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El jesuita Ellacuría afirma que la "teología de la liberación distingue varias clases de violencia

El jesuita Ignacio Ellacuría ha defendido, en una conferencia pronunciada en Bilbao sobre Violencia, sociedad e Iglesia en El Salvador, que la corriente conocida como teología de la liberación, de la que es considerado uno de sus principales representantes, distingue entre violencia revolucionaria, violencia bélica y terrorismo.Ellacuría considera que no cualquier uso de la fuerza es violencia en sentido estricto, independientemente de si al usarla se comete o no injusticia; y que el juicio del cristianismo ante la violencia no puede limitarse a la condena indiscriminada sin referencia a la situación concreta. Por último, que la violencia tiene fundamentos psicológicos y biológicos profundamente enraizados en la naturaleza humana.

Los principios fundamentales sobre la violencia sostenidos por la teología de la liberación son, para el jesuita Ellacuría, la opción preferencial por los pobres; el rechazo, como actitud no cristiana, de la pasividad frente a la injusticia -especialmente "cuando ésta se expresa lisa y llanamente en el asesinato de decenas de miles de personas"-; el complementario esfuerzo por la conversión del injusto antes que por su eliminación física, y el compromiso en defensa de la vida, aun admitiendo que ese mismo principio lleve a considerar inevitable el recurso a la lucha armada.

Ignacio Ellacuría, nacido en Bilbao pero afincado en Latinoamérica desde hace más de 30 años, es en la actualidad rector de la universidad centroamericana de El Salvador (UCA). Discípulo del teólogo Karl Rahner, y amigo y colaborador del filósofo donostiarra Xabier Zubiri, Ellacuría es considerado, junto con el también bilbaíno Jon Sobrino, uno de los principales impulsores de la corriente del cristianismo latinoamericano que, en particular a partir de las conferencias episcopales de Medellín y Puebla, fue conocida como teología de la liberación.

Perseguido por las mismas fuerzas ultraderechistas que asesinaron al arzobispo de El Salvador Arnulfo Romero, Ellacuría hubo de refugiarse durante algún tiempo en Nicaragua, país en el que ya había residido anteriormente. Profundo conocedor de la realidad latinoamericana, el actual rector de la UCA pronunció en Bilbao al final de la década de los sesenta, en el marco de la Semana de Teología de Deusto, una conferencia sobre la violencia que tuvo una enorme repercusión en los medios de la oposición antifranquista de aquellos años.

La experiencia de los 15 años transcurridos desde entonces le ha hecho matizar algunas de sus concepciones anteriores, aunque, según advirtió de entrada, mantiene lo fundamental de aquellas ideas: la distinción entre diversas clases de violencia.

Pero Ellacuría precisó que la proximidad física a una realidad marcada por la violencia cotidiana -en términos incomparables a situaciones como la de Euskadi hoy"- le ha hecho matizar esas consideraciones generales con nuevos elementos de juicio. Así, el carácter diabólico, en sentido teológico, de la violencia se manifiesta en el "hecho terrible de que cuanto mayor es el poder, mayor es la violencia". Esto lo demuestra, en el área centroamericana, "la actitud de agresión inmoral de Estados Unidos, causante de la mayor violencia -cuantiable en decenas de miles de muertos-, enmascarada en principios ideológicos abstractos, como la defensa de la seguridad del área o de los intereses estratégicos o del peligro comunista".

Terrorismo

La aparición frente a la violencia institucional de la violencia revolucionaria exige de los cristiarios un pronunciamiento "que no puede ser simplista". Para que una actitud violenta sea considerada terrorista -dijo el jesuita- se requiere que su objetivo sea, efectivamente, aterrorizar, en el sentido de paralizar al otro; que utilice la fuerza física, y que se realice contra personas indefensas. Sería terrorista, en esa concepción, la acción de los escuadrones de la muerte, ejemplo máximo de terrorismo de Estado, o las acciones de represalia revolucionaria, como el asesinato de personas indefensas sospechosas de colaborar con el enemigo, atentados indiscriminados con explosivos, secuestros... Los sandinistas, añadió, nunca practicaron este tipo de violencia, a diferencia de otros grupos revolucionarios del área.Sobre el País Vasco, Ellacuría ha declarado al diario Deia que "la violencia en Euskadi no es revolucionaria, sino terrorista".

"Nosotros", añadió, "tenemos un criterio en Centroamérica para juzgar el grado de legitimidad de algún movimiento revolucionario y es ver si favorecen a las mayorías populares". El jesuita agregó que la violencia terrorista no tiene justificación.

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