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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Un planetario para Madrid

Lo que se nos brinda en un planetario es una de las maravillas que no podemos encontrar más que allí, bajo su cúpula que nos sirve de pantalla y en la que se proyecta el espectáculo del cielo. Ese espectáculo que en las grandes ciudades hace ya muchos años que perdimos. La contaminación, la polución de tantos humos y tantas fábricas y tantos automóviles han hecho que perdamos la limpieza del cielo.Las primeras noticias que tenemos de la construcción de planetarios se remontan al año 1913, en la casa Zeiss, en Alemania. En 1919 es, sin embargo, cuando el doctor Bauersfeld dio el impulso definitivo para su construcción. En 1923, en el mes de agosto, el primer instrumento que había salido de las fábricas de Zeiss estaba listo para su presentación. Fueron pasando los años y, poco a poco, aquel primer modelo se fue modificando hasta llegar a la perfección de los actuales.

Los planetarios nos colocan el cielo sobre la cúpula semiesférica en la que se realiza la proyección. Para quienes no hayan tenido la suerte de presenciar una demostración de esta índole, querría pintarles una imagen de lo que significa. Todo el espectáculo hay que verlo levantando nuestra mirada, para lo que se requiere una relativa comodidad y confort.

En el centro de la cúpula está el proyector con sus dos cabezas, o grandes esferas, asombrosamente atractivas, que van a simular el espectáculo del firmamento, unidas por el cuerpo central, de forma cilíndrica, donde se encuentran los proyectores dispuestos para los astros errantes, es decir, los planetas, la Luna y el Sol.

Para cada uno de los planetas hay dos proyectores, a fin de evitar la desaparición súbita del mismo cuando el rayo luminoso encuentra algún obstáculo en la armadura del planetario.

Se entra en la cúpula y a la hora de comenzar, mientras se escucha una interpretación musical que va preparando el ánimo, va oscureciéndose la sala. Unos segundos después, empieza a verse el cielo estrellado, comenzando por las estrellas de primera magnitud, a las que siguen las demás. Cerca de 9.000 estrellas se proyectan sobre la cúpula, todas con su respectivo color espectral o con sus características variaciones de luminosidad. Pueden verse la Vía Láctea, las nubes de Magallanes, las nebulosas de Orión, Andrómeda y otras muchas famosas y conocidas para el aficionado.

También veremos la Luna con el cambio automático de fases. El cielo es el mismo que después, al anochecer, podríamos observar al natural fuera de la sala.

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Tiempo y espacio

Veremos los movimientos de cometas y satélites, las estrellas fugaces ofreciéndonos las mismas sensaciones que todos hemos sentido en esas noches, sobre todo en agosto, en las que el firmamento se adorna con las ráfagas de luz dejadas por ellas.

Será una agradable sensación ver los movimientos del Sol en la eclíptica, con sus variaciones en declinación que simulan en breves minutos las revoluciones correspondientes a un día y un año con sus ciclos completos y que hacen variar las duraciones del día y de la noche. La rotación diurna se puede realizar en pocos minutos. Un año entero podemos hacer que transcurra en poco más de 10 minutos, hasta en unos pocos segundos. Todo depende de la aceleración que demos a los movimientos del planetario. Podemos observar el cielo que corresponde a cualquier latitud desde el polo Norte hasta el Sur; es sólo cuestión de minutos presentar el cielo de cualquier observador de la Tierra.

El poder ver las constelaciones del cielo austral, con esa Cruz del Sur tan nombrada entre los antiguos hombres del mar, que les sirvió de guía para orientarse y poder identificar el polo Sur, en el que no hay ninguna estrella brillante en sus alrededores; sólo el poder observar esas constelaciones que nunca podríamos ver desde nuestras latitudes ya justificaría sobradamente la instalación del planetario.

Cerca de la Cruz del Sur, y guiados por ella, podemos localizar la constelación de Octans (Octante), en la que se encuentra la. estrella

Ro, la más próxima al polo, apenas visible a simple vista y que hace el papel de estrella Polar del Sur. Junto a la Luna, cuya revolución sinódica de unos 29 días podremos observar, nos asombraremos con el espectáculo de los planetas: Júpiter, con su racimo de lunas, o Saturno, con su anillo (ya sabemos actualmente que no es el único planeta que lo tiene).

Para los que busquen más nivel o altura en la demostración, es posible entender perfectamente los sistemas que se estudian en Astronomía para fijar la posición de los astros y los conceptos que sirven para la definición de las unidades de tiempo. Podemos comprender el fenómeno de la precisión de los equinoccios originado por el movimiento del polo, con un período de casi 26.000 años.

200 proyectores

Tendremos otras visiones espectaculares, como el primer alunizaje del hombre sobre nuestro satélite; veremos estallidos de galaxias ' o choques simulados entre dos de ellas, sabiendo que alguna vez será la nuestra la que explosione. En el planetario todo es posible.

No sabemos qué planetario se instalará en Madrid. Cualquiera que sea, es una instalación cara. El aparato está compuesto de centenares de lentes y más de 200 proyectores individuales. El instrumento pesa varias toneladas y gira en un asombroso equilibrio alrededor de tres ejes.

El planetario de Madrid elevará, sin duda, el nivel científico de todos los que iremos a verlo. Contribuye a enriquecer la cultura de un pueblo. Pueden organizarse cursillos más o menos avanzados según el nivel de los muchos grupos de visitantes que asistan a sus representaciones.

Un tema árido como es el de la trigonometría esférica y su aplicación a la resolución de tantos problemas astronómicos es sencillo con el planetario. Podremos observar el cielo de hace cientos de años, el cielo que vieran los romanos o los griegos de aquellos tiempos históricos, o el cielo observable dentro de cientos de años, con las posiciones exactas que tendrán en cualquier época los planetas.

La instalación tan crítica que exige la construcción de la cúpula, la esmeradísima precisión de las cabezas y cuerpo del planetario -esas cabezas en las que deben figurar todas las estrellas visibles en el firmamento, con sus correspondientes magnitudes, situadas con su tamaño y color preciso y en sus coordenadas exactas para que al proyectarse se vean sensiblemente como puntos- forzosamente han de exigir ese alto precio. Sin embargo, esto no debe frenar los trámites para su instalación. Cuanto invirtiésemos en el planetario se nos reembolsaría en cultura.

Fernando Martín Asín es profesor de Astronomía de la Universidad Politécnica de Madrid.

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