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Tribuna
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Sobre la Academia

Dos días casi consecutivos, el 5 y el 7 de este mismo mes, Francisco Umbral ha dedicado su Spleen de Madrid a la Academia Española y -más o menos directamente- a mi persona, en tanto que recién elegido director de ella.En el primero escribe: "Pidal, Dámaso, Lázaro Carreter, Alarcos, Bousoño y otros han sido, en la Academia, la ciencia contra la pompa y la circunstancia. Ahora la ciencia pura del idioma ha tenido tres tristes votos contra 24 de la representatividad". El contenido del segundo artículo merece párrafo aparte.

Nada mejor, desde mi punto de vista, que transcribir literalmente algunos de sus párrafos. Para elogiar a Fernando Lázaro Carreter -cuyos eminentes méritos más de una vez he proclamado yo- se dice: "Entre un hombre prestigioso y el prestigio hecho hombre, la Academia ha optado enmogollonadamente (24 contra tres tristes votos) por el hombre prestigioso". Lo cual, acto seguido, da ocasión a Umbral para juzgar de la Academia y de la moral académica de Fernando Lázaro con estas palabras: "Ahora que su Casa ya no es su Casa, ni su calle es ya su calle, sino que es una calle cualquiera, camino de cualquier parte, sumo el voto de la calle a los tres tristes votos de la sabiduría no representacional ni ceremoniaca (sic)". El porvenir de la Academia a partir de este mes de diciembre es visto así: "Cuando España comienza a regeneracionarse mediante una leva de treinta/cuarenta años, el castellano... comienza a inflacionarse". La posible influencia de la Academia sobre la prosa periodística queda caricaturizada de este modo: "Aprendamos, colegas, queridos compas del liderar, el explosionar, el a nivel de, el sofisticado (por refinado/depurado/perfeccionado) y el complotar". De nuestra preocupación como académicos por los males del castellano actual, esto se piensa: "Donde no duele el español/castellano es en la Academia", cuya decisión del pasado 2 de diciembre "prueba la indiferencia de veinticuatro cuerpos gloriosos/ reumáticos para la más pura, limpia y autoexigente línea de investigación y renovación". Y para avisar chulaponamente acerca de los males que esa decisión inicia para España, he aquí la sentencia que se estampa: "En la Academia, psoes, vosotros que vais de eficaces, habéis perdido las elecciones".

No quiero hablar de mí. Ni de lo que yo soy, ni de lo que he hecho, ni de lo que en la Academia me propongo hacer. Diré tan sólo que -aparte la tradicional, fundamental y gratísima tarea de acoger en el seno de la Academia a los que en la creación literaria y en la expresión científica descuellan y vayan descollando-, mi propósito de moverme con voluntad de progreso en la línea que jalonan los nombres de Menéndez Pidal, Asín Palacios, Julio Casares, Dámaso Alonso, Emilio García Gómez, Rafael Lapesa, Antonio Tovar y, por supuesto, los filólogos y lingüistas más jóvenes que ellos, Alonso Zamora, Lázaro Carreter, Alvar, Alarcos, Manuel Seco y Emilio Lorenzo, va a ser uno de los principales móviles de mi conducta. como director de ella. Mis obras hablarán, no lo que de mí ahora se diga, y en su momento estoy seguro de tener jueces más autorizados y menos impacientes que Francisco Umbral. No quiero hablar de mí. Hablo tan sólo en nombre de la Academia entera, a la cual tanto se desconoce y ofende.

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Entérese Francisco Umbral de lo que en la Academia se hace y va a hacerse, y escriba luego. Hablo también en nombre de mi admiración por Fernando Lázaro y de mi cada vez más honda amistad con él, porque también a él se le desconoce y se le ofende opinando así de lo que son y van a ser su situación y su trabajo en la Academia. Y no hablo acerca de si los psoes han perdido o no las elecciones del pasado 2 de diciembre, porque eso no nos compete a los académicos. En tal asunto, el PSOE y sus verdaderos amigos son los que tienen la palabra. Y ahora, por mi parte, que Francisco Umbral, con sus excelentes dotes de escritor, tantas veces alabadas por mí, continúe, si quiere, ejercitando su papel de petit diable en nuestro menesteroso y hoy esperanzado patio de vecindad.

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