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1.400 'marines', acosados en Líbano por los francotiradores

"Síganme y crucen el puente corriendo agachados porque, aunque ahora no pase nada, aquí nunca se sabe...", grita un sargento del cuerpo de los infantes de Marina norteamericanos (marines) a los periodistas que les acompañaban el sábado a visitar una posición avanzada del contingente estadounidense destacado en Líbano, en el marco de la fuerza multinacional que integran también soldados franceses, italianos y británicos. Intensamente bombardeados durante la segunda guerra civil libanesa, el pasado mes de septiembre, los 1.600 marines desplegados en torno al aeropuerto internacional de Beirut han vuelto a ser acosados desde el jueves por los disparos de francotiradores apostados en edificios en construcción sitos en las estribaciones de las montañas del Chuf, que dieron muerte, el viernes, a un sargento, e hirieron a otros dos militares. En sus 14 meses de estancia en Líbano, seis marines resultaron muertos y otros 43 heridos. A su paso por Líbano, a mediados de la semana pasada, el comandante en jefe del cuerpo de los marines, general Paul Kelley, afirmó insistentemente que sus hombres estaban en "una excelente situación" y que su "moral era muy elevada".

Medio kilómetro antes de llegar por la autovía al aeropuerto de Beirut, una pequeña desviación hacia la izquierda conduce al cuartel general de los marines, en cuya entrada una pancarta azul advierte de antemano que están en alerta dos, nivel justo inferior al de la alerta roja. La intensidad del tiroteo obliga a los soldados de guardia a echarse unos instantes al suelo antes de poder iniciar un minucioso registro del automóvil de sus visitantes, introduciendo espejos por debajo de la carrocería para asegurarse de que no lleva cargas explosivas que lo convirtieran en un cochebomba.A escasos metros del puesto de control de la entrada, ante la puerta de un edificio ocre sumergido por montañas de sacos de arena entre los que destaca el emblema de la 241 unidad anfibia de marines, el comandante Robert Jordan, portavoz del contingente norteamericano, explica el desarrollo de la jornada: "Como ayer, estamos siendo hostigados por francotiradores aislados que abren fuego con metralletas soviéticas AK 47S y lanzagranadas a las que respondemos con armas de calibre similar". "Afortunadamente", prosigue, "hasta ahora no tenemos que lamentar víctimas".

El viernes, el sargento Allen Soifert, de 25 años de edad, originario del Estado de Nuevo Hampshire, fue mortalmente alcanzado en el pecho por una bala cuando, en los alrededores del aeropuerto, conducía un jeep que volcó inmediatamente, pero su acompañante, otro marine, logró salir ileso del ataque y del accidente.

Milicianos chiitas

Jordan, un veterano de la guerra de Vietnam que no se inmuta por la proximidad de la escaramuza, sostiene que "los disparos están específicamente dirigidos contra los marines, pero se niega a acusar a ninguna de las milicias libanesas, aunque con el dedo índice señala las casas de donde abren fuego los "elementos armados", todas ellas situadas en el barrio de Hay el sollum, en manos de la milicia chiita Amal (esperanza), que prohibe el acceso a la zona al Ejército regular libanés.Largas horas de espera en un mess donde la lata de Pepsi-Cola cuesta medio dólar (76 pesetas) son necesarias hasta que, aprovechando, una breve interrupción de los combates, Jordan proporciona a los periodistas dos suboficiales de escolta y un par de jeeps que atraviesan lanzados una de las pistas de aterrizaje hasta llegar, al noreste del aeropuerto, a la altura de un pequeño puente de madera que conduce a la posición avanzada de la Charlie Company de la 24ª unidad anfibia.

A pesar de estar a menos de 1.000 metros de los francotiradores y de la tierra calcinada por las explosiones de proyectiles de mortero que rodea la posición, los 49 marines de la compañía allí destacados ofrecen un aspecto relajado mientras cavan nuevas trincheras o mejoran sus refugios antibombas, colocando más y más sacos de arena al ritmo de la música pop que transmite una emisora de las fuerzas armadas norteamericanas instalada a bordo de uno de los 10 buques de la Sexta Flota, que navegan en aguas libanesas.

Tropas de elite

"Lo malo", recalca el sargento Elvin Laboy, que está al frente de la posición, "es que por mucho que arreglemos estas construcciones, mientras sigamos aquí atrapados entre la montaña y el mar podemos acaso evitar los impactos de metralla, pero siempre seremos vulnerables a cualquier disparo directo". "Hemos sido entrenados como tropas de elite para el ataque, y aquí lo único que hacemos es dejarnos atacar, porque no tenemos permiso para ir a buscar al enemigo y desalojarle", añade, visiblemente disgustado, un marine raso que apenas tiene 20 años.Desde el pasado 19 de septiembre, los infantes de Marina de Estados Unidos, uno de los 16 países presentes militarmente en Líbano, han sido, sin embargo, autorizados por Washington a responder al fuego enemigo y a solicitar la intervención de la Marina y de la aviación norteamericana para su legítima defensa, y también cuando el Ejército libanés se encuentra en situación delicada, lo que pone, a su vez, indirectamente en peligro la seguridad de los marines, como ocurrió durante la batalla de Suk el Gharb.

Perfectamente visibles con gemelos desde la posición de la Charlie Company, el portaviones Eisenhower, con 90 aparatos a bordo, y el superacorazado New Jersey, el buque mejor armado del mundo, que puede disparar proyectiles de más de una tonelada, han tirado el ancla en aguas territoriales de Líbano, junto con ocho barcos de guerra norteamericanos, tres británicos, dos italianos y tres franceses, incluido el portaviones Foch.

La prolongación de la tregua espontánea entre francotiradores y marines incita a los campesinos libaneses a reanudar el trabajo en el campo, mientras un repentino cambio en la dirección del viento hace llegar hasta nuestros oídos el anuncio del embarque del vuelo de la compañía aérea austriaca Austrian Airlines, con destino a Viena, transmitido por los altavoces de la terminal del aeropuerto, distante tan sólo unos 500 metros de la posición avanzada. "Es increíble", comenta el sargento negro Laboy, de 27 años de edad, "cualquier otro aeródromo del mundo habría dejado ya de operar si sucediese algo parecido en sus alrededores, pero aquí están tan acostumbrados a la guerra que ni siquiera salen los vuelos con retraso".

La tregua parece consolidarse, un agradable sol otoñal consigue atravesar las nubes y los helicópteros de transporte de la Marina estadounidense se atreven, de nuevo, a reanudar sus vuelos hasta la pista de aterrizaje reservada para el uso de los marines, pero el joven sargento de Nueva York se lamenta de no poder hacer la tradicional barbacoa del fin de semana. "Mientras permanezcamos", dice, "en el segundo nivel de alerta, no conviene perder el tiempo almorzando al aire libre y por eso solemos tomar MRES (meals ready to eat, alimentos listos para comer)", raciones alimenticias insípidas pero con muchas vitaminas, que los periodistas, de paso, son invitados a compartir. "Ahora", agrega el suboficial Aboy, "nos vemos incluso obligados a dorinir en los refugios, y si supiese usted qué calor hace...".

La barbacoa del fin de semana, las cartas enviadas por la familia en Estados Unidos, algunas novelas policiacas o de ciencia-ficción, la proyección en vídeo de los últimos partidos de la Liga de Baseball y un poco de deporte son, cuando no hay tensión en la zona del aeropuerto, las principales distracciones de los marines, el contingente de la fuerza multinacional que, por motivos de seguridad, menos sale de sus posiciones para efectuar patrullas o, simplemente, pasearse por las céntricas calles de Beirut.

Con la Sexta Flota

"¿De dónde es usted?", pregunta, a su vez, al periodista Elvin Laboy, antes de proseguir la conversación en un español con un fuerte acento anglosajón: "Yo estuve varias veces en España con la Sexta Flota, en Barcelona y Palma de Mallorca, que me parecieron bonitos lugares". "Mejores que éste...", añade con una sonrisa triste.Pero una ráfaga de disparos le saca bruscamente de sus divagaciones nostálgicas para recordarle la cercana presencia del enemigo que, tras un breve intercambio de disparos, los marines conseguirán abatir mediante la utilización, por primera vez en Beirut, de fusiles provistos de una mira telescópica que permite ver hasta el color de los ojos del adversario.

Aunque el portavoz adjunto de los marines, el capitán Charles Rowe, se niega a confirmarlo el teniente A. W. Harris, de la Charlie Company, asegura satisfecho a los periodistas que sus tiradores de elite han conseguido "eliminar a cuatro, y hasta acaso cinco francotiradores, y también han herido a otros 10", miembros, según él, del grupo palestino radical encabezado por Georges Habache, que habían logrado infiltrarse en el barrio vecino controlado por la milicia musulmana chiita Amal.

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