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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tensión internacional

LA ASAMBLEA General de las Naciones Unidas se abre hoy en Nueva York con el encomiable objetivo de fomentar el diálogo internacional y disminuir las tensiones bélicas. La tradicional reunión diplomática de los líderes mundiales se celebra este año rodeada de un ambiente de crisis internacional que recuerda los momentos más negros de la guerra fría. El conflicto de Líbano, con la intervención armada de la marina norteamericana y la posible respuesta de Siria, principal aliado de la URSS en la región; la crisis provocada por el derribo por la aviación soviética del jumbo surcoreano; el diálogo de sordos de las superpotencias sobre la carrera de armamentos, sin contar un buen número de conflictos regionales, son el telón de fondo preocupante de la asamblea. Por primera vez desde 1957, Andrei Gromiko, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, no acude a Nueva York, en protesta por la negativa de las autoridades locales norteamericanas de dejar aterrizar a su avión en un aeropuerto civil. La débil esperanza de mantener abierto el diálogo entre Moscú y Washington no es ya ni físicamente posible por una decisión norteamericana equivocada a todas luces y hábilmente aprovechada por el Kremlin para no tener que aguantar un chaparrón de críticas por el derribo del jumbo de la Korean Air Lines (KAL).No obstante, los síntomas de mayor preocupación por la crispación de la situación internacional se sitúan en Oriente Próximo. Navíos de la VI Flota norteamericana estacionados frente a Beirut abrieron fuego ayer contra posiciones de guerrillas palestinas y libanesas situadas en las colinas que dominan la capital, en territorio controlado de hecho por Siria. Washington cruza así el rubicón en el conflicto de Oriente Próximo, y por primera vez su máquina militar, que estaba en Líbano como fuerza de interposición para evitar que otros guerrearan, pasa a la ofensiva en apoyo del Gobierno de Gemayel, que corre peligro de perder la capital. Hasta ahora los 3.200 marines norteamericanos sólo disparaban cuando sus posiciones eran atacadas. Ayer, y posiblemente por primera vez desde la guerra de Vietnam, barcos de guerra estadounidenses realizaron una acción de guerra contra un tercer país. Washington con esta intervención se convierte en parte de esta guerra, y así lo ha entendido Siria, que ha advertido que contraatacará a las fuerzas americanas si éstas atacan las áreas libanesas bajo su control.

Algo que comenzó en un principio como una operación de paz que duraría unas semanas, para proteger la retirada de los guerrilleros palestinos encerrados en Beirut, corre el peligro de convertirse en un enfrentamiento entre las dos superpotencias, en el punto más explosivo de la geografía internacional: Oriente Próximo. Hace unos días, el ex secretario de Defensa norteamericano, Robert McNamara, recordaba cómo en 1967, en esta misma región, estuvo a punto de desencadenarse la tercera guerra mundial cuando el Kremlin exigió a Johnson la retirada de un portaviones norteamericano de la zona. Un ataque sirio a un navío de la VI Flota puede ser un hecho de incalculables consecuencias. Por su parte, la Unión Soviética reaccionó anoche con celeridad y gran dureza al advertir que "Estados Unidos no escapará de la responsabilidad por los crímenes perpetrados contra los libaneses y por las consecuencias de los mismos en la situación en Oriente Próximo y sobre la seguridad internacional'.

Reagan, probablemente sin desearlo del todo, se ha metido de lleno en una escalada cuyas consecuencias quizá no pueda controlar. Las tropas norteamericanas están en Líbano por decisión de la Casa Blanca sin el apoyo legislativo del Congreso. Amplios sectores de la opinión pública estadounidense exigen que el Legislativo apruebe o rechaze el mantenimiento de los marines en Líbano invocando la War Powers Act (ley de Poderes de Guerra), votada precisamente tras la aventura de Vietnam, para impedir que un presidente pudiera mandar tropas a luchar al extranjero sin autorización del Congreso. La decisión de actuar en Oriente Próximo nos habla por lo demás de las pocas dudas que tendría Reagan de hacer lo propio en el Caribe si, llegado el momento, piensa que debe hacerlo.

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Este cuadro del frente de guerra abierta en Oriente Próximo, con implicación directa de una de las superpotencias, desprende una atmósfera de preocupación, especialmente cuando las relaciones de Estados Unidos y la Unión Soviética registran tensiones más propias de una situación prebélica que de avances en el camino de la distensión y la paz.

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