsala. En 1971 viajó a Estados Unidos, donde se doctoró en Bioquímica Aplicada. Regresó a Suecia y en 1973 formó su primera empresa, Mikro-Chem, con 15 empleados, que fue el inicio de una carrera meteórica en el inundo de los negocios que ahora ha llegado a la cúspide. Mientras los multimillonarios suecos emigran a Suiza o al Reino Unido en busca de aires impositivos más benignos, él crea una empresa sueca de dimensión mundial.

Políticamente tiene un pasado más bien rojillo: militante de organizaciones socialistas juveniles árabes en su tiempo de estudiante, estuvo afiliado al Partido Comunista Sueco (VPK) y también al Partido Socialdemócrata. No parece estar arrepentido de ello, ni su riqueza ha alterado sustancialmente sus opiniones políticas. Cuando un periodista norteamericano le preguntó al jefe de Volvo cómo se sentía al hacer un negocio tan importante con un socialista, tras un rápido intercambio de miradas con El Sayed, Gylenhammar contestó: "En este país estoy acostumbrado a hacer negocios con socialistas".

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