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José María Escondrillas, un especialista en sacar adelante empresas en dificultades

Cuando José María Escondrillas, de 48 años, ingeniero industrial, madrileño que se siente vasco por los cuatro costados, comentó en su casa que a partir de primeros de 1983 iba a tener libres las tardes de los viernes, un escalofrío recorrió la espalda de los miembros de su numerosa familia. Cada vez que en alguno de sus múltiples trabajos anteriores había conseguido un cierto nivel de tranquilidad, había saltado a un nuevo empleo. Llevaba seis años al frente de una empresa de consulta industrial, que él mismo había fundado, y sus negocios comenzaban a permitirle disfrutar de algunos ratos de ocio. Los temores familiares se confirmaron.

El pasado 7 de enero, una llamada telefónica le reclamó para la presidencia del mayor grupo industrial privado del país, Explosivos Río Tinto (ERT), que atraviesa una situación muy comprometida. El reto era demasiado grande y este nómada -reestructurador- ingeniero industrial fue incapaz de resistir la tentación. Cinco días después aceptaba la oferta. Con esta respuesta afirmativa volvía a entrar en una nueva dinámica que él conocía bastante bien desde pocos años después de que obtuviese su título de ingeniero en la escuela del Bilbao de sus recuerdos. La vida en el hotel, lejos de la familia, los montones de papeles, el hacer frente a situaciones límite casi desconocidas en principio, buscar vivienda y colegio para los hijos, son situaciones que se han repetido varias veces en la vida de José María Escondrillas, hombre de difícil catalogación política, según quienes le conocen bien, aunque coinciden en señalar que en casi todos los cargos de responsabilidad que ha desempeñado ha manifestado una importante preocupación social.Su vida profesional se inició en la fábrica de Luis Olarra, como la de otros muchos ingenieros industriales vascos de las promociones de finales de los años cincuenta, entre los que se encontraba su amigo Javier García Egotxeaga, actual titular de la Consejería de Industria del Gobierno vasco. Con veintiocho años, Escondrillas ocupaba el cargo de director de fábrica, con unos 2.000 trabajadores a su cargo. Aquí tuvo su primera experiencia en reestructurar empresas industriales al hacerse cargo de la dirección de MADE cuando el grupo Olarra adquirió intereses en esta empresa.

Aceros de Llodio sería la segunda de sus experiencias en el tratamiento de empresas industriales con problemas. La Naval de Reinosa, posteriormente integrada en Astilleros Españoles, el área de Vizcaya de General Eléctrica Española y Ensidesa representarían otras tantas direcciones de empresas que no se encontraban en situación muy cómoda cuando él fue contratado.

A finales de 1976, tras su breve paso por Ensidesa, menos de seis meses permaneció en la dirección general de esta siderúrgica pública. A pesar de haber trasladado a la familia y conseguido colegios para sus siete hijos, rechazó los trabajos que le ofrecían, se volvió a Bilbao y puso en marcha uno de sus viejos sueños: una empresa que ofrezca un consulting de acción, que sea capaz de enfrentarse a cualquier situación crítica en las más diversas empresas industriales y que no sólo ofrezca un asesoramiento contable, sino que realice chequeos preventivos y sea capaz, en un momento concreto, de hacerse cargo de la gestión integral de cualquier industria. Así nace Check.

Esta empresa trató crisis tan variadas como las de Babcock & Wilcox, La Farga, Palmera, Isodel Spretcher o la línea blanca de los electrodomésticos, y casi desde su nacimiento, su reducida plantilla -once especialistas- tuvo que soportar comentarios y acusaciones de todo tipo por la facilidad con que conseguían allegar contratos.

Primero se propaló el rumor de que Fernando Abril Martorell y Agustín Rodríguez Sahagún, en la época de apoteosis de su poder personal, participaban en el capital de Check. Ahora se recuerdan los lazos familiares que unen a José María Escondrillas con uno de los hombres fuertes del PSOE en Euskadi, Ricardo García Damborenea -ambos son hermanos de madre-, para justificar su de signación.

Sin embargo, en medios industriales vascos se hace referencia a la capacidad de gestión y de trabajo de este vasco madrileño, que posiblemente recuerde como una de las anécdotas más curiosas de su vida la poca inclinación que mostró el anterior consejero director general de ERT, Juan Miró, cuando el pasado 7 de enero, horas antes de recibir la propuesta para presidir este holding, mostraba escaso interés por contratar los servicios de asesoramiento de Check.

Ahora, José María Escondrillas se mantiene alejado de los rumores y sólo hace dos demandas a sus colaboradores más allegados: el tiempo necesario para conocer a fondo la situación de Explosivos Rio Tinto y un apartamento al que trasladarse desde el hotel donde actualmente está residiendo, y en el que pueda practicar su afición favorita y la única capaz de relajarle: interpretar al piano a Chopin y Beethoven.

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