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Reflexiones sobre el ejercicio del poder

Siempre me han impresionado aquellos hermosos y contundentes versos del Moisés, de Alfredo de Vigny, que cerraban las estrofas de ese hermoso y sólido poema, en tanto en cuanto representan una muy acertada observación relacionada con el poder: "Seigneur, vous m'avez fait puissant et solitaire Laissez-moi m'endormir du sommeil de la terre"*).Moisés, intermediario entre Dios y el pueblo de Israel, es como consecuencia de su poder un hombre solitario que, harto de esa situación, pide descansar con el sueño de la tierra, hermosa imagen poética para describir a la muerte.

Yo que he andado próximo, en los últimos años, a esa realidad, he podido comprobar la certeza de la observación de Vigny. Aquellos hombres que tienen un poder real en la sociedad son hombres solitarios, que no tienen amigos, y que si los tienen, en lo más profundo de su conciencia tienen la duda de si esa amistad es sincera, o sólo una amistad utilitaria e interesada.

A veces la necesidad de apartarse es imprescindible para la objetividad y para la neutralidad, para no caer en clanes, grupos de presión o amiguismos, es decir, es una necesidad para el político honesto, sobre todo en sociedades como la española, donde la conciencia de muchos ciudadanos no ha podido superar la corrupción moral que muchos años de dictadura han introducido en la vida colectiva. Esas personas presionan, buscan influencias y recomendaciones. La soledad es una barrera contra todas esas situaciones.

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Otras veces esa soledad es un resultado de la amargura que produce la incomprensión, la intriga, el cainismo, la falta de respeto a las reglas del juego limpio.

También estamos ante una reacción humana, aunque quizá bastante significativa, de un mal político, que no es capaz de desayunar todos los días un sapo, o de quien es sólo coyunturalmente político.

A veces, esa soledad es también buscada para resaltar simplemente que se tiene el poder, distinguiéndose de quienes sólo tienen apariencia de poder o actúan por delegación del auténtico detentador.

Esta última actitud de soledad es un signo deshumanizado de esa realidad del poder y una distancia que advierte de quien manda en un partido, en un sindicato o en un Estado.

Finalmente, la soledad es una defensa frente a las paradojas éticas que se producen en el ejercicio del poder. Es evidente que el político que ejerce poder y, más acusadamente cuanto más poder maneja, no puede actuar de acuerdo con una ética de la convicción, con una ética personal, sino con una ética de la responsabilidad, como dice Max Weber, que tiene en cuenta el interés general, e incluso eso que desde los discípulos de Maquiavelo se llama la razón de Estado. Muchas veces no se puede responder a preguntas de amigos y de compañeros hechas desde la ética de la convicción, porque se ha actuado desde la ética de la responsabilidad, y la soledad es un medio de evitarse situaciones difíciles.

En definitiva, los hombres con vocación política que han hecho de la política su profesión, si tienen poder, son hombres solitarios, aislados, sin amigos, y probablemente cada vez más cerca dos por esa pasión que constituye el ejercicio del poder, y más agobiados también por la responsabilidad que supone. A mi juicio, eso exige un talante especial y también, para el político auténtico, una profunda honestidad y una capacidad nada fácil de poseer.

Un peligro importante aparece sin embargo en relación con el ejercicio del poder y es la búsqueda de la realización personal por ese medio, frente a frustraciones producidas en otros campos profesionales. Creo que hay que desconfiar del político que ha fracasado en su profesión y que busca a la política como un medio de afirmación personal y profesional. La posibilidad de distorsión de los análisis, de error en las soluciones, aumenta considerablemente en esos su puestos. Los partidos políticos deben, a mi juicio, contemplar con mucha desconfianza a los hombres que les vienen con ese talante y con esa peripecia personal. Y mucho más cuando el partido -ha sido el caso de UCD y puede serlo ahora de AP o del PSOE- tiene expectativas de ganar unas elecciones.

Y ese arribismo se hace más peligroso si esas personas tienen su parcela de poder en el ámbito de la profesión en la que no han podido triunfar. El tema se convierte en muy delicado, y hay que saber lo que hay de crítica y de lucha contra los abusos profesionales -que existen en España en muchas profesiones, de manera grave, protagonizados por una minoría- y lo que hay de rencor o de espíritu de venganza contra personas que han alcanzado metas que ellos no han podido alcanzar. Me parece que se debe prestar mucha atención a este problema del ejercicio del poder y que deben estar especialmente sensibilizados los responsables de los partidos de izquierdas, en concreto del PSOE, para evitar errores que pueden enajenarles sectores sociales completos, sin por eso dejar de luchar contra la corrupción o los abusos profesionales.

La problemática del ejercicio del poder exige hombres templados con una vocación especial que superen estas dificultades y que al mismo tiempo sean capaces de conectar, de comunicar, con los ciudadanos en una sociedad democrática, rompiendo el aislamiento y la soledad que, no necesariamente, son características esenciales. del ejercicio del poder. El político auténtico tiene que ser profundamente honesto, y creo que existen ejemplos vivos de ese talante en la vida política española, aunque también existan ejemplos de lo contrario, del político oportunista, que no conoce la ética de la responsabilidad. Siempre me ha parecido sumamente injusta la genérica descalificación ética del político. Para la política se requiere, como dice Weber, pasión y mesura y una gran fortaleza de ánimo.

"Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo quien frente a todo eso es capaz de responder con un sin embargo, sólo un hombre de esta forma construido tiene vocación para la política..." Me parece muy aguda esta descripción del político auténtico que hace Weber. El ejercicio del poder en nuestro país va a necesitar seleccionar en esa línea a sus políticos, desechando todos los elementos que no sean capaces de esa fortaleza y de esa vocación. Como la democracia es sabia, porque los ciudadanos que participan en la política son muy conscientes, los errores en esa materia se pagan con el tiempo y un partido político que no tenga muy en cuenta la selección de sus hombres para el ejercicio del poder, es inexorablemente sancionado por la soberanía popular. El ejemplo de UCD es evidente. Todos los grupos deben afinar especialmente el reclutamiento de sus cuadros que van a formar la clase política y que van a participar en el ejercicio del poder.

(*) "Señor, me habéis hecho poderoso y solitario; dejadme que me duerma con el sueño de la tierra".

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