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Ingestión

Les costará creerlo, pero los 700 litros de bebidas que un americano medio consume al año, la mayor cantidad no es agua. La más alta proporción (43,3% frente al 37,4% del agua) corresponde a bebidas refrescantes. Esto explica el gran interés por las noticias de la Coca-Cola y, a su vez, la incontinente dedicación que estas cifras exigen: paseando, viajando en metro, en la cola de los autobuses, tomando la tarjeta de embarque, en los supermercados, en las lavanderías, ante la ventanilla del banco, en la antesala del médico. Incluso para no perder la ocasión de beber mientras se conduce, se vende un vaso de plástico que se acomoda en el salpicadero y unos recipientes cilíndricos que, atados a la cintura y provistos de una larga cánula, permiten ir sorbiendo mientras se veranea.Este nomadismo nutritivo es de por sí importante, pero todavía más si en él se incluye a la comida. Aparte del consumo de pop-corn, en los cines empiezan a ser fácilmente distinguibles los profundos olores de la pizza y los platos chinos. En algunos locales, tales como los destinados a conciertos sinfónicos, aulas magnas y salas con cierta distinción, se expresa terminantemente la prohibición de beber o comer en su interior, pero la fortaleza de esta oleada parece imparable. No sólo en la universidad beben algunos profesores mientras están dando la clase, Georgia Dullea acaba de afirmar en The New York Times que vio a una señora comiendo un sandwich club en un desfile de modelos de Perry Ellis. Junto a la falta de una pertinente explicación científica para este acoso, un taxista ha terciado diciendo que si paraba 20 minutos para comer perdería unos siete dólares. Pero esto, teniendo en cuenta que algunos ciudadanos no son taxistas, mantiene la cuestión abierta. Esto ha propiciado que algún antropólogo, como Sidney W. Minth de la Hopkins University, haya elaborado en su reciente libro Sweets and power una urgente tesis cuya divulgación podría contrarrestar el fenómeno. El asunto es en verdad grave. No les diré más: movidos por este impulso empieza a haber restaurantes que se promocionan con la promesa de dar de comer en siete minutos.

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