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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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Las claves de un Gobierno italiano presidido por el socialista Craxi

Bettino Craxi, secretario general del Partido Socialista Italiano (PSI), se prepara a formar Gobierno. Si lo consigue, será la primera vez en la historia de Italia que un socialista es primer ministro. Sin embargo, el secretario socialista no llegará a jefe del Ejecutivo bajo la ola de un gran éxito electoral, como Felipe González. Lo deberá, más bien, al hecho de que la Democracia Cristiana, primer partido político en Italia desde 1946 y desde entonces siempre presente en el Gobierno, ha perdido secamente las últimas elecciones y, al menos por ahora, prefiere pasar la mano a un socialista.La Democracia Cristiana tiene en realidad que curar las heridas del último fracaso electoral, recomponer una mayoría interna más sólida, analizar las razones complejas de su derrota e identificar la mejor línea estratégica para convertirse de partido asistencial y clientelar en partido moderno. ¿Popular o moderado? ¿Católico o secularizado?

La Democracia. Cristiana pasa el mochuelo a Craxi, no sólo porque en este momento le resulta difícil situar a uno de sus hombres como candidato a jefe de Gobierno, sino también porque los males que actualmente aquejan a Italia, en el plano económico e institucional, son tan gigantescos y tan agudos que necesitan medicinas muy amargas para ser curados.

Toda la campaña electoral ha estado basada en el debate sobre los desastres de la financiación pública (siete billones de pesetas al año, que podrían llegar a 10 billones de interés pagados por el Estado a los bancos) y sobre la crisis del aparato productivo (más de 2.200.000 desocupados y cientos de miles en paro forzoso). Y la campaña se ha llevado a cabo entre la contraposición de un rigor restrictivo, monetarista, y un rigor, con equidad, de una disminución dura y rápida de la inflación y de otra blanda y gradual. La primera posición la sostenían los democristianos y republicanos. La segunda, los socialistas y, sustancialmente, los comunistas.

Desde el rigor absoluto, la Democracia Cristiana ha perdido, pero desde el mismo y más creíble rigor, el Partido Republicano ha visto casi duplicados sus votos, ganando al partido socialista en las dos capitales de la economía italiana (Milán y Turín) y convirtiéndose casi en todas partes en el tercer partido de la única coalición de Gobierno por ahora posible, la de democristianos, socialistas, republicanos, socialdemócratas y libe rales.

Frenar la regresión industrial

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Mientras tanto, las cuentas del Estado empeoran. Se asegura, con fundamento, que al final de este año el déficit del sector público superará los 10 billones de pesetas, mientras el aumento de los precios no parece que vaya a disminuir De este modo, Italia podría acabar desenganchándose del vagón de los países más industrializados (ahora está en el sexto puesto) que han curado ya drásticamente la inflación, que pueden destinar inversiones importantes para la innovación industrial y explotar a fondo la marcha de la locomotora estadounidense.

Existen, pues, decisiones muy duras que habrá que tomar en el sector del gasto público, cortes que habrá que efectuar en la asistencia sanitaria, en los seguros sociales, en las finanzas locales. Existen decisiones dolorosas que habrá que tomar en sectores industriales en crisis (como el siderúrgico, el minero, el astillero y hasta el químico) si no se quiere ver caer en picado el sistema de las industrias y de los entes de Estado. Y a esto hay que añadir decisiones de política internacional muy importantes, como la instalación de los misiles Cruise de la OTAN en la base siciliana de Comiso. Sobre este último punto, pero también en la política económica y financiera, el partido comunista (que, aun perdiendo en las últimas elecciones, casi ha alcanzado a la Democracia Cristiana) dará una dura batalla.

Es cierto que el Partido Comunista Italiano (PCI) no es tan compacto como aparece. Su ala liberal es más articulada y posibilista acerca de la presidencia de Craxi, y el líder del mayor sindicato (CGIL), el comunista Luciano Lama, hombre de gran prestigio político sindical, ha afirmado que el encargo dado a Craxi de formar Gobierno es, sin duda, "un hecho de gran importancia en la historia política italiana".

De todos modos, el PCI, en el caso de que decidiera atacar a fondo a Craxi, sufriría más de un contragolpe en las administraciones de las grandes ciudades italianas donde gobierna con el partido socialista y, a menudo, con los socialdemócratas: desde Roma a Milán, desde Bar¡ a Venecia, a Génova y en no pocas regiones. Se trata de mayorías que el representante de mayor relieve del ala liberal democrática del partido comunista, Giorgio Napolitano, desearía que abrazasen también al partido republicano. Es muy probable, pues, que Berlinguer dé por descontado algunos choques fuertes con los socialistas en las administraciones metropolitanas, como el precio que deberá pagar a la ofensiva nacional contra un nuevo Gobierno del que se ve excluido, y contra la presidencia de Craxi, que, según él, no supone nada nuevo".

Un fracaso del probable presidente socialista resultaría, de hecho, ventajoso para los dos mayores partidos: DC y PCI. La Democracia Cristiana intentaría demostrar que sólo un Gobierno dirigido por ella es capaz de sacar al país de su crisis. Y el PCI, que sin él no se puede gobernar un país en tan graves condiciones. Ambos partidos temen, al contrario, el éxito de la guía socialista. La DC podría ver aumentar su declive, y el partido comunista se hallaría más aislado y obligado a revisar su estrategia de la alternativa democrática, que Berlinguer la entiende sobre todo en términos de clara hegemonía comunista.

Craxi tiene a su favor el hecho de que una parte considerable del electorado está cansada de las repetidas crisis de Gobiernos que no gobiernan y que duran seis meses o un año.

Un desafío

Sin embargo, el presidente, encargado de formar Gobierno, deberá reforzar no pocos lazos con los otros partidos intermedios, cubriéndose eficazmente frente al mundo empresarial y financiero y sin atizar el fuego de las relaciones estratégicas con los tres grandes gremios sindicales (CGIL, CISL y UIL).

Deberá también saber escoger ministros y colaboradores con una cierta autonomía y hacer ver a los dirigentes más inquietos de su partido que sabe ser hombre de Gobierno, decidido y hábil al mismo tiempo.

De su parte cuenta con el presidente Pertini, gran demócrata, popularísimo y dispuesto a no convocar por tercera vez durante su mandato presidencial elecciones anticipadas.

De cualquier manera, se trata de un desafío cargado de riesgos, que deberá realizarse en un campo erizado de obstáculos. Un desafío que, sin embargo, podría ganarse y, en tal caso, convertirse en histórico.

Vittorio Emiliani es director del diario Il Messagero

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