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El espacio

Secretamente se está produciendo un ambiente enrarecido entre la población astronauta. Las condiciones técnicas han mejorado, pero pocos tripulantes perdonan a la NASA que siga sin atender los asuntos de confort. A algunos de los protagonistas, hoy héroes nacionales, les viene repugnando que al menor descuido -como en el último Challenger- se produzcan vuelos de excrementos en el interior de la cabina.Realmente, una visita al Museo del Espacio, en Washington, puede dar idea de las mínimas consideraciones en que se tiene a la tripulación. Las cápsulas son tan incómodas que mal se avienen con la idea de estar conquistando otros mundos. En el primer viaje del Géminis, por ejemplo, además de proporcionarles una comida detestable, ni siquiera les permitieron lavarse los dientes. Según el astronauta Eugene Cernan, los médicos pensaron que si les entregaban un tubo de Colgate les ponían en el peligro de atragantarse. En su lugar, les ofrecieron unas pastillas de chicle, que encima no eran las de su marca. Poco a poco, sin embargo, han conseguido la pasta dentífrica. Pero siguen sin lavabos, y, según ha confesado el piloto Jack Lousma, lo que aconsejan las ordenanzas es tragarse el buche. Por otra parte, para cubrir cualquier necesidad de evacuación, los problemas son tan complejos que exigen una dedicación de al menos 25 minutos. Tampoco tienen ducha ni bidé, pero cierta ayuda, desde luego, es que les disminuye el sentido del olfato. Debido a la ingravidez, los fluidos interiores ascienden y provocan una congestión semejante a la de los constipados. Con ello les duele el entrecejo y tienden a acostarse, pero cuando pretenden dormir, y dado que se encuentran dando vueltas a la Tierra, tropiezan con un amanecer cada 90 minutos.

Supuestamente, la experiencia del senador Jake Garns, en cuyo rostro pudo apreciarse que el viaje en el Discovery le había sentado como un tiro, puede hacer prosperar las reivindicaciones de los astronautas. Según ha expresado el veterano Alan Bean, está bien que se pasen dificultades cuando se va de camping, pero es duro aceptar tanta porquería cuando se está trabajando.

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