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Un proyecto que divide a los socialistas

La reforma de las pensiones de la Seguridad Social ha provocado la más profunda confrontación registrada entre el Gobierno y el partido socialista, por un lado, y el sindicato UGT, por otro. Al mismo tiempo ha reabierto en el seno del sindicato viejas heridas cicatrizadas en falso. En esta ocasión, no sólo Felipe González ha sido incapaz de convencer a Nicolás Redondo de la conveniencia de aceptar las medidas, sino que tampoco ha podido arrancarle la promesa de que el sindicato no planteará demasiadas dificultades al proyecto gubernamental. Los diversos intentos, instrumentados a través del PSOE, para lograr un mínimo consenso se han saldado con el más absoluto fracaso. Por primera vez, los ugetistas han salido a la calle en claro enfrentamiento con el Gobierno.La presión de UGT se ha visto incrementada por el concurso de CC OO que se sumó finalmente a la convocatoria llamando a sus militantes Para que se unieran a las acciones. Salvo en contadas excepciones, las movilizaciones han sido conjuntas.

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Las discrepancias no sólo se registran en la organización obrera. La reforma de pensiones ha convulsionado al propio partido. Si bien en las últimos días, el PSOE ha cerrado filas en apretado apoyo al Gobierno en un principio el proyecto encontró fuertes rechazos en los cuadros socialistas.

En los; momentos más agrios de la polémica, determinados sectores del partido plantearon la conveniencia de dejar la reforma para una próxima legislatura. Vencieron los que argumentaron que no abordarla en este momento sería, electoralmente, peor solución. A pesar de todo, algunos parlamentarios socialistas vinculados de una u otra forma a UGT se plantean todavía si el proyecto de ley no supone un caso de conciencia lo suficientemente importante como para justificar su dimisión.

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