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Tribuna:MADRID RESUCITADO
Tribuna
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Espíritu Santo

El conductor avezado en los misterios del tráfico madrileño procura evitar la calle del Espíritu Santo por las mañanas. Aunque no figure en los códigos, esta populosa vía del barrio de Maravillas es peatonal por derecho adquirido, feudo inconquistable ganado a pulso por las heroicas amas de casa de la zona, que cruzan los procelosos mares domésticos como navíos atiborrados hasta la santabárbara de frutas y verduras, pescados y viandas.Todavía campean los rótulos de "Ultramarinos y Coloniales" las panaderías se llaman tahonas y entre la Corredera de San Pablo y la calle de San Andrés compiten, puerta con puerta, carnecerías y pescaderías, verdulerías y comercios de alimentación, droguerías y talleres artesanos.

Cuando un edil malintencionado ordenó derribar el mercado de San Ildefonso, las amas de casa del barrio no se arriesgaron a cruzar el estrecho de Fuencarral para ir a proveerse al vecino mercado de Barceló, sino que siguieron frecuentando sus anteriores rutas comerciales a través de un archipiélago de pequeñas tiendas presididas por un detallista de los de lápiz tras la oreja y abulta da lista de crédito.

La compra es aquí la ceremonia más importante del día, el centro de la ajetreada vida social. Los comercios son mentidero donde se comenta abiertamente la actualidad local, la economía del país o las portadas de las revistas del corazón. Las vecinas llaman a los tenderos por el diminutivo: "No me pongas más gordo, Juanito, que menudos filetes me diste ayer, eso no me lo llevo". Juanito, quizá el tercer o cuarto Juanito que regenta la carnecería, regala a los infantes rodajas de chorizo, piropea a niñas y mayores y escucha sin inmutarse las milenarias quejas de su clientela. Cuando Juanito exagera con el gordo varios días, la clienta vejada se pasará a la carnecería contigua y hará partícipe de sus cuitas a Pepe o a Manolín, incorporándose a una nueva tertulia. El equilibrio ecológico se mantiene.

En el barrio no prosperan los supermercados. Por término medio, un ama de casa recorre seis o siete establecimientos para efectuar su compra. Los nuevos tiempos apenas se notan en la aparición de un herbolario macrobiótico y de una tienda de ropa vaquera. Ni siquiera la fiebre de los pubs de Malasaña ha logrado calar esta imprecisa frontera, aunque los ecos nocturnos se dejen escuchar por la mañana, cuando entre las filas de las tradicionales parroquianas se cuelan mohicanas de agresivo penacho y maquillaje de fantasía que disputan como la que más por el precio de las alcachofas.

La reina indiscutible de la calle del Espíritu Santo es, desde hace 30 años, poco más o menos, la Chelo, Consuelo Sánchez, siempre al pie de su pequeño tinglado, en el que rifa, en combinación con el número de los ciegos, vajillas chinescas y bidones de aceite, mantelerías bordadas y ristras de embutidos. La rifa de Chelo es una de las instituciones más solventes del barrio, y su titular, una auténtica enciclopedia de conocimientos locales, a la que remito a los lectores que quieran ampliar su información sobre la vida y costumbres de los nativos de Maravillas.

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