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Reportaje:Viajar

Menorca, verde y reservada

Isleña como ninguna dentro del archipiélago balear, Menorca se ha resistido con éxito a la invasión turística

La más alejada de las costas peninsulares, casi plana, estrecha, sorprendentemente verde, de medidas abarcables, isleña como ninguna, Menorca, tiene algo de las características de segunda hija de una familia burguesa: reservada, vuelta hacia sí misma, apartada del brillo de la mayor, protegida del fulgurante lanzamiento de la pequeña. Es, sin duda, la que se ha resistido con éxito a la invasión turística, protegida no sólo por su mayor distancia, sino por la negativa firme de sus habitantes, convirtiéndose en símbolo del amor a lo propio, tierra inexpugnable para urbanizadoras y vuelos charter, paraíso mediterráneo de calas escondidas y aguas eternamente limpias.Es también la que tiene una historia más peculiar de entre les illes. Unida al carro de las demás Baleares hasta 1708, el siglo XVIII la marcará para siempre. Fue entonces cuando el Ejército británico se apoderó de la isla durante la guerra de Sucesión, dominio que ratificaría más tarde el Tratado de Utrecht. Las ideas del progreso y la Ilustración, de la mano del gobernador Richard Kane, entrarían en Menorca: se impulsé el comercio y la agricultura, se fundaron las primeras industrias y Mahón convertida en la capital administrativa de la isla, vive años de esplendor. Fueron 100 años -salvo el período intermedio de dominación francesa- en los que Menorca, respetadas la lengua y tradiciones propias, no hizo más que reforzar su marginalidad.

Ciudadela y Mahón

Marcan las dos capitales los puntos extremos de la isla, la distancia máxima en kilómetros también los grandes hitos de la historia de Menorca. Puertos las dos, fortificadas, la carretera que las une divide al mismo tiempo dos comarcas claramente diferenciadas. El Norte, colinas suaves, envejecidas por milenios y azotadas por vientos, se conoce por Tramuntana. El Sur es uniforme, llano: el Migjorn.

Ciudadela es la ciudad por excelencia. Rodeada de tierras fértiles, asentada en la orilla de un estrecho brazo de mar que le sirve de puerto, sus orígenes son tan remotos como los monumentos megalíticos que se encuentran en sus alrededores. Fenicia, griega y romana, es, sin embargo, fundamentalmente una población medieval. Bautizada con su actual nombre por Jaime I, fue Alfonso III el Liberal quien más contribuyó a su desarrollo. Los nobles catalanes de, su corte, propietarios por cesión real de las tierras menorquinas, levantaron en ella sus palacios y la dotaron de iglesias. Ni siquiera el terrible saqueo de los turcos en el siglo XVI consiguió destruirla. Apartada desde el siglo XVIII de la gran transformación que sufrió la isla, su casco antiguo se mantuvo como en otros tiempos, y sólo a finales del siglo pasado, demolido su antiguo recinto amurallado, comenzó a adquirir el cierto carácter actual que sus barrios periféricos le confieren.

Sin duda es la ciudad más hermosa y monumental de la isla. Palacios, iglesias y conventos se agrupan en calles estrechas alrededor de la catedral, de estilo gótico-catalán. Su campanario, que aprovecha el antiguo minarete de la mezquita, es el mejor mirador de Ciudadela.

Mahón, en el extremo opuesto de la isla, es, al mismo tiempo, la otra cara de la moneda, Rebasadas sus murallas desde* el siglo XVII, la ciudad se extiende por el hondo fiordo, abierta, vigilando desde lo alto el mar, blanca y radiante. Poco conserva de los tiempos pasados, y toda ella tiene un innegable carácter neoclásico, como lo tienen sus más notables edificios: el ayuntamiento, la iglesia de Santa María -donde se encuentra un impresionante órgano de 1806- y la iglesia del Carmen. Tan sólo el arco de Sant Roc o las ruinas de la fortaleza de Sant Felip, en la punta de Sant Carles, nos recuerdan los tiempos en que Mahón era el objetivo de los ataques piratas.

Es el punto central y, con sus 357 metros, el más alto de la isla.

Situado a cuatro kilómetros de Mercadal, población que cuenta con buenos e emplos de arquitectura popular menorquina, está coronado por un santuario que constituye el primer centro de devoción de la isla. En la ermita se guarda la imagen de una virgen, cuyo descubrimiento, en una pequeña gruta, va acompa ñado de la característica leyenda medieval de señales celestiales. El lugar es de visita obligada: desde los amplios miradores de la corta cima.Se divisa la isla en tera, sus perfiles recortados, las redondas colinas del Norte, los campos verdísimos, el mar todo.

Menorca prehistórica

No hay guía que no insista en la importancia de la cultura talayótica. La verdad es que el primer paseo por la isla nos confirmará que toda ella es un gran yacimiento de la Edad de Bronce. Talaiots (especie de torres de defensa), taules (construcción en forma de inmensa T formada por dos piedras), navetas (grandes bloques de piedra superpuestos semejando una nave invertida), recintos en forma de círculo, se encuentran por todos los puntos de Menorca. Para aquellos que no sean especialistas, un consejo: los más importantes se encuentran en los alrededores de Ciudadela, Mahón y Alayor. Casi ineludibles son la célebre naveta de Es Tudons, a cinco kilómetros de Ciudadela, y las ruinas -de Talatí de d'Alt, a tres kilómetros 'de Mahón. Para todos existe un mapa arqueológico, el de Mascar ó Pasarius, en una sola hoja, que, además de señalar los monumentos mmegalíticos, da cuenta de los caminos de la isla.

Playas y calas

Hay caminos hasta las más conocidas y turistizadas: son Bou, cala Porter, cala Galdana, Fornells, etcétera. Para las más escondidas y solitarias habrá que arriesgarse por caminos de piedra y acceder a ellas haciendo en muchas ocasiones el último tramo a pie. Merece la pena. Para eso será necesario contar con vehículo propio (hay muchas casas de alquiler de coches y motos) y pocas prisas. Y, desde luego, pedir permiso a los dueños de las tierras que se atraviesan, todas cercadas. El mapa anteriormente citado podrá servir de orientación, así como una buena guía (la mejor que conozco es la recientemente aparecida Guía de Baleares, Editorial Tania, Madrid) será imprescindible.

El viaje

Por barco: la compañía Trasmediterránea hace tres travesías semanales, ida y vuelta, Barcelona-Mahón. No sólo es la forma más barata de llegar, sino, sin ninguna duda, la más hermosa. En Semana Santa y en verano, las travesías se duplican. Existen también, comunicaciones marítimas interinsulares: una semanal. Palma-Ciudadela y cinco semanales Alcudia-Ciudadela.

Por avión: tiene comunicación directa con Barcelona y Palma por Aviaco e Iberia. Las mismas compañías comunican Mahón con Madrid, con escala en Palma de Mallorca.

Existen viajes organizados de distintos mayoristas (Mundicolor, Turavia, Proasol, Club de Vacaciones): una semana, con alojamiento y desayuno, desde 32.000 pesetas, aproximadamente, ida y vuelta en avión.

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